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domingo, 28 de marzo de 2010

“Mi lucha terminó con Virgilio”. Escrito por: ÁNGELA PEÑA


Areito
Reportaje

Homero Herrera Vásquez. En el recuadro, Virgilio Perdomo.Hoy/Rafael Segura

27 Marzo 2010, 9:59 PM
“Mi lucha terminó con Virgilio”

Palmero y Panfletero.
El deseo de derrocar la dictadura llevó a Homero Herrera Vásquez a formar parte de varias luchas patrióticas
Escrito por: ÁNGELA PEÑA

Homero Herrera Velásquez no sólo fue depositario de las armas que llevarían los guerrilleros a Manaclas, las que se utilizarían en Santiago para apoyar la revolución de abril y de la pistola personal de Virgilio Perdomo, amigo entrañable con quien compartió secretos días antes de que el revolucionario cayera en combate. También es el que atesora detalles desconocidos de la resistencia en el Cibao desde el trujillato hasta la eliminación de “Los Palmeros” en 1971.
Sobrevivió como “Panfletero” pero siguió la lucha contra los remanentes de la dictadura. Él, Virgilio y Manuel Bueno constituían un trío inseparable de rebeldes. Su vivienda de la avenida “Máximo Gómez” 45 fue refugio clandestino de líderes y combatientes por la libertad.
Con asombrosa exactitud recuerda nombres, direcciones, situaciones, fechas. Cuenta de las reuniones de Manolo Tavárez, los martes en la noche, en la calle “General Cabrera” 3, donde vivía Virgilio, que era “como el cuartel general” del 14 de Junio.
“Virgilio me dijo un día: tienes que alejarte, no volver para que no te quemes pues vas a ser el contacto para la loma”, narra. Entonces fue recibiendo emisarios con diferentes propósitos. El primero fue un hombre bonachón de aspecto campesino: “El guajiro”, que sirvió de guía al alzamiento en San José de las Matas.
Paradójicamente, este decidido revolucionario que con ejemplar coraje impulsó en Santiago tantos movimientos contra la represión, es en extremo pacífico. “No participé en hechos armados”, manifiesta al referirse al asalto al cuartel de Villa González, pero con el exiguo salario de empleado público, obsequió a Virgilio la pistola negra que le costó 50 pesos.
Por ser tan reservado y silencioso, Virgilio le encomendaba misiones peligrosas y confiaba en él sus proyectos. Él estuvo en la casa de “Titico Luna” en la calle “Santomé” cuando Manolo se escondió en “La Hidalga” antes de su salida al combate.
Tuvo en sus manos el radio “Sentra transoceánico de ocho bandas” que llevarían los soldados y fue testigo de las armas que se escondieron en el aljibe del patio de Virgilio y en la casa de Nelson Viñas, en la calle “Cuba”. Homero también conservó las suyas: “armas largas, una cañón corto y otras que no tenían culatas, que completaban unos alambres”. Virgilio y Sóstenes Peña Jáquez, relata, se encargarían de la guerrilla urbana. Desconoce por qué fracasó.
Homero también sabía de los cartuchos, alforjas y mochilas que se prepararon en la casa de Leonardo Sánchez. “Aquello era un hormiguero humano”. El día de la masacre en Manaclas explotó una bomba casera en casa de Virgilio. Homero protegió a su camarada, acogido por José Antonio Hungría, padre de Georgina y Laura, que se reunían con Homero y Perdomo en la vivienda de éste último. “Lo escondió en un closet y cuando la policía se presentó dijo que su casa había que respetarla, que tenía dos hijas y dos hermanos generales”.
Tras el frustrado alzamiento recibió la llamada de la madre de Virgilio: “Aquí está Bacho, pero esta casa la allanan dos veces al día, quiero que te lo lleves, pero en coche, porque no puede caminar”. Raúl Pérez Peña había sobrevivido en el frente de Altamira. Homero lo recogió y se conmovió al verlo. “Estaba flaco, sucio, sólo se le veían los ojos, olía a monte y apenas podía moverse. Estuvo 22 días escondido. De allí salió repuesto, con buen ánimo”.
La guerra y Los Palmeros
Para muchos, los santiagueros fueron indiferentes a la guerra de abril. Homero lo desmiente con el testimonio de sus encuentros en la fortaleza San Luis y en la Aviación con Abraham Méndez Lara y Marcos Jorge, requiriendo armas para el combate, junto a la multitud. Virgilio le dejó instrucciones y dos AR-15.
En la 30 de Marzo con Salvador Cucurrullo se reunió gente de “La Línea” con bombas molotov. Pueblo Nuevo y La Joya se les unirían pero un disgusto entre los comandantes locales frustró sus acciones, afirma. “La Aviación no estaba con el pueblo, plantó los tanques en la pista para que no saliera ningún avión. No pudimos llegar, desde el puente nos hicieron devolver”.
Dice que estando junto a Leonardo Sánchez se presentó el guerrillero Luis Peláez anunciando: “Por la autopista están bajando cuatro tanques” y que regresaría en la tarde en un jeep. No volvió.
Como “bloquearon” participar en la revolución, “pensamos en extenderla a San Francisco de Macorís, la fortaleza era fácil de tomar”, comenta. Homero sería el contacto entre Sóstenes Peña Jáquez y uno que buscaría las armas con “un chele doblado” como contraseña, pero fueron delatados. “Virgilio tenía una cédula con el nombre de “Luis José Martínez”, fue apresado y a Sóstenes lo fusilaron. Al grueso, que bajaría de la capital, lo devolvieron”.
Ya en libertad, Virgilio se llevó las armas a Santo Domingo pero siempre iba donde Homero para sus reuniones con cuadros de Bella Vista, Los Pepines, ensanches Libertad y Espaillat. “En cada barrio tenía gente, después no apareció nadie”, expresa.
El 31 de diciembre de 1971, Homero fue visitado por un joven apodado “Monchy”: Virgilio quería verlo con urgencia. Le dio hora y dirección y Homero viajó al otro día. Detallista, relata la travesía y hasta el sabor de los dulces que le trajo, el encuentro, la estricta seguridad que rodeaba al “Palmero” quien según la descripción de Homero era un arsenal andante.
Le interrogó y por las preguntas, Homero dedujo después que buscaba lugares estratégicos para esperar a Caamaño. Tras dos horas de conversación en Las Américas, Homero fue recogido y llevado a un punto del Distrito. Fue la despedida final.
Virgilio también se movía por el Cibao pues después de su caída, un amigo contó que lo saludó en Santiago disfrazado: “Tú no has visto nada”, le advirtió el intrépido luchador.
Herrera abandonó la política con la muerte de su amigo. Miguel Cocco lo comprendió cuando al pedirle colaboración Homero le contestó: “No, mi lucha terminó con Virgilio”.

