Genaro, Manolo y el 14 de Junio
Félix Jacinto Bretón
Félix Jacinto Bretón | ACTUALIZADO 22.06.2012 - 5:29 pm
Corría la década del 50. Ya para entonces -con ocho años de edad apenas- Genaro Abreu andaba por las calles de su natal, Montecristi, con una caja de limpiabotas en las manos. De aquellos tiempos son muchos los recuerdos y las imágenes que, como cámara fotográfica, retiene en su memoria de manera permanente.
Cuando se junta con sus antiguos compañeros y con sus nuevos amigos, son recuerdos que Genaro desgrana, principalmente los relacionados con Manuel Aurelio Távarez Justo (Manolo) el que se ufana se conocer cuando todavía era literalmente “un be”. En este montecristeño “de pura cepa” tenemos a un ferviente admirador y defensor de este líder revolucionario.
También el protagonista de la Trinchera de hoy es un apasionado amante de su pueblo, al cual defiende “a capa y espada”, convirtiéndose en un “soldado de armas a tomar” cuando escucha a alguien criticando sin razón o para reclamar algún derecho o que se solucione determinado problema comunitario.
Fue en aquellos años de los 50 cuando Genaro conoció a Manolo. De esto se siente inmensamente orgulloso así como de los aportes -que tal vez inocentemente- hizo a favor de la lucha siendo todavía “un carajito”.
Nuestro amigo, según me ha contado en innúmeras oportunidades, tuvo el honroso privilegio de “limpiarles los zapatos” a quien, más tarde, se convertiría en el principal dirigente antitrujillista del país y líder indiscutido del Movimiento Revolucionario 14 de Junio.
Abreu iba cada miércoles y cada sábado a la casa de Manolo a lustrarles los zapatos. Para entonces, ya este se había graduado de abogado y desempeñaba un cargo en el Palacio de Justicia de Montecristi.
Genaro recuerda perfectamente el día que Távarez Justo se casó con Minerva Mirabal y cuando la llevó a vivir a Montecristi. Ya la represión trujillista comenzaba a dejarse sentir.
En una ocasión -me contó- fue, como de costumbre, a la casa donde Manolo vivía con la heroína y al no verla, quiso preguntar por ella, y alguien le hizo seña, con un dedo sobre la boca cerrada, para que se callara. Luego supo que se le habían llevado detenida.
Nunca más volvió a ver a Minerva por “la ciudad del morro”.
Por su memoria se deslizan muchos nombres que los años no han podido borrar, entre ellos el de Caonabo Abel, un hombre fiel hasta la muerte al líder catorcista. El proclamó una vez que “donde muriera Manolo, caía él…¡y lo cumplió!
Fue uno de los guerrilleros asesinados de Las Manaclas. De Caonabo, el también expedicionario de aquellos años, Marcelo Bermúdez, llegó a decir que era “su mejor cocinero”.
Otro montecristeño que recuerda Genaro es Monchy Martínez, quien era chofer de Manolo. También murió en Las Manaclas en diciembre de 1963. Hay otros muchos que la historia y la mente del amigo registran, solo que no hay espacio suficiente para detallarlo.
Es que también, quiero aprovechar esta Trinchera para recordar que el pasado 14 de junio se cumplieron 53 años de la gesta de Estero Hondo, Constanza y Maimón, cuando cientos de dominicanos, acompañados de algunos extranjeros, más que con armas “llegaron llenos de patriotismo” a luchar contra la sangrienta dictadura trujillista.
No podemos olvidar nunca a aquellos hombres que cayeron “de cara a sol” para legarnos una patria feliz, digna, independiente y soberana, que fue por la que lucharon y murieron nuestros patricios.
Cuando se junta con sus antiguos compañeros y con sus nuevos amigos, son recuerdos que Genaro desgrana, principalmente los relacionados con Manuel Aurelio Távarez Justo (Manolo) el que se ufana se conocer cuando todavía era literalmente “un be”. En este montecristeño “de pura cepa” tenemos a un ferviente admirador y defensor de este líder revolucionario.
También el protagonista de la Trinchera de hoy es un apasionado amante de su pueblo, al cual defiende “a capa y espada”, convirtiéndose en un “soldado de armas a tomar” cuando escucha a alguien criticando sin razón o para reclamar algún derecho o que se solucione determinado problema comunitario.
Fue en aquellos años de los 50 cuando Genaro conoció a Manolo. De esto se siente inmensamente orgulloso así como de los aportes -que tal vez inocentemente- hizo a favor de la lucha siendo todavía “un carajito”.
Nuestro amigo, según me ha contado en innúmeras oportunidades, tuvo el honroso privilegio de “limpiarles los zapatos” a quien, más tarde, se convertiría en el principal dirigente antitrujillista del país y líder indiscutido del Movimiento Revolucionario 14 de Junio.
Abreu iba cada miércoles y cada sábado a la casa de Manolo a lustrarles los zapatos. Para entonces, ya este se había graduado de abogado y desempeñaba un cargo en el Palacio de Justicia de Montecristi.
Genaro recuerda perfectamente el día que Távarez Justo se casó con Minerva Mirabal y cuando la llevó a vivir a Montecristi. Ya la represión trujillista comenzaba a dejarse sentir.
En una ocasión -me contó- fue, como de costumbre, a la casa donde Manolo vivía con la heroína y al no verla, quiso preguntar por ella, y alguien le hizo seña, con un dedo sobre la boca cerrada, para que se callara. Luego supo que se le habían llevado detenida.
Nunca más volvió a ver a Minerva por “la ciudad del morro”.
Por su memoria se deslizan muchos nombres que los años no han podido borrar, entre ellos el de Caonabo Abel, un hombre fiel hasta la muerte al líder catorcista. El proclamó una vez que “donde muriera Manolo, caía él…¡y lo cumplió!
Fue uno de los guerrilleros asesinados de Las Manaclas. De Caonabo, el también expedicionario de aquellos años, Marcelo Bermúdez, llegó a decir que era “su mejor cocinero”.
Otro montecristeño que recuerda Genaro es Monchy Martínez, quien era chofer de Manolo. También murió en Las Manaclas en diciembre de 1963. Hay otros muchos que la historia y la mente del amigo registran, solo que no hay espacio suficiente para detallarlo.
Es que también, quiero aprovechar esta Trinchera para recordar que el pasado 14 de junio se cumplieron 53 años de la gesta de Estero Hondo, Constanza y Maimón, cuando cientos de dominicanos, acompañados de algunos extranjeros, más que con armas “llegaron llenos de patriotismo” a luchar contra la sangrienta dictadura trujillista.
No podemos olvidar nunca a aquellos hombres que cayeron “de cara a sol” para legarnos una patria feliz, digna, independiente y soberana, que fue por la que lucharon y murieron nuestros patricios.
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