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lunes, 17 de mayo de 2010
¿Tiene vigencia el antitrujillismo?
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15 Mayo 2010, 8:17 PM
Cielo naranja
¿Tiene vigencia el antitrujillismo?
Escrito por: MIGUEL DE MENA
Una cosa es reconocer el valor de una generación. La otra, hacer del mismo un escudo que protege, una carta franca para pasar a lo que sea, un querer sembrarse en la historia como si la misma sólo hubiese sido aquél instante crudo.
Pocas veces nos hemos preguntado sobre los alcances del antitrujillismo durante la Era: sus tendencias, sus propuestas, su cotidianidad. ¿Qué movía la oposición al régimen? ¿Cuáles estrategias se desarrollaron para desmontar aquél régimen? Tampoco nos hemos preguntado sobre lo que proponía –en caso de que hubiera algo parecido- aquél antitrujillismo en torno al post-trujillismo. No era lo mismo ser parte de una familia ilustre tal vez venida a menos en la Isla que un simple luchador en el exilio cubano, newyorkino o venezolano.
Después del 31 de mayo de 1961 muchos demonios se han desatado. Muchos de aquellos libertadores también se convirtieron en ajusticiadores. ¿Podríamos pasar por alto las luchas democráticas de 1963 y 1965, aquél antitrujillismo de paño y manteles con el balaguerato de los doce años?
Junto a la raza de los antitrujillistas está la de los catorcistas, los constitucionalistas, los antibalagueristas. En medio de todos ellos hay una palabra clave, poca veces pensada y mucho menos subrayada: la de democracia. Sabemos que en tiempo de crisis y pequeños relámpagos no hay tiempo para mucho palabreo. Léase: antes de 1978 los luchadores y revolucionarios no tenían mucho tiempo para el “dime, que te oigo”. Después de 1978 lo que en un principio fue el triunfo de “la voluntad popular” de pronto se convirtió en la esquizia que vivimos hoy en día: víctimas y victimarios en el mismo carro, héroes con bandera dirigiendo a los uniformados de todo tipo, y discursos en voces más que engoladas tirando palabras hacia adentro, para sí mismo, sin vocación de diálogo. En 1978 pensamos que la democracia se convertiría en algo más que en la rutinaria contienda electoral cada cuatro años. La vieja razón práctica se convirtió en razón instrumental, para alegría de Kant: seguimos combinando el principio bonapartista (trujilloneano): nos modernizamos junto a palabras truncas, elevamos modernas ciudades sobre poblaciones cada vez más amilanadas en sus derechos.
Podríamos traer a cantidad de pensadores y decir que todo es líquido, que vivimos la era del desencanto, del hombre unidimensional, que los metarrelatos se han agotado en sus argumentos, que las apariencias vencen a las esencias, que quien piensa y habla no hace más que un harakiri.
A pesar del pleno siglo XXI en el que estamos, la sociedad dominicana es cada vez más excluyente. Hay un proceso progresivo que bien podría pensarse a partir de aquellas propuestas benjaminianas en torno al “estado de excepción”. El triunfo está supeditado a tener yipetas y celulares. El pase sólo te está permitido si llevas traje y corbata.
Debes evitar cualquier gesto humano –amor, tristeza, convicción-.
Al fondo están los viejos luchadores, hablando entre ellos y sin inquirir si también tú puedes ser rebelde. Pero no: la rebeldía sólo fue cosa de 1978 para atrás. Al menos eso es lo que ellos piensan.
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