Se profundiza nuestra encrucijada. Escrito por: FIDELIO DESPRADEL

http://www.hoy.com.do/opiniones/2010/3/27/319496/Se-profundiza-nuestra-encrucijada
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27 Marzo 2010, 11:43 PM

Se profundiza nuestra encrucijada

La República Dominicana se dirige a una crisis de gobernabilidad
Escrito por: FIDELIO DESPRADEL


¿Acaso las mafias políticas, las del lavado y el narcotráfico, y de las organizaciones delincuenciales van a ceder el poder tranquila y pacíficamente, como quien participa en una fiesta? ¿Acaso las cúpulas sociales-económicas-oligopólicas y el gobierno norteamericano (perfectamente informados sobre todo esto), temerosos de la inmensa fuerza de pueblo y de opinión pública que se requiere para desalojar esas poderosísimas cúpulas políticas-delincuenciales del poder, no van acaso a intentar darle el rumbo que más le convenga a sus intereses, a ese proceso de cambio, al cual nos acercamos inexorablemente en la República Dominicana?¡Piensen bien en esta encrucijada, dominicanos y dominicanas conscientes! Basta leer lo que dicen los titulares de los periódicos para darse cuenta que el país se dirige a una crisis de gobernabilidad. Con el agravante de que todavía no hay una poderosa fuerza política progresista, alternativa, a la vista del grueso de los dominicanos y dominicanas.¡Échenle una ojeada a los dos artículos de Minerva Isa sobre el narcotráfico, al magnífico trabajo de Rosario Espinal (Caravaneo, Narco y Terremoto) del 17 de marzo pasado, para que identifiquen el precipicio hacia el que nos empujan! ¡Asómbrense del desenfado del señor Fadul, a través del You Tube (que le da la vuelta el mundo) con acusaciones impublicables contra el señor Presidente, sus ministros y el conjunto de la administración pública, para identificar a dónde nos está empujando esta crisis!Un escándalo se opaca con un escándalo mayor, pero la situación sigue agravándose. Y mientras tanto, en el horizonte inmediato de estas elecciones, el país se debate entre la alternativa de que el poder del dinero le dé una franca mayoría congresional al PLD, lo que nos colocaría de inmediato en el carro de la reelección, mediante otro pequeño cambio en la Constitución, o se la dé al señor Vargas, que ha sido ungido por el propio Dr. Fernández como su oponente, lo que introduciría una situación demencial ante las elecciones del 2012.Por eso es que digo que lo central ahora no son los gravísimos problemas que se ciernen sobre el país, que lo conducen hacia el despeñadero, sino el de trabajar con todas las fuerzas que seamos capaces de concitar todo lo progresista y todo lo decente del país, para construir una alternativa política, con miras al 2012, que barra del poder a todos los Fernández y Vargas, y que frene de cuajo los planes que puedan estar articulando los norteamericanos y sus socios criollos, que están mucho mejor informados sobre el país que todos nosotros, y cuyos intereses coliden con la inmensa mayoría que quiere un cambio decente, para cambiar el rumbo.

