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sábado, 30 de agosto de 2014

LUIS RAFAEL GÓMEZ PÉREZ Su larga trayectoria revolucionaria empezó por las enseñanzas de la Iglesia

LUIS RAFAEL GÓMEZ PÉREZ Su larga trayectoria revolucionaria empezó por las enseñanzas de la Iglesia Por ÁNGELA PEÑA a.pena[@]hoy.com.do 23 agosto, 2014 2:00 am Sé el primero en comentar
Luis Gómez Pérez Luis Rafael Gómez Pérez, combatiente de izquierda que militó en el 14 de Junio, el Partido Socialista Popular, el Partido Comunista Dominicano. Está luchando por los explotados y oprimidos desde la adolescencia, cuando reunía a zapateros y a otros obreros de Santiago a orillas del río Yaque para crear conciencia en ellos de lo que era la tiranía de Trujillo. A partir de entonces este líder precoz se vinculó a estudiosos del marxismo que propugnaban por una sociedad equilibrada y justa a través de movimientos armados, expediciones, guerrillas… Esos proyectos continuaron vigentes pese a ser derribada la dictadura porque la clave, para él y sus camaradas, no era solo salir del sátrapa, pensaban que la transformación necesaria era tan grande que solo una revolución armada podía reencauzar al país. Algunos lo consideran un conspirador de toda la vida. No le agrada el término porque le disgusta que lo digan sin entrever en él su condición de revolucionario. Luis Rafael Gómez Pérez, combatiente de izquierda que militó en el 14 de Junio, el Partido Socialista Popular, el Partido Comunista Dominicano, el Movimiento de Unidad Socialista; que se entrenó militarmente en Cuba y en Caracas, estudió en la Unión Soviética y que a sus 81 años se siente con energía y valor para tomar un fusil si el pueblo se aviene a una guerra fue, sin embargo, monaguillo que tuvo vocación de ser cura. Las lecturas de ese tiempo y los religiosos que le deslumbraban son parte de su historia que prácticamente solo él conoce, pero que lo orientaron hacia el ideal de lograr una vida digna para los pobres de su Patria. “Hice contacto muy temprano con la Utopía, de Tomás Moro, se trabajan muy bien las guerras justas e injustas y se hace referencia al tratamiento de Santo Tomás en las guerras justas… Llegué a toparme con ese texto que es una joya a través de Indis, de Francisco de Vitoria”, relata. Es paradójico que fuera el jesuita Luis Posada quien le creara la expectativa de ser filósofo desde el catolicismo. El preceptor de Ramfis fue a dar un cursillo a Santiago y Gómez Pérez quedó maravillado con su elocuencia. “Al segundo día el padre Quevedo consumó la obra”, exclama. Llegaron entonces a sus manos El arte de la guerra, del estratega chino Sun Tzu, y la Summa Teológica, de Santo Tomás, pero ningún autor le ha marcado tanto como los dominicos, asegura. “Me deslumbraron y me deslumbran todavía. El Sermón de Adviento fue un manifiesto humano, no lo vi como algo religioso, sino político”, significa este rebelde que también encontró deleite en Fray Pedro de Córdova, a quien admira “inagotablemente” porque planificó el discurso que leyó Montesinos. “Eso no fue un asunto vaticano o papal, fue una acción casi de guerra”, declara. El estudio constante y el trabajo con dedicación y arrojo le han acompañado desde niño. En insuperable tiempo se graduó de bachiller, mecanógrafo, calígrafo y casi maestro de la ortografía en la academia Santiago, de Antonio Cuello, quien le producía una especie de catarsis cuando dictaba. “Mi consagración era escuchar a ese hombre dictando”. Gracias a estos estudios pudo ser auxiliar de oficina cuando vivió en Buenos Aires, luego de asilarse en la embajada de Argentina después del doloroso e inhumano calvario que experimentó en La 40. Este guerrero de tantas batallas que pasados los años 70 buscaba un líder de arraigo entre todas las clases sociales para acabar con la arbitrariedad balaguerista, trajo en sus genes la sangre levantisca contra el imperio y el despotismo. Desiderio de Jesús Gómez Morel, su padre, se alzó varias veces en la manigua junto a Desiderio Arias, y María Ercilia Pérez viuda Gómez, la madre, hoy de 108 años, no solo fue simpatizante del caudillo sino antitrujillista que inspiró esa actitud en su hijo. La agitada izquierda. El papá quitó de su mente el deseo de ser cura enviándolo a estudiar filosofía en la Universidad de Santo Domingo. Vino y se inscribió también en derecho y de inmediato se alineó con quienes sintonizaban con sus ideas políticas. Pipe Faxas, marxista, y él, fueron entrañables. El vínculo que los unió fue fuerte. Habla de él con admiración y se toma horas relatando sus amargas y gratas vivencias. Darío Solano, Abel Rodríguez del Orbe, Carlos Rizek, Marcio Veloz, Cristóbal Gómez Yangüela, Paco Troncoso, Tirso Mejía Ricart, Tony y Andrés Avelino, Minerva Mirabal, Luis Escobar, Octavio Amiama, Federico Henríquez Gratereaux, atizaron las chispas que habían comenzando a encenderse en Luis desde Santiago, como integrante del Frente Cívico, creador de manifiestos impresionantes para el desarrollo del pueblo encadenado. Después