Era de Trujillo: El exterminio de la familia Perozo

Era de Trujillo: El exterminio de la familia Perozo

http://www.diariolibre.com/noticias_det.php?id=239601

LECTURAS por SANTIAGO ESTRELLA VELOZ

José Luis PerozoLa familia Perozo no escapó a la saña de Trujillo. Los hermanos Faustino y Andrés Perozo intentaron matar al dictador el 24 de mayo de 1932, en San José de las Matas. Su hermano César Perozo también estaba implicado en la trama. El plan fracasó porque Trujillo llegó retrasado y todo parece indicar que hubo alguna delación, pues en la llamada Era de Trujillo eso era común. Los Perozo y la familia Martínez Reyna, también opositora a Trujillo, estaban estrechamente vinculadas, a tal punto que muchos conocidos no se atreverían siquiera a saludarlos, por temor a perder la vida por decisión de aquella tiranía inconcebible.
El mismo día 24 se produjeron dos enfrentamientos entre los conspiradores y un grupo de guardias. Uno de ellos tuvo lugar en el sitio llamado Jaramillo, donde lo soldados los rodearon. El otro encuentro se produjo en Pedregal, municipio de San José de Ocoa donde murieron los hermanos Perozo, aunque otras versiones dan cuenta de que fue en el paraje Corralito, sección de Carrizal, a 25 kilómetros al sur de San José de las Matas. Sobrevivieron a la acción armada siete compañeros, entre ellos Virgilio Mainardi Reyna y Lorenzo Álvarez Perelló (a) Puchulo, porque lograron separarse del grupo y escaparon hacia las estribaciones de la Cordillera Central.
Cientos de guardias los perseguían. Perdieron los mulos y tuvieron que separarse. Mainardi Reyna comentaría años más tarde que solamente supo que Álvarez Perelló logró llegar a la frontera, para entrar subrepticiamente hacia Haití, con lo cual salvó la vida. Campesinos de la zona de los combates fueron apresados y fusilados por no haber reportado a las autoridades militares la presencia de los alzados, estos los convertía en "sospechosos de cooperar con el enemigo", según se decía entonces.
Errante, cansado y casi muerto por el hambre, Mainardi Reyna logró sin embargo que algunos campesinos le proporcionaran comida. Según datos del historiador Bernardo Vega, en la confluencia de los ríos Bao y Yaque del Norte, municipio de Jánico, encontró la protección de Mongo Adames, un tío de Monseñor Roque Adames, quien fuera Obispo de Santiago. Don Mongo le asignó un peón para que lo sacara del monte que desconocía, pero el hombre se le desapareció, parece que por miedo. En la sierra, en horas de la noche, Mainardi Reyna encontró un bohío, donde el dueño-ajeno a lo que había acontecido-conocía a la familia Mainardi, la cual tenía una finca en el sitio llamado La Otra Banda. Mainardi Reyna le pidió que le llevara hasta la finca, pero ocurrió que el general José Estrella-matón de Trujillo en el Cibao-se enteró de la presencia de Mainardi Reyna en la finca y envió un nutrido grupo de guardias para capturarlo. Un peón avisó a Mainardi Reyna del peligro que corría si se quedaba allí, razón por la cual esperó la noche para tratar de llegar a la ciudad de Santiago, como en efecto ocurrió al día siguiente.
Sin embargo, fue poco lo que duró en la casa paterna, pues por razones de seguridad tuvo que trasladarse a la residencia de Augusto Lora, quien con el tiempo sería vicepresidente de la República (1966-1970). Pero también de allí se marchó, trasladándose a una casa donde nadie podía sospechar que estaría un enemigo de Trujillo. Esa vivienda estaba cercana a la fortaleza San Luís. En ella vivía una anciana que se dedicaba a colar café para su venta. Era una amiga de la familia. Mainardi Reyna vivió allí dos meses, mirando por las rendijas de los setos las patrullas que entraban y salían del recinto militar.
Rafael Mainardi, padre de Virgilio, logró entrevistarse con su amigo Trujillo en San José de las Matas. Trujillo, simulando que lo ignoraba todo, le preguntó qué buscaba en el lugar, a lo que su interlocutor le dijo que tenía un hijo "medio loco". Trujillo, volvió a preguntarle quién era ese hijo.
Entonces don Fello le explicó todo el asunto, pidiéndole que concediera permiso para que su hijo pudiera salir del país. Cosa muy rara, Trujillo inmediatamente tomó lápiz y papel, con membrete de la Presidencia de la República y, tras poner la fecha San José de las Matas, 29 de julio de 1932, le concedió "amplias garantías al joven Virgilio Mainardi para que pueda hacer su presentación, y pueda, si lo desea, embarcarse para Puerto Rico". Igualmente recomendó a las autoridades civiles y militares prestarle toda clase de protección y ayuda". Los padres de Virgilio lo buscaron y de inmediato lo embarcaron en el vapor Borinquen.
Virgilio Mainardi Reyna permaneció en el exilio hasta que Trujillo fue muerto a tiros la noche del 30 de mayo de 1961. Cuando retornó al país, ya decapitada la tiranía, fue designado Gobernador de Santiago. El autor tuvo el grato placer de entrevistarle varias veces en su residencia campestre de Santiago.
En una entrevista publicada por el desaparecido periódico El Día, Mainardi Reyna dijo: "Éramos una juventud rebelde y adolorida por los excesos cometidos abiertamente por la dictadura: por eso resolvimos jugarnos el todo por el todo para irnos a juntar a los invasores que, según decían los Perozo, estaba organizando (Rafael) Estrella Ureña en Haití o, en último caso, acelerar su llegada".
Andrés Perozo, compañero de afanes de Mainardi Reyna, era abogado y llegó a ser juez de la Corte de Apelación de Santo Domingo en el gobierno de Horacio Vásquez.
Trujillo no podía soportar que un enemigo suyo estuviera en un cargo público, razón por la cual le pidió la renuncia. El licenciado Perozo, hombre firme y de ideas liberales, se negó. Trujillo ordenó encerrarlo en la Torre del Homenaje, donde se le hizo firmar la renuncia a la fuerza. Tiempo después fue puesto en libertad. El desprecio del licenciado Perozo y sus hijos hacia el dictador explica por qué querían darle muerte.
El investigador histórico José Abigail Cruz, en un relato sobre algunos de los crímenes de Trujillo dice que "la familia Perozo tuvo que pagar un precio de sangre muy alto por su oposición radical al régimen de Trujillo desde sus inicios; fue una lucha desigual, una lucha de exterminio que no conoció fronteras. Esta valerosa y digna familia vio perder en cadena trágica a todos sus miembros varones, que uno a uno cayó abatido por los sicarios de la dictadura. Murieron en todos los frentes, como valientes que eran, con las armas en las manos y sufriendo horrores por la persecución y desaparición. Era una familia sinónimo de heroísmo y estoicidad. Hombres y mujeres que enfrentaron al cruel tirano sin detenerse a pensar en el riesgo para cada miembro".
José Luis Perozo, adolescente, tierno e indefenso encontró la muerte a manos de un criminal despiadado en el parque de San Francisco de Macorís, donde residía con su madre y hermana, después de salir despavoridos de Santiago de los Caballeros a causa de la persecución desatada en su contra por los esbirros de la dictadura.
La noche del 13 de junio de 1945, al regresar de estudiar con sus compañeros que preparaban el final de curso para los exámenes, un individuo se le acercó y le hirió con un cuchillo en el vientre. José Luís fue llevado al cuartel de la policía, donde se le desangraba, hasta que un médico llamado Federico Lavandier arriesgó su vida al tratar de auxiliarle, hasta que se permitió llevarle al hospital, distante a unos dos kilómetros, pero era demasiado tarde. El jovencito tenía entonces trece años "Hoy día aquel gesto ético y valiente del profesional nadie lo recuerda", comenta el ingeniero Leandro Guzmán, quien a partir de ahí sufrió un cambio en su vida, pues se dedicó a conspirar contra Trujillo hasta ser uno de los fundadores del Movimiento Clandestino 14 de Junio. Hoy día tiene 78 años y recuerda los hechos perfectamente.
Tras el crimen, el fiscal del municipio "invitó" a los compañeros de José Luis a que fueran a la cárcel, donde supuestamente se encontraba el asesino. Se les presentó un escenario terrible: colgando de una fina soga de mosquitero oscilaba un sujeto con un saco amarillo y pantalón del mismo color. Era un simple ladronzuelo que fue usado como chivo expiatorio.
En esos días, en la escuela donde estudiaba José Luís había aparecido un letrero en la pizarra que decía "Trujillo comemierda". El profesor, Ángel Severo Cabral, reunió a los muchachos para advertirle que si eso se sabía, la dictadura podría cerrar la escuela y meter presos a quienes considerara sospechosos. Pero se supo, y los sicarios del régimen pensaron inmediatamente que el responsable era José Luís Perozo Fermín. Por eso lo mataron, porque todos los Perozo y miembros de la familia Mainardi Reyna figuraban "en una lista negra" que era necesario eliminar.
La hermana de José Luís, Alfonsina, narra así aquellos dolorosos momentos para la familia mártir: "Han herido a José Luis", fue el primer aviso de la tragedia anunciada por un amigo. "Cuando llegamos allá y vimos aquel niño tirado en el piso del cuartel, todo lleno de sangre, aquellos policías, como fieras acordonaron el recinto. Ni mi madre, ni yo, ni nadie podía dar un paso hacia adentro".
El pueblo aglomerado asistía impotente a una desgarradora escena, de una madre clamando auxilio para un jovencito cruelmente apuñalado, dejado desangrar ante las miradas de todos. De modo que la víctima no era el niño asesinado, sino la madre misma y la propia multitud espectadora. La maquinaria trujillista que sesgaba vidas no respetaba a nadie. Caían dominicanos como también extranjeros si sus "faltas" eran contra el Jefe."
Fuentes consultadas:
"Vivencias" de Carolina Mainardi viuda Cuello. Editora Manatí, Santo Domingo 2000. Bernardo Vega. Trujillo y Haití. Editora Taller, Santo Domingo, 1995. De espigas y de fuegos. Leandro Guzmán Rodríguez, Editora de Colores, S.A., Santo Domingo, 1998. J. Armando Lora. La confabulación de los Perozo. El Día, Santiago, 29 de junio de 1981. Abigail Cruz Infante. Cosas que ocurrieron en la Era de Trujillo: algunos crímenes. Listín Diario, 27 junio de 1981.

De Santiago Estrella Veloz

sábado, 20 de marzo de 2010


Wen: el panfletero.-Escrito por Angela Peña

Areíto
Reportaje

Wen: el panfletero
Escrito por Angela Peña

“Yo envejecí con el dolor, viajando a las cárceles los jueves y domingos. Nunca tuve miedo. Adoré a mi hijo desaparecido y cuidaba los que me quedaron porque pensaba que detrás de él podían llevarse otro. Hablaba, insultaba a Trujillo y sus esbirros, pero en medio de mi angustia encontré mucha gente que vino a consolarme”.

Thelma Gómez Taveras rememora esos trágicos momentos cincuenta años después del fatídico 15 de enero de 1960 cuando vio a su hijo por última vez. A las diez de la noche fue a buscarlo un alcahuete identificado como agente del departamento de robos, advirtiendo que el joven había comprado un reloj robado.Él no usa prendas-, replicaron sus padres. Pero el desalmado insistió en interrogarlo y se lo llevó frente a la madre y los sorprendidos hermanos. El papá se negaba a dejarlo ir pero sólo le permitieron acompañar al precoz revolucionario hasta dos esquinas adelante donde aguardaban los sicarios en uno de los aterradores “carritos cepillo” de esa “Era” tenebrosa.Wenceslao Marcial Guillén, Wen, se erigió en líder de un aguerrido grupo de muchachos de Santiago resueltos a desenmascarar las atrocidades del régimen de Trujillo. Fue el ideólogo de la redacción y circulación de un volante que estremeció la República y enfureció sobremanera al sátrapa calificado en la hoja suelta como “un mierda”.Estudioso, honrado, discreto, valiente hasta la temeridad, conquistó decenas de adeptos que en células de tres secretamente formadas en los barrios se unieron a su causa. Salvajemente los asesinaron prácticamente a todos en la cárcel “La 40”. Su familia jamás tuvo noticias de este mártir despectivamente bautizado por sus opresores como “jefe de los panfleteros”.Thelma y sus hijos Bernardino (Naro) y Paulino (Nino) recuerdan en este luctuoso aniversario pasajes de los pocos años que compartieron con el vástago mayor, nacido el 28 de septiembre de 1939. Otra hermana es Aridia. El padre, fallecido, se llamaba Ricardo Guillén.La noche que fueron a buscarlo, Wen presentía su destino. Por eso fue al aposento a ponerse camisa y se despidió del hermano segundo: “Naro, a lo mejor no nos vemos más”.Probando el dolor. Estudió en la Iglesia Adventista, la escuela “Generalísimo” y cursaba cuarto de bachillerato en el liceo Ulises Francisco Espaillat cuando lo asesinaron. Estaba tan inmerso en los estudios que nadie sospechaba de los recortes de prensa antitrujillista que guardaba en el baúl, las emisoras extranjeras que escuchaba en las madrugadas, el refugio que preparó para, en unión de Manuel Bueno y Homero Herrera, redactar el documento que le costó la vida.“Los vi un día trabajando con madera en alto y bajo relieve y me echaron: ¡Vete!”, cuenta Naro. La abuela lo observó en diferentes momentos temblando mientras hacía contacto con cables eléctricos, como si se preparara para las torturas, y en una ocasión en que fue al dentista frente a la iglesia San Antonio, le pidió que no usara anestesia para hacerle una extracción. “Usted va a sacarle una muela a un hombre”, dijo al asombrado profesional.Taciturno, con estatura de más de seis pies, caminaba cabizbajo, narran, y juró que no levantaría la cabeza hasta que no mataran a Trujillo. “Quedó medio encorvado”, afirman.En 1960, cuando se lo llevaron, faltaba un año para que Wen se hiciera bachiller. “Decía que se iba a enganchar a cadete porque a la fiera había que matarla desde el vientre”.Aguilucho, criaba gallos y gallinas y vendía espuelas. Había días en que subía a Nino en sus hombros y lo llevaba al “Play”. Le enseñó a amarrarse los zapatos.Después de aquel adiós forzado por la guardia trujillista, Wen no retornó. Thelma viajó a Santo Domingo, islas Beata y Saona, Montecristi, Puerto Plata y otros pueblos del país en busca del hijo cuyas actividades eran del dominio del régimen. “Ellos sabían su vida y la de todos nosotros”, refiere esta dama valerosa, íntegra, a la que Minerva Mirabal aconsejó no perder las esperanzas.El Presidente Bosch asignó pensiones a cada madre, Thelma no la aceptó al igual que rechazó el apartamento que le ofreció Balaguer. “No voy a cobrar por la muerte de mi hijo, él dio su vida por la Patria”, alegó.Wen, el “panfletero” olvidado, sin tumba ni homenajes aunque se anunció que se designaría una calle en su memoria, fue esperado durante años por la abnegada mujer. Todavía piensa que lo verá llegar, manifiesta. “Yo fui una ilusa, y aún creo algunas veces: cuidado si está vivo”. Pocos choferes se atrevieron a transportarla. Hoy expresa gratitud para los pocos que expusieron su vida llevándola esperanzada por todas las prisiones. “Nunca lo di por muerto”, exclama detallando la infinidad de listas de presos que revisaba.“Por compañeros de cárcel sobrevivientes supimos que a los panfleteros los eliminaron y no los llevaron muy lejos de “La 40” , siempre se ha dicho que los tiraban en La cementera, el mar, La Incineradora, pero muchos coinciden al decirnos que los carritos salían con los cadáveres y regresaban seguido”, expresan los Guillén.El intrépido Wen no asumió compromisos sentimentales para no decepcionar a la que correspondiera a su cariño pues contó a su hermano que tenía dos novias. “Se llamaban, decía, Patria y Libertad”.
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Wen: el panfletero. -

Areíto

Reportaje


Wen: el panfletero

Escrito por Angela Peña



“Yo envejecí con el dolor, viajando a las cárceles los jueves y domingos. Nunca tuve miedo. Adoré a mi hijo desaparecido y cuidaba los que me quedaron porque pensaba que detrás de él podían llevarse otro. Hablaba, insultaba a Trujillo y sus esbirros, pero en medio de mi angustia encontré mucha gente que vino a consolarme”.


Thelma Gómez Taveras rememora esos trágicos momentos cincuenta años después del fatídico 15 de enero de 1960 cuando vio a su hijo por última vez. A las diez de la noche fue a buscarlo un alcahuete identificado como agente del departamento de robos, advirtiendo que el joven había comprado un reloj robado.Él no usa prendas-, replicaron sus padres. Pero el desalmado insistió en interrogarlo y se lo llevó frente a la madre y los sorprendidos hermanos. El papá se negaba a dejarlo ir pero sólo le permitieron acompañar al precoz revolucionario hasta dos esquinas adelante donde aguardaban los sicarios en uno de los aterradores “carritos cepillo” de esa “Era” tenebrosa.Wenceslao Marcial Guillén, Wen, se erigió en líder de un aguerrido grupo de muchachos de Santiago resueltos a desenmascarar las atrocidades del régimen de Trujillo. Fue el ideólogo de la redacción y circulación de un volante que estremeció la República y enfureció sobremanera al sátrapa calificado en la hoja suelta como “un mierda”.Estudioso, honrado, discreto, valiente hasta la temeridad, conquistó decenas de adeptos que en células de tres secretamente formadas en los barrios se unieron a su causa. Salvajemente los asesinaron prácticamente a todos en la cárcel “La 40”. Su familia jamás tuvo noticias de este mártir despectivamente bautizado por sus opresores como “jefe de los panfleteros”.Thelma y sus hijos Bernardino (Naro) y Paulino (Nino) recuerdan en este luctuoso aniversario pasajes de los pocos años que compartieron con el vástago mayor, nacido el 28 de septiembre de 1939. Otra hermana es Aridia. El padre, fallecido, se llamaba Ricardo Guillén.La noche que fueron a buscarlo, Wen presentía su destino. Por eso fue al aposento a ponerse camisa y se despidió del hermano segundo: “Naro, a lo mejor no nos vemos más”.Probando el dolor. Estudió en la Iglesia Adventista, la escuela “Generalísimo” y cursaba cuarto de bachillerato en el liceo Ulises Francisco Espaillat cuando lo asesinaron. Estaba tan inmerso en los estudios que nadie sospechaba de los recortes de prensa antitrujillista que guardaba en el baúl, las emisoras extranjeras que escuchaba en las madrugadas, el refugio que preparó para, en unión de Manuel Bueno y Homero Herrera, redactar el documento que le costó la vida.“Los vi un día trabajando con madera en alto y bajo relieve y me echaron: ¡Vete!”, cuenta Naro. La abuela lo observó en diferentes momentos temblando mientras hacía contacto con cables eléctricos, como si se preparara para las torturas, y en una ocasión en que fue al dentista frente a la iglesia San Antonio, le pidió que no usara anestesia para hacerle una extracción. “Usted va a sacarle una muela a un hombre”, dijo al asombrado profesional.Taciturno, con estatura de más de seis pies, caminaba cabizbajo, narran, y juró que no levantaría la cabeza hasta que no mataran a Trujillo. “Quedó medio encorvado”, afirman.En 1960, cuando se lo llevaron, faltaba un año para que Wen se hiciera bachiller. “Decía que se iba a enganchar a cadete porque a la fiera había que matarla desde el vientre”.Aguilucho, criaba gallos y gallinas y vendía espuelas. Había días en que subía a Nino en sus hombros y lo llevaba al “Play”. Le enseñó a amarrarse los zapatos.Después de aquel adiós forzado por la guardia trujillista, Wen no retornó. Thelma viajó a Santo Domingo, islas Beata y Saona, Montecristi, Puerto Plata y otros pueblos del país en busca del hijo cuyas actividades eran del dominio del régimen. “Ellos sabían su vida y la de todos nosotros”, refiere esta dama valerosa, íntegra, a la que Minerva Mirabal aconsejó no perder las esperanzas.El Presidente Bosch asignó pensiones a cada madre, Thelma no la aceptó al igual que rechazó el apartamento que le ofreció Balaguer. “No voy a cobrar por la muerte de mi hijo, él dio su vida por la Patria”, alegó.Wen, el “panfletero” olvidado, sin tumba ni homenajes aunque se anunció que se designaría una calle en su memoria, fue esperado durante años por la abnegada mujer. Todavía piensa que lo verá llegar, manifiesta. “Yo fui una ilusa, y aún creo algunas veces: cuidado si está vivo”. Pocos choferes se atrevieron a transportarla. Hoy expresa gratitud para los pocos que expusieron su vida llevándola esperanzada por todas las prisiones. “Nunca lo di por muerto”, exclama detallando la infinidad de listas de presos que revisaba.“Por compañeros de cárcel sobrevivientes supimos que a los panfleteros los eliminaron y no los llevaron muy lejos de “La 40” , siempre se ha dicho que los tiraban en La cementera, el mar, La Incineradora, pero muchos coinciden al decirnos que los carritos salían con los cadáveres y regresaban seguido”, expresan los Guillén.El intrépido Wen no asumió compromisos sentimentales para no decepcionar a la que correspondiera a su cariño pues contó a su hermano que tenía dos novias. “Se llamaban, decía, Patria y Libertad”.
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viernes, 19 de marzo de 2010