pasó al Frente Interno, luego Movimiento Revolucionario 14 de Junio, el de sus mayores experiencias y hasta de estremecimientos cuando recuerda compañeros caídos. Ahí están sus historias de prisión, exilio, tramas, compra de armas, sedición, localización de arsenales y estructuras de cuarteles, impresión y distribución de libros socialistas, fabricación de bombas, tácticas de asalto, lucha en las montañas, ofensiva… Pero se marchó de la agrupación porque no estuvo de acuerdo con la forma en que se planificó y desarrolló la guerrilla de 1963. No solo conocía con precisión los accesos a la cordillera Central sino que venía de entrenamientos profundos, de prolongadas charlas con Ernesto Che Guevara y Fidel Castro, de ser discípulo de Freddy Fernández Barreiro, director del proceso armado costarricense que llevó a José Figueres a la presidencia. Sabía que concebido como estaba, el plan sería un fracaso. Tenía desacuerdo con esa infraestructura, cuya formación se ha atribuido a Fidelio Despradel, porque entendía que sustituía la capacidad política de la agrupación y neutralizaba a una parte de sus principales dirigentes. Se fue al Partido Socialista Popular, “porque mis lecturas desde Venezuela apuntaban no solo hacia la teoría sino a la praxis marxista” y ya se había relacionado con Asdrúbal Domínguez, José Israel Cuello, Narciso y Antonio Isa, Alfredo Conde Sturla y otros. Revela las causas de la ruptura entre fundadores y jóvenes, errores, el proyecto de guerrilla que se vio abortado por la guerra de abril, los acuerdos y desacuerdos con Bosch y con Caamaño para venir en un desembarco guerrillero, los hombres que el partido enviaría a integrarse a las fuerzas del Che Guevara en Bolivia y también las causas por las que abandonó la organización en 1973. El catedrático, quien está en la UASD desde 1972, encanta con su conversación fluida y voz modulada que atrajo la atención de América Latina cuando junto a Juan Doucudray orientaba al pueblo dominicano desde una estación de La Habana. Lograr que contara sus luchas por la liberación dominicana conllevó un gran trabajo de persuasión. Pero en más de dos semanas narró su vida en la agitada izquierda, y en esos relatos aparecen inmensidad de nombres de dirigentes y militantes de facciones ajenas a las suyas, muchos citados en acciones ejemplares o reprochables. Reitera su disposición a tomar el fusil si es necesario y se le pregunta si la efectividad de su tiro, a los 81 años, es la misma que en sus tiempos juveniles. Reitera que lo haría o habría que amarrarlo. En cuanto a la edad apunta que las historias libertarias son procesos abiertos y que los hombres que despejaron el camino a Fidel Castro en la loma eran ancianos.

jueves, 28 de agosto de 2014

Caamaño en el panteón de la historia

Caamaño en el panteón de la historia ARTÍCULO SIGUIENTE » Por MARÍA ELENA MUÑOZ MARELMUNOZ@HOTMAIL.COM (APORTE) 16 agosto, 2014 2:00 am
Caamaño La caída del Che en Bolivia, en octubre del 1967, desató un intenso debate en las cúpulas dirigenciales revolucionarias a nivel mundial sobre la eficacia o no del “foco guerrillero” como método de lucha, en la concretización de los movimientos de liberación nacional. En la edición del suplemento “Areíto” del 9 de agosto nos ocupamos de este tema. Expusimos las razones por las cuales el Coronel Caamaño se encontraba entre los que le acordaban vigencia para entonces, por lo que continuó con su proyecto, que en este contexto insurgente pensaba implementar en nuestro país. Nadie pudo convencerlo de lo contrario. Ante tal terquedad, decíamos, cayeron rendidas todas las estrategias de seducción y todas las diplomacias de desistimiento. Terquedad que se constituyó a la postre en el andamiaje de perseverancia, integridad y firmeza. Esa que hizo de Francis ese paradigma de decisión, arrojo y entrega a la causa del pueblo. Lo demostró la renuncia de los privilegios e intereses de clase y a los que le otorgaba su alto rango castrense, mundo de sombras que desestimó para asumir la más difícil y asombrosa coyuntura política de nuestra historia contemporánea y del continente. Porque del Coronel que andaba con las botas puestas del Gobierno de facto del Triunvirato al Coronel de Abril, hay toda una epopeya. Porque dependió de un instante único, legítimo e irrepetible, en el que en la dualidad de un debate interior propio de la condición humana se decidía el destino de un hombre y de un pueblo. Como en aquel tiempo “en que los dioses no estaban ya y Cristo no había llegado todavía; cuando de Cicerón a Marco Aurelio, hubo un momento en que el hombre estuvo solo”. (Margarita Yourcenar, “Memorias de Adriano”, contraportada.) Siglos después, en un momento similar, en que el pueblo dominicano se quedó solo, fue que Caamaño dio el salto dialéctico, el que mantuvo, tanto cuando el sueño fue semilla y cuando fue fruto. Ese que le ha abierto las puertas de todos los monumentos… Porque aunque navegamos en un océano de mártires, aunque hemos vivido caminando entre los cipreses que dan sombra a ese interminable cementerio de la resistencia, el mérito de Caamaño fue estar ahí y llenar el vacío, en el momento preciso que nuestro pueblo sintió que se quedaba solo. Fue el día cuando la huida y la claudicación llenaron el espacio que antes cubrían el vigor insurgente de la esperanza. Porque aquella revuelta que en principio solo aspiraba al simple regreso de la constitucionalidad perdida, de repente, como en una espiral de fuego, entró en una dinámica inesperada de movilidad constante, cambiando cualitativamente en cuestión de horas el traje conceptual que vistió en sus orígenes, a la que Caamaño fue dando respuesta paso a paso, sin vacilaciones. Fue ahí donde nació su liderazgo, cuando esa lucha ya no respondía ni a las expectativas políticas, ni a la capacidad de respuesta de muchos de sus gestores y dirigentes iniciales. Porque cuando La Embajada llamó a estos últimos a buscar una solución negociada a raíz del estallido de la crisis, exacerbada por la agresividad reaccionaria instalada en San Isidro, que amenazaba con transformar la insurrección en una guerra civil, en lugar de aceptar la conciliación como hicieron otros, Caamaño interpuso de nuevo y sin titubeos su terquedad, aquella que responde, ya lo vimos, a la noción de deidad: “El que quiera morir con honor que me acompañe al puente”. La batalla decisiva de la guerra que apenas comenzaba. La que definió y consolidó el triunfo de la constitucionalidad, sobre la ilegitimidad. Aquella ganada por un pueblo sorprendido e indefenso, que solo contaba con una vanguardia emergente, surgida en el fragor de las hostilidades, esa que a pesar de todo eso, lo condujo a la victoria. La primera utopía que se nos concretizaba. Efímera en el tiempo, 48 horas. Trascendente en sus proyecciones: más de 48 años. Incisiva en el espacio, como la aguja gótica de una catedral medieval. Así se mantiene en la cosmovisión dominicana. Estructurada en la sutil arquitectura del símbolo, como la de David y Goliat. Como la que comenzó cuando en el Puente donde aún ondeaban las banderas empujadas por los vientos del triunfo, fueron arriadas por otras visiblemente tenebrosas, para saludar el arribo imperial de 42 mil bayonetas. Fue que el relámpago atrajo el trueno. Ese que hizo que la guerra civil se transformara en guerra patria, en las trincheras inexpugnables del honor, donde se defendía la soberanía vulnerada. La resistencia heroica de un pueblo pequeño, cercado por el aparato militar más grande y moderno de la época, en el angosto, accesible y expuesto casco urbano, peleando con las rústicas armas de la espontaneidad, constituyó una hazaña tal que al parecer solo cabía en el universo mágico garciamarquiano. Pero el arquitecto de una de las más grandes experiencias revolucionarias de los últimos tiempos supo definirla: “Con 12 hombres como los Constitucionalistas de Santo Domingo, yo tomo a New York”, exclamó Fidel en las Naciones Unidas. Lo dijo, porque la intensidad de los combates ponían en entredicho el carácter avasallante de la Intervención. Por tanto, era menos humillante decidir el alto al fuego cuando todavía la dinámica de la guerra no daba señales de determinar si había vencidos o vencedores. Tal confusión era más rentable al orgullo imperial. En especial, cuando la voz del Comandante en el foro mundial, en su metáfora insurgente le recordó el bochorno de Bahía de Cochinos. Sentar por primera vez en la mesa de negociaciones a la potencia hegemónica del Norte constituyó, sin duda, una gran victoria, no solo para nuestro pueblo, sino también para los del Tercer Mundo involucrados en desafíos desiguales similares, colocada dicha acción en la perspectiva de una tregua, hasta que se creen las condiciones para el combate final. Convicción que subió al avión junto a Caamaño y a los demás dirigentes constitucionalistas, cuando fruto de dicha negociación debieron tomar el camino del exilio. Fue así como saltando de las trincheras al pie del Ozama a las del Támesis y el Sena, llegaron a las aguas turbulentas del Caribe, donde los caracoles desalojados por ellas del hábitat movedizo de las arenas, se ven constreñidos a ascender el consistente, pero sedicioso, territorio que le mostró Manolo: “las escarpadas montañas de Quisqueya”. Para entonces el único, donde se creía que se podía resituarse el sueño. Escenario que le iba a permitir cumplir su juramento, incluso más allá de lo prometido, porque allí caería reproduciéndose su inmolación a la manera del Che; solo que ninguno de los dos necesitaba morir para que la memoria histórica registrara con letras refulgentes su entrega a la causa. Bastaba con haber protagonizado las gestas que hemos exaltado aquí, para que las puertas de todos los mausoleos del mundo estuvieran abiertas para recibir sus restos. Pero la barbarie entronizada en el poder a la hora de perpetrar su fusilamiento había tomado sus previsiones para evitarlo. Tal percepción se fortalece frente al hecho de que sus huesos no han podido ser llevados al Panteón Nacional, como oficialmente fue establecido el pasado 2013, desaparecidos como están por esos paisajes de la injusticia, por donde aún se pasea impune el oscurantismo, quizás para que no recibieran el reconocimiento y el fervor eterno de su pueblo, metiéndolo en el oscuro túnel del olvido. Es posible que ese mismo despropósito buscan los que hoy, en una acción inusitada, totalmente descontextualizada y por ende sospechosa, intentan en un acto de cobardía inenarrable, hacer denuncias y acusaciones contra quien ya no está físicamente aquí abajo para responderlas. Comentarios que entran en aquella categoría infructuosa e irresponsable a la que se refería tajantemente T.S. Elliot, el célebre bardo anglosajón en Tierra Baldía: “No hay argumento que resista un hecho que lo desafía”. Peor aun cuando en la trayectoria luminosa de un héroe de la estatura de Caamaño, estos superabundan, convirtiéndolo en uno de los grandes paradigmas de la resistencia. Por lo cual aunque sus huesos puedan andar dispersos en nichos virtuales de mármol, quizás de tierra o guarecidos en cabelleras coralinas en el mar; hace ya mucho tiempo que el pueblo los reunió, colocándolo en el Panteón inmutable de la historia.

miércoles, 27 de agosto de 2014

Pueblo Nuevo, una cantera de Panfleteros de Santiago

Pueblo Nuevo, una cantera de Panfleteros de Santiago http://acento.com.do/2014/opinion/8168235-pueblo-nuevo-una-cantera-de-panfleteros-de-santiago/ Por Darío Nicodemo. 26 de agosto de 2014 - 12:09 am -
Darío Nicodemo Autor / acento.com.do Con sentencia del 2 de mayo del año 1933 la Sala Capitular del Ayuntamiento Municipal de Santiago de los Caballeros designó, en esta ciudad, un nuevo Ensanche con el nombre de Presidente Trujillo. Este populoso sector hoy se conoce como Pueblo Nuevo. Está ubicado en la zona comprendida entre las avenidas J. Armando Bermúdez y 27 de Febrero. Los terrenos pertenecieron a Abelardo Viñas, Simón Díaz Díaz y los herederos de la sucesión de James Palmer. El historiador don Román Franco Fondeur, director del Archivo Histórico de Santiago dice que: “De la reubicación de aquellas familias comenzó a nacer Pueblo Nuevo. No lejos del Parque Imbert – cuyo cerrillo y terrenos aledaños conservaban su formación geológica original, digámoslo así – la Sucesión de don Abelardo Viñas – años luego – trazo, solares y calles, fue la Urbanización Viñas”. En el libro: “Los Estados Unidos y Trujillo 1960-1961. Los Días Finales”, de Bernardo Vega, este expresa, en la página 44, que: “El 18 de mayo de 1962, Clodoveo Ortiz González prominente ex-miembro del SIM y en esos momentos preso, daría su versión sobre cómo el complot fue develado”. Refiere Bernardo Vega: “Según Ortiz González, unas 350 personas fueron tomadas prisioneras (incluyendo cinco mujeres), de las cuales alrededor de sesenta fueron asesinadas, incluyendo 43 “panfleteros” del Cibao”. El escritor e intelectual Bernardo Vega, puntualiza: “… fue ubicada por el autor en los papeles personales del Embajador John Bartlow Martin, en la Biblioteca del Congreso, en Washington”. Partiendo de las informaciones de Clodoveo Ortiz González, los panfleteros serían más de cuarenta, solo del Cibao, no se especifica si fueron de Santiago de los Caballeros. Es preciso recordar que en mi artículo: “UGRI y UAT, coinciden en el panfleto”, relato de forma sucinta lo expresado por el panfletero maeño Ramón Echavarría sobre la formación de un grupo de Panfleteros en Mao, Valverde. Publicado en el periódico digital acento.com.do el 7 de marzo del 2014. El Pueblo Nuevo de Santiago de los Caballeros, es reconocido por su combate contra la tiranía de Rafael Leónidas Trujillo Molina. Uno de los hechos más destacado, e importante fue la participación de sus hombres en la Unión de Grupos Revolucionarios Independientes (UGRI), fundada por el estratega Wenceslao Guillén Gómez (Wen), y conocido por el nombre de “Los Panfleteros de Santiago”. Dentro de los miembros de UGRI de Pueblo Nuevo, fueron elegidos varios de ellos, por Wen Guillén, para participar en la acción del volante regado contra Trujillo en Santiago, Gurabo, Guazumal, Tamboril, Esperanza y Valverde, Mao, el mismo decía en uno de sus lados: “Con Perdón de la Expresión Trujillo es un Mierda”. Carlos Mejía Blanco, de Pueblo Nuevo e hijo del Panfletero de Santiago, Ramón Antonio Mejía (Actividad), apresado y asesinado en la cárcel La 40, a la edad de 27 años, ha confeccionado una lista de los 18 Panfleteros de Santiago, que residían en este barrio cuando fueron detenidos por la satrapía trujillista en enero del 1960. Esta lista fue publicada el 22 de enero del 2014, en su muro de Facebook, con el título: “Enero negro, holocausto en Pueblo Nuevo de los 60…!”. El Panfletero, José Rafael Colón (Fellito), comentó, en una extensa entrevista que le hicimos el 5 de febrero del 2014, en su residencia de la calle Anacaona No 83, del sector de Pueblo Nuevo, los nombres de quienes fueron sus compañeros de lucha y de prisión en los centros de torturas trujillista.
Jose Rafael Colon (Fellito) José Rafael Colón, narró cómo él fue detenido, a las cuatro de la tarde del 20 de enero del 1960, en la Avenida María Martínez de Trujillo, hoy 27 de Febrero, a la edad de 27 años. Había sido llevado por un agente de apellido Disla, quien lo dejó en la avenida y a seguida fue recogido por agentes del Servicio de Inteligencia Militar (SIM) y llevado primero a la Fortaleza San Luis. Recuerda Fellito: “…fue en la Fortaleza San Luis, donde recibí mi primera pela, de parte de quien posteriormente fuera un destacado industrial del país”. “Junto a los hermanos Simón y Chichí Díaz Hernández, fuimos trasladados, esa misma noche, en un carro Volkswagen conocido como “Cepillo” a La 40”. Rafael Colón dice: “Simón, Chichí y yo regamos los volantes durante dos noches por los barrios Ensanche Bermúdez, Gurabito y San Rafael, hoy Ensanche Bolívar. Terminamos en el Estadio Radhamés, al amparo de un apagón provocado por los miembros de UGRI”. Comentó Colón, de las torturas que recibió, cómo salvó su vida gracias a la astucia de declararse analfabeto y desconocedor del contenido del volante. “Engañé al mismo John Abbes García (Johnny) Jefe del Cuerpo de Investigadores y otros miembros del Servicio de Inteligencia Militar (SIM) haciéndole creer que el volante era una propaganda del “Jabón Hispano” Sobre esta misma versión, el también Panfletero de Santiago, Manuel Armando Bueno Pérez, escribió en su libro: “Cárcel y Guerra”, un capítulo dedicado a José Rafael Colon, “El Analfabeto”. Es esa obra se hace mención de los Panfleteros Wenceslao Guillén Gómez (Wen), los hermanos Díaz Hernández, Ucho Capri, Ule Liz, Enrique Perelló, El Alemán, Luis (El Negrito), Profesor Tineo, Manolico, Enrique Perelló y Colón. “Los volantes me los entregó Simón Díaz Hernández en la misma puerta de mi casa en Pueblo Nuevo”, dice Fellito. Colón comenta cómo él y Simón habían conquistado a José Aridio Núñez para que participara con el grupo de UGRI, y llevara los volantes dentro de dos panes de los conocidos como “Pan de Agua”, para ser repartidos en Jánico. Esta acción no se materializó debido a la prisión de los Panfleteros de Santiago”. José Aridio Núñez, vive aún en la calle José Isidro Pérez de Pueblo Nuevo y: “debe su vida, a que ni Simón ni yo mencionamos su nombre durante las torturas que recibimos en La 40” señala José Rafael Colón (Fellito).

sábado, 2 de agosto de 2014

El "compadre" Manolo Tavarez Justo"

El “compadre” Manolo Tavárez Justo Publicado el 20 de julio del 2014 - 1:05 am por elnacional
Doctor Manuel Aurelio Tavárez Justo, líder de la guerrilla de Las Manaclas. PEDRO MENDOZA Junio es el mes que junto a febrero y agosto, se lleva las más comentadas y analizadas conmemoraciones en la República Dominicana. Pues aquellos hombres de plena reciedumbre moral y emocional que, sin temer las consecuencias de enfrentar el sanguinario régimen de Rafael Leonidas Trujillo se enrolaron en la expedición de aquel junio del 1959, se ganaron inequívocamente el derecho a que toda la nación reconozca y recuerde su sacrificio y valentía. Pero aquel junio del ’59, que halló a un pueblo impermeable a aquel ideario de libertad y redención, no fracasó del todo. El chín de gloria que conquistaron con su hazaña, no pudo ser disfrazado ni asfixiado por los malvados y bestias que los torturaron y asesinaron. Y menos de un año después, en 1960, otros hombres tan valerosos como aquellos, recogieron su bandera y grito de redención y sin encogerse de hombros desafiaron al sátrapa, fundando el Movimiento Revolucionario 14 de Junio, a la cabeza del cual estaba el doctor Manuel Aurelio Tavárez Justo (Manolo). Me he animado a escribir una especie de síntesis de mis recuerdos de aquellos años, porque cada año, para el 14 de junio, se publican artículos, se hacen editoriales y se ponen en circulación libros sobre aquel acontecimiento y, aún más, para enaltecer la heroicidad del líder del movimiento quien sin miedo al implacable dogma de la guerra fría, consistente en que debía morir inmediatamente quien ‘no estuviera a la diestra de Estados Unidos, asumió junto a muchos de sus compañeros la defensa del gobierno de Juan Bosch, derrocado el 25 de septiembre del 1963, sin embargo, sólo se destacan las actividades de Manolo en las grandes ciudades. Su inmolación tiene el mérito de que se sublevó en noviembre de ese mismo año tal vez a sabiendas de que el camino de la historia de los pueblos, frecuentemente, no es más que una larga cadena de tramos improductivos. Nunca he visto libros ni artículos de diarios, que hagan referencia a muchas de las actividades políticas que hiciera Manolo en distintos pueblos del país. Por ejemplo, nunca se ha dicho que dijo Manolo en Altamira, mi pueblo, en octubre del 1962 en su discurso en el Club Marién; donde comió, quien lo recibió y a cuántas personas recibió que querían saludarlo. En aquellos años, en Altamira la única familia identificada abiertamente con el 1J4 fue la familia Perrone-Polanco, sobre todo, los hijos de don Nicolás y doña Consuelo: Mateo, Musa y Loraine. Gente de clase media dedicada a la mediana empresa y a la agricultura. Recuerdo que fueron esos jóvenes los que juntos a Santiaguito Domínguez, Zulema, su esposa, José Evangelista Moya, los hijos de don Efraín Felipe (Papi, Luis y Chito), Tino Peña y unos cuantos jóvenes más a quienes ellos nos congregaron en el parque para el recibimiento de Manolo aunque ya a su arribo había alrededor de 150 personas. Aún retumba en mi memoria las palabras de Manolo aquel día. Por supuesto, las escribí para no olvidarlas: “La reacción, pretende hacemos creer que ella solita merece bienestar, que ella solita merece el beneficio del esfuerzo, del trabajo de todos y una vida digna y nosotros solo el garrote, la pobreza y la ignorancia. Pero vamos a demostrarle a esa reacción insolente que contamos con el valor de batallar orgullosamente por alcanzar el sueno de vivir con decoro y de llevar el pan material a nuestra mesa y el pan del saber a nuestros hijos.” Nunca he visto reproducidas esas palabras en los libros y artículos publicados sobre Manolo. Desconozco si fueron recogidas por los periodistas, aunque lo dudo puesto que Altamira en aquella época era un pequeño pueblo de escasa importancia política y no tenía corresponsales de prensa. Tal vez por eso jamás se dijo a dónde almorzó y recibió a decenas de personas que fueron a saludarlo ese día en casa de los Perrone. Ignoro por que Raúl Pérez Peña (Bacho), no dijo en su libro que los milicianos que integraban el Frente “Gregorio Luperón” pernotaban y comían en la finca de los Perrone en el Limón de Altamira y que era Mateo Perrone quien patrocinaba y coordinaba la entrega de aquel almuerzo. Por el hecho de que esa familia fue tildada de “comunista” por ser ‘catorcista’, estuvo tan ‘vajiada’ que treinta días después de la toma de posesión de Balaguer en 1966, la casa fue requisada pulgada a pulgada por tropas policiales y del J-2 bajo el chivateo de que todavía en esa casa había armas ocultas de cuando la guerrilla de Manaclas y el Limón, tres años antes. La fotografía de Manolo que aparece al lado de estos recuerdos, la tenía el matrimonio Parrome-Polanco en su dormitorio junto a una imagen del Corazón de Jesús. Cuando la Policía tiraba todo al suelo, un sargento preguntó a don Nicolás: “Señor, ¿quién es el de la foto?” Don Nicolás respondió: “Pues, es mi compadre Manolo Tavárez.” La tiró al piso, el vidrio se fracturó y el policía añadió: “Ese fue un gran hombre, pero se jodió por su vaina de comunismo.” Ninguno de los sobrevivientes de la familia Perrone recuerda adónde le tomaron esa foto a Manolo ni quien la tomó. Observe que él tiene un lapicero blanco enganchado en el bolsillo izquierdo de la camisa la cual parece de camuflaje y lleva una gorra tipo militar. Manolo está de pie dentro de una casa de madera; detrás de Manolo se observa la porción derecha de la cabeza de una mujer y también una segunda mujer cuya mano derecha toca ligeramente su hombro derecho. Ella tiene un anillo matrimonial en el dedo anular y Manolo tiene los brazos paralelos a su cuerpo. Hace algún tiempo, Loraine Perrone me autorizó reproducirla y esa copia es la que reproduzco aquí. Ah, olvidaba decir, que tras el allanamiento pregunté a don Nicolás por que dijo que Manolo era su compadre sin serlo y su respuesta fue: “Bueno, fue tan gordo el susto que pasamos que me sa1ió ‘hacerlo’ mi compadre después de muerto.” Creo que no está demás transcribir aquí dos estrofas que aún recuerdo, de unas copias que compuso Manuel Titica, decimero analfabeta altamireño, con motivo del discurso de Manolo cuando visitó Altamira en 1962. Un curricán de gente Aplaudió a don Manolo, Cuando dijo que lucharía Por la escuela y la comía. Conté ai compadre Guanchito Lo que Manolo había dicho, Y dijo mi compai sudando: “Ya ta ese comunita divariando”. 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Morales y Welles. Una versión necesaria para la historia del exilio antitrujillista.

Morales y Welles Una versión necesaria para la historia del exilio antitrujillista « ARTÍCULO ANTERIOR A sus 84 años, Hugo trabaja y crea; no piensa en el retiro Por EUGENIO GARCÍA CUEVASE (UGENIOGARCIACUEVAS@GMAIL.COM) 2:00 am Portada del libro “Correspondencia entre Ángel Morales y Sumner Welles”, de Bernardo Vega Aporte Uno de los eslabones más difusos del relato histórico dominicano del siglo XX es el devenir del exilio político antitrujilista: se trata de un terreno plagado de grietas y zonas oscuras. Aunque se han realizado contribuciones de valía para llenar esos vacíos todavía la historiografía dominicana no cuenta con una cartografía clara de lo que fue ese exilio, huida y espanto, que se manifestó desde el inicio mismo de la dictadura de Trujillo y que se mantuvo goteando escapes de ciudadanos hasta el final del régimen que es cuando se inicia el retorno de los que habían sobrevivido allá afuera. Algunos incluso empezaron a llegar con sus hijos, esposos y esposas. Venían por primera vez al país de donde habían salido sus padres por razones estrictamente políticas. Esa historia no ha sido contada de manera orgánica –si eso es posible– aunque se ha avanzado, pero las contingencias metodológicas, interpretativas, documentales y orales siempre pueden traer elementos nuevos. No digo nada original: estos huecos han sido señalados por Bernardo Vega y Roberto Cassá y ambos, junto a la también historiadora Mu-Kien Adriana Sang, han hecho esfuerzos y contribuciones encomiables por llevar luz a esos agujeros. Quien escribe ha hurgado por años en publicaciones y documentos inéditos que hacen referencia directa o circunstancial a ese periodo de nuestra historia.También ha realizado entrevistas a protagonistas directos, allegados y familiares de algunos de esos exiliados, pero todavía no ha sido posible formar un panorama claro de lo que significó esa experiencia traumática. Se carece de cuadros-escenas informativos que concierten versiones de esa existencia errante colectiva que se mantuvo nómada por casi los 31 años que duró la dictadura. Aun así, en los textos examinados hay numerosos indicios para formarnos una idea más amplia de lo que significó ese exilio, casi siempre lleno de peligros, inseguridades e intrigas de todo tipo. Sospechamos que hay mucha información que todavía se mantiene en los archivos familiares y otra a la que nunca tendremos acceso porque simplemente se perdió o fue desaparecida intencionalmente por los organismos de seguridad de entonces: no todo se llega a saber en este mundo, hay quienes se llevan muchos secretos a la tumba. En algunos de los documentos desclasificados por el Departamento de Estado de los Estados Unidos y los de la Secretaría de Estado de Relaciones Exteriores de la República Dominicana, recopilados y publicados respectivamente por Bernardo Vega y Mu-Kien Sang, aunque vistos mayormente desde las perspectivas de los vigilantes y los perseguidores oficiales hay señales reveladoras de por dónde se desplazó una parte notable de ese exilio y de las dificultades personales y colectivas que tuvieron que afrontar y sufrir esa pléyade de dominicanos y dominicanas comprometidos con derrocar el régimen e iniciar un proyecto de apertura a la democracia representativa y liberal. Hay también en estos escritos huellas de los que aspiraban desde la lejanía, y en alianza con la oposición interna, a abolir al régimen trujillista y de llevar a cabo una revolución de disposiciones marxistas en el contexto de la Guerra Fría. Es casi innecesario recordar que tanto el Partido Revolucionario Dominicano, el Movimiento Popular Dominicano y el Movimiento de Liberación Dominicana, entre otras organizaciones, nacieron en el destierro y fue desde esa distancia que pensaron y diseñaron sus primeros programas para refundar el país en todos los órdenes una vez eliminado el régimen. Aun las hazañas valientes y heroicas realizadas por el exilio dominicano antitrujillista, que muchas veces contó con el apoyo y la solidaridad internacional, lo cierto es que tanto su movilidad como su posibilidad de acción fueron llevadas a cabo en condiciones muy precarias. Ahí están las experiencias fallidas del Mariel (1934, aunque casi imperceptible), Cayo Confites (1947), Luperón (1949) e incluso la invasión del Movimiento de Liberación Dominicana por Constanza, Maimón y Estero Hondo (1959) ensambladas mayormente en Cuba, aunque algunas de ellas contaron con voluntarios de otros países. Estas iniciativas fueron movedizas no solo por los conflictos estratégicos y las disputas personales internas, sino también debido a la eficacia de los sistemas de extensiones represivas que creó Trujillo a través de sus consulados, las embajadas, y la Secretaría de Relaciones Exteriores, entre otros recursos, y en cónclave muchas veces con el mundo gansteril y el apoyo eficiente de las técnicas del espionaje internacional. De ahí entonces la necesidad de leer, releer los textos existentes y escuchar los testimonios con suma atención y suspicacia. En las contrainsurgencias de Trujillo hacia el exilio, ya fuera a través de informes secretos o asistencia de sus funcionarios o foros internacionales a defender la dictadura, confluyeron intelectuales de la altura y valía de Manuel Arturo Peña Batlle, Joaquín Balaguer, Héctor Inchaústegui Cabral y Tomás Hernández Franco, entre otros. A estos hay que sumarles las agresiones directas de baladrones de la baja calaña de Féliz W. Bernandino y Johnny Abbes, por solo mencionar algunos. Las luchas internas de los propios exiliados, el espionaje, la difamación, el atentado, la persecución, el asesinato y hasta el secuestro mismo fueron obstáculos para que los exiliados dominicanos antitrujillistas lograran una mayor libertad y coherencia pragmática y programática de sus acciones. Pero aun así una cuantía significativa de este exilio se tomó los riesgos que tenía que tomarse y apostó a la posibilidad de derrocar al régimen trujillista a través de las armas en varias ocasiones. Muchos de los combates de ese exilio, aunque fragmentados y difusos, han sido divulgados a través de libros de memorias, relatos orales, reportajes e incluso documentales. En esa dirección el reciente epistolario entre Ángel Morales y Sumner Welles que acaba de publicar el AGN, de la autoría de Bernardo Vega, es una aportación cardinal para escudriñar parte de la ruta que recorrió ese exilio. Ello porque Carlos Morales vivió más de 20 años en el exilio y se convirtió en centro de muchos de sus movimientos. Welles, autor del libro La Viña de Naboth, fue un alto funcionario de Estados Unidos en el país y América Latina convertido con ciertas paradojas en antitrujillista, que muchas veces fungió como colaborador y consejero de Morales. A ambos les unió una gran amistad. En Morales tenemos una figura capital de la primera capa de exiliados. No obstante ello se trata de dos miradas que deben ser corroboradas y confrontadas con otras versiones de muchos de los personajes y situaciones referidos en las correspondencias entre ambos. Estas cartas abren nuevas posibilidades interpretativas e investigativas de lo que fue ese errar y sentido de lejanía-cercanía de ese exilio. En el corpus del exilio dominicano antitrujillista se pueden identificar al menos tres capas: una que cubre toda la década del 30, otra que abarca parte de la década del 40 y 50 y una tercera que arropa parte de los años 50 y que se extiende hasta la antesala de los meses finales de la dictadura. Cada una de ellas tiene sus figuras representativas que si no mencionamos es por falta de espacio. Ahora bien, hay otros dos exilios más: se trata del exilio que se inicia a partir de la muerte de Trujillo en 1961. Es un exilio al revés: los perseguidores trujillistas pasaron a ser los aterrados y perseguidos, aunque esta vez, contrario a los antitrujillistas, estos salieron con las arcas llenas de dinero y reservas enormes en los bancos extranjeros. Una excepción de los exiliados antitrujillistas lo fue Juancito Rodríguez, quien pudo sacar del país en 1946 más de un millón de dólares, dinero con el que se financió la compra de armas para la invasión de Cayo Confites en 1947. El otro exilio postrujillista es el que se genera en los 12 años de Balaguer (1966-1978): se trata de aquellos sectores provenientes mayormente de las izquierdas y del liberalismo que le hizo resistencia al proyecto balaguerista. Si en las narrativas del exilio antitrujillista hay vacíos en estos dos últimos hay muchos más huecos. La importancia de Ángel Morales es que este vivió casi todas las etapas del exilio antitrujillista (murió en 1959) y que siempre fungió, con sus altas y sus bajas, como figura protagónica y de confluencia. Los intercambios entre Morales y Welles suplen carencias de las crónicas del exilio antitrujillista y sirven para suministrar versiones propias y vincular muchos cabos sueltos. Solo habría que revalidar si las referencias a otros exiliados y situaciones registradas en este texto doble se sostienen. Lo más evidente por ahora es que más allá de las revisiones a las que puedan ser sometidas estas cartas son una aportación meritoria para el estudio del laberinto que ha significado la historia del exilio antitrujillista.