EEUU negó visado a Hamlet Herman. POR MIGUEL CRUZ TEJADA

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EEUU negó visado a Hamlet Herman
POR MIGUEL CRUZ TEJADA

Hermann habla a través de un video en pantalla gigante sobre su libro El eslabón perdido. En la tarima, la silla en la cual debió sentarse para encabezar el acto NUEVA YORK.- Después de más de 30 años del episodio de Playa Caracoles, el ex guerrillero Hamlet Herman, 80 años, edad, parece seguir siendo una amenaza para la seguridad de los Estados Unidos, cuyo gobierno le negó hace dos semanas una visa para venir a poner en circulación su libro El eslabón perdido en el Comisionado Dominicano de Cultura en esta ciudad.El lanzamiento del tomo se llevó a cabo el sábado en la noche, con una silla vacía en la tarima, para represent5ar la presencia de Hamlet, quien se dirigió a los presentes a través de una video grabación en la que dijo que lamentaba no estar presente en el acto.“No he podido estar con ustedes por obstáculos de las remanencias del bushismo, pero ya tendremos la oportunidad de estar juntos”, explicó en referencia al gobierno de George W. Bush durante el cual se endurecieron las medidas restrictivas a personas e instituciones extranjeras, consideras “enemigas” de los Estados Unidos.El ex guerrillero de Caracoles sigue apareciendo en la lista negra del Departamento de Estado y del Departamento de Seguridad Nacional, agencias federales encargadas de conceder los visados y dejar entrar o impedir las visitas de quienes figuran en la clasificación de “terroristas”.Sin embargo, durante el gobierno de Bush, Herman visitó Nueva York para poner en circulación otros libros suyos, pero en esa ocasión, viajó con un pasaporte oficial o diplomático del gobierno dominicano, siendo funcionario.La puesta en circulación de El eslabón perdido fue organizada por el Movimiento Presencia y Raíces con el apoyo del Comisionado de Cultura, Carlos Sánchez, y dirigentes de la institución dijeron que luego de negarle el visado, funcionarios de la embajada estadounidense en Santo Domingo, se presentaron a la residencia del autor para pedirle “disculpas” por el “inconveniente”.

miércoles, 17 de marzo de 2010

Las dos caras deAngelita Trujillo. Escrito por: ÁNGELA PEÑA


Reportaje
Las dos caras deAngelita Trujillo
Pupo Román después de arrestado

La Reina de la Feria de la Paz asegura en una entrevista por televisión que vivía muy alejada de la política, pero en su libro como una prodigiosa estratega en esa ciencia y desvela secretos de crímenes que nadie conocía
Foto 1 de 3

Escrito por: ÁNGELA PEÑA (a.pena@hoy.com.do)
La Angelita Trujillo que compareció al programa “El Informe” que produce Alicia Ortega, contrasta con la autora del polémico libro “Trujillo, mi padre… En mis memorias”, cuya circulación fue impedida por familiares de víctimas del trujillato y miembros de fundaciones patrióticas que consideran el contenido infame, falso, perverso, vil.
La presentada en la televisión es una abuela en apariencia dulce, tierna, evidentemente tan sensible que hasta lloró al recordar una malacrianza de su infancia frente al padre que gobernó al país con crueldad sin límites pero que ella describió como bueno, amoroso, “el mejor del mundo”.
La otrora aclamada “Reina de la Feria de la Paz y Confraternidad del Mundo Libre” se confesó tímida, humilde, negada a que la retrataran tanto en la llamada “Era de Trujillo”. En la obra que escribió es otra. Demuestra un increíble dominio de la política que aseguró no le gusta, y de las interioridades del régimen que impuso su progenitor. Desvela secretos de crímenes que nadie conocía y de situaciones que a muchos han parecido afirmaciones absurdas, como la participación de Luis Amiama Tió en el asesinato de las hermanas Mirabal y unas supuestas declaraciones del general José René Román Fernández (Pupo) que ningún autor ha publicado y sólo ella se ha atrevido, sin pruebas documentales, a externar.
Esta Angelita que el país pudo ver en televisión es también contradictora con la agresiva, vengativa, audaz “historiadora” –ella dice que su libro es historia- que tuvo el valor de consignar tantos episodios increíbles en los que envuelve protagonistas que jamás pudo concebir la mente humana. Comentó que durante la satrapía vivió “absolutamente en un mundo de fantasía”. Hablaba de los Estados Unidos, los viajes a Europa, reuniones y fiestas, manifestó. ¿Y cómo expone con tanta propiedad detalles de asesinatos, de la vida y el destino de los exiliados, los atentados y las tramas contra el dictador y otros hechos que, hasta ella, no eran del dominio público o se conocían en versiones diferentes?
Quienes han leído el escandaloso libro quedaron sorprendidos con esta mujer compasiva, conmovida al mencionarle las torturas a Sina Cabral. ¿Cómo pudo transformarse y articular con tanta propiedad capítulos calificados de venenosos, falsos?
Al margen de la ex reina. La intervención de René Fortunato arrojó luz sobre la causa de muerte de Ángel Morales, uno de los primeros opositores de Trujillo que para muchos había sido eliminado por orden del dictador. Manifestó que murió de un infarto. La confusión quizá se debe a que Trujillo ordenó asesinarlo en Nueva York, en 1935. Los sicarios mataron por equivocación a Sergio Bencosme, otro exiliado. Morales falleció dos años antes del ajusticiamiento.
El reconocido cineasta repitió la versión, que muchos han aclarado, de que Ramón Marrero Aristy fue asesinado en el Palacio Nacional. Su cadáver no apareció en Jarabacoa, como él dijo, sino en la carretera de Cazabito, en ruta hacia Constanza.
El 17 de julio de 1959, se informó que el escritor había perecido junto a su chofer Luis Concepción Belén, al caer su vehículo por un precipicio. En cuanto a que lo eliminaron en el Palacio, dice Manuel Javier en “Mis 20 años en el Palacio Nacional junto a Trujillo y otros gobernantes dominicanos” que esta afirmación “es dudosa y objetable. Es un hecho casi cierto, de toda certeza, que fue en la prisión de La 40 donde lo asesinó la gente de Johnny Abbes”.
En “Trujillo, aproximación al hombre y su tiempo” anota Fernando Infante que Marrero “fue asesinado a palos en la cárcel La 40…”.
Marrero era secretario de Trabajo cuando cayó en desgracia por supuestamente ofrecer durante un viaje informaciones adversas al régimen al periodista Tad Szulc que las publicó en The New York Times. Al regresar fue a entrevistarse con Trujillo que “lo ultrajó de palabras”. Afirman que el escritor, nervioso, “fue a sacar su pañuelo para secarse el sudor y un oficial del ejército, creyendo que iba a esgrimir un arma, lo mató de un balazo. Pero en el Palacio Nacional nadie recuerda haber escuchado un disparo en esa tarde negra… hay quienes opinan que Trujillo, después de vejarlo, ordenó su muerte al jefe del SIM y éste lo trasladó a La 40”, apunta Javier.
“Alejada de la política”. Angelita, quien aseguró en la entrevista que “en realidad yo vivía muy alejada de la política”, luce en su libro como una prodigiosa estratega en esa ciencia. Como entendida politóloga juzga el comportamiento de Balaguer durante la dictadura, la participación de Pupo Román en el tiranicidio y presenta a su padre como autor de todas las dichas y progresos que hoy disfrutan los dominicanos.
on las declaraciones de Pupo Román cuando estaba preso… Las conocía Balaguer. Quedaron en la Fuerza Aérea y no se las entregaron al Gobierno…”. ¿Cómo las obtuvo Angelita? De la actuación del general Román en el ajusticiamiento sólo se ha hecho pública una grabación con parte del interrogatorio que le practicaron cuando fue arrestado el 5 de junio de 1961. Está reproducido en el libro “Ayer, el 30 de mayo y después”, de Fernando Amiama y ha sido pasada en televisión por Luis Manuel Pellerano, sobrino del héroe. En el interrogatorio no hay alusión al crimen de las Mirabal.
La ex idolatrada hija del tirano afirmó, además, que Trujillo “sentó las bases para una democracia”, y que se han pasado 50 años hablando en contra de su padre. Su libro, añadió, “es la otra cara de la moneda”.

martes, 16 de marzo de 2010

Estoy estupefacta por Alfonsina Perozo

Lunes 15 de Marzo del 2010, actualizado 2:34 PM

TRIBUNA ABIERTA
Estoy estupefacta
Por Alfonsina Perozo

- 3/15/2010

Me han regalado el libro titulado “Trujillo, mi padre en mis memorias” escrito por Angelita Trujillo y estoy estupefacta, porque mientras más avanzo en la lectura más consternada me encuentro con respecto a lo expresado en el mismo.
Para la niña mimada de Trujillo, en el gobierno de su padre este país era un paraíso celestial y se vivía en paz y armonía. Claro está, eso fue así para ella, su familia y sus secuaces. Solo hay que ver las fotografías que aparecen en dicho libro para constatar la opulencia en que vivían quienes se adueñaron del país.
El libro es una evidencia de que la señora Trujillo vivió en una urna de cristal y no se enteró nunca de que aquí se sufría la más cruenta tiranía de las que padeció nuestra América hispana. El colmo es que desde su cómodo “exilio” en Miami, transcurridos 50 años, ha sido incapaz de enterarse de las atrocidades cometidas por su padre y su séquito.
No se enteró Angelita que todos los que no estuvieron de acuerdo o se plegaron a Trujillo fueron llevados a la cárcel de Nigua donde fueron torturados y les pasó lo que ocurrió con mi familia: mi padre Alfonso, mis tíos César, Faustino y Andrés Perozo, todos asesinados desde los albores de la tiranía de su padre. Luego, mataron a mi hermano José Luis, siendo apenas un niño de 14 años. Mas tarde, a mi primo Masu Perozo, quien vino en la invasión del 14 de junio. Fue capturado vivo, lo llevaron a San Isidro y lo asesinaron, ¿Quién sería el asesino?
La hija menor del dictador menciona en su libro una frase de Abraham Lincoln: “se puede engañar todo el tiempo a una parte del pueblo y a todo el pueblo, pero no se puede engañar todo el tiempo a todo el pueblo”. Le doy toda la razón, gracias a Dios, el pueblo dominicano no estuvo engañado todo el tiempo.
Refiriéndose a los santiagueros que vinieron en la invasión del 14 de junio, afirma la autora que fueron libertados por Trujillo, pero no tuvo la misma suerte mi primo Masu.
Hablando de los indultados por su papá, ella dice y cito: “un clásico era el caso de los impertinentes hermanos Perozo”.
Quiero manifestar que me siento muy orgullosa de ser hija de mi padre y sobrina de mis tíos, más aún con el calificativo “impertinentes” que utiliza la hija de Trujillo para definirlos, pues éste les cabe por el gran mérito de haber sido pioneros en conspirar contra el régimen de Trujillo desde sus inicios.
En mi pueblo natal de Santiago ya no quedan vestigios de calles ni callejones con el nombre de Trujillo. Sin embargo, en Santiago sí hay una calle que lleva el nombre de HERMANOS PEROZO.
Toda acción trae una reacción y el que siembra vientos cosecha tempestades y no fue una tempestad la llamada era de Trujillo, fue un ciclón que comenzó con San Zenón y duro 31 largos y oprobiosos años.

domingo, 14 de marzo de 2010

''De Pueblo Nuevo sólo yo quedé vivo''.-Escrito por: ÁNGELA PEÑA


Areíto




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José Rafael Colón fue apresado y torturado en la 40.Hoy/Rafael Segura
Foto 1 de 2

12 Marzo 2010, 6:10 PM
Reportaje ''De Pueblo Nuevo sólo yo quedé vivo''

Los panfleteros. El plan original de la tiranía era matarlos a todos
Escrito por: ÁNGELA PEÑA


Trujillo se llenó de ira al decirle que él era un mierda, y se lo decían unos muchachos. ¿No había matado a Galíndez? ¿No le puso una bomba a Rómulo Betancourt? Los que nos salvamos somos dichosos que no salimos locos de la cárcel, las torturas, los golpes, el terror psicológico.
José Rafael Colón, único sobreviviente de “Los panfleteros” de Pueblo Nuevo, Santiago, confiesa desconocer “qué lo protegía” pues fue introducido a patadas a la fortaleza San Luis donde le rompieron una costilla, luego trasladado a “La 40” y en los interrogatorios le quebraron un ojo y varios huesos, lo apretujaron desnudo junto a 72 presos para llevarlo a “La Victoria” “y yo le pedía a Dios que chocáramos para que la gente viera”.
Vivió los horrores de “El Coliseo” y “El pasillo de la muerte” de la mazmorra trujillista donde compartió con jóvenes de sus mismos ideales aunque de posición social superior. Él era un pobre analfabeto que había sido limpiabotas, vendedor de torta, helados “Marión” en palito y peón de albañilería.
Pero a los 18 años tenía clara conciencia de lo que era la dictadura de Trujillo, “cuando un guardia maltrataba un civil hasta por no tener la cédula, en la escuela nos poníamos mercurio y nos amarrábamos un pie para aparentar una herida porque el par de zapatos había que dividirlo con otro hermano, las madres dormían con sus hijos en el suelo o en catre, no había comida ni pobre que tuviera dos pantalones. El padre que lo crió ganaba 27 pesos recogiendo basura.
Esa realidad llevó a Colón a aceptar la propuesta de Simón Díaz de participar “en un grupo contra Trujillo”. Se reunían en la calle Anacaona esquina Enriqullo, en el dormitorio “Brisas de la Palma” donde vivía Simón, a escuchar emisoras extranjeras con mensajes del exilio. Simón era estudiante pero Colón no aprendió de letras pese a que lo inscribieron en la escuela “Peña y Reynoso” porque “era demasiado pobre”.
Nació en “La Joya” el 19 de junio de 1934, hijo de Armando Peña y Ana Rita Colón, pero ya tenía 28 años, mujer y un niño cuando asumió el peligroso encargo de distribuir el suelto cuyo texto recita de memoria.
“Como el siete de enero de 1960 Simón y yo salimos a regarlos a las nueve de la noche. Los dejamos en el estadio Cibao, y en las calles de los ensanches Bermúdez y San Rafael (Bolívar)”, narra mientras gesticula la acción. “¡Viva la Revolución dominicana! ¡Abajo el tirano! Con perdón de la expresión: Trujillo es una mierda”, enfatiza que expresaba.
De Pueblo Nuevo, donde su tía Justina Colón lo llevó a vivir muy niño, también regaron “panfletos” “Herminio Polanco, Ramón Ozoria, José Armando Díaz Hernández (Chichí), Francisco (Ule) Liz y Enrique Pérez Simó (Quiquito), recuerda.
Como si nada… “Regresamos a nuestras casas como si nada pasara. El 12 de enero agarraron a Herminio y lo soltaron tres días después, le dije a Simón: debemos tener cuidado, puede ser un gancho”. Continuó la persecución. A Simón lo apresaron el 17. Colón no se ocultó para no levantar sospechas pero fue requerido el 20 por un supuesto amigo apellido Disla, cuenta, quien le encargaría un trabajo, pero lo abandonó en la “avenida María Martínez” (luego Central y hoy 27 de Febrero) y ahí lo recogieron los esbirros.
En La 40 ó La Victoria encontró a José Tallaj, Pedro Jaime Tineo, “panfletero que era maestro”; Marcelo Bermúdez, “Rodrigote, a quien vi los gusanos transitando por los huesos del espinazo”, Fafa Taveras, Macarrulla, Fefé Valera, José Lázaro Gil Castillo, Ramón Antonio Gómez Hernández, Chiche Puig, Ángel Russo Gómez, Ramito Número Dos, de San Juan de la Maguana y otros”. Recibió torturas de Johnny Abbes, Candito Torres, Clodoveo Ortiz, manifiesta.
No sabe cuáles circunstancias motivaron que sobreviviera. Tal vez que sabía cocinar y lo encargaron de preparar el alimento de los presidiarios. Quizá el traslado temprano a La Victoria o posiblemente haber sido analfabeto, como aún lo identifican compañeros.
Le preguntaron si conocía el documento que pusieron frente a sus ojos y respondió que sí. “En Santiago muchos pulperos dan volantes a los muchachos para que los rieguen por diez centavos. Si tiré ese, no sé lo que dice, creía que era un anuncio de un jabón”, respondió. “Parece que ellos se tragaron la píldora”, comenta.
El humilde Juan Rafael, que está casado con Julia Altagracia Goris y vio morir a sus tres hijos; Víctor, Rita y Rafael Armando, dice que en el patio de la ergástula, Fafa Taveras le confió: “Hagan la declaración como les dé la gana, que a todos sus compañeros los mataron anoche”. Ahí fue que tuve la idea de decir que no sabía leer ni escribir”.
Indultado meses después, asegura que la intención era matarlos “uno a uno y empezaron por Camilo Disla, panfletero, y Eusebio Villamán, del 14 de Junio. Yo me salvé porque donde quiera iba con mi niño cargado”. O probablemente influyeron las fotos de Trujillo, su hermano Negro y su hijo Ramfis que colocó en la cédula donde le faltaban sellos. “Cuando la patrulla me pedía la cédula se la pasaba confiado en que no me iban a llevar preso. En La 40 la veían y me veían a mí y como que pensaban: Coño, éste es trujillista, no sabiendo…”.
Siente aún dolor por los encuentros en las cárceles con las madres a las que no pudo comunicar el destino de sus vástagos y por la marginalidad que soportó hasta el ajusticiamiento. “Me paraba en una esquina, podía haber siete y me dejaban con el poste de luz”.
Hoy, todavía desvalido, siente la satisfacción de “haber contribuido al derrocamiento de Trujillo, porque los panfleteros creamos conciencia contra el régimen. Nos tienen al menos porque éramos pobres, pero los que quedamos vivos se lo debemos a que nos confundieron con los del 14 de Junio. De haberlo sabido, nos hubieran eliminado a todos”.
En síntesis
Vivir para contarlo
Por su arrojo muchos jóvenes de Santiago pagaron con la vida el haber distribuido panfletos por la ciudad en contra de la sangrienta dictadura de Trujillo. Los pocos sobrevivientes del exterminio dispuesto por el tirano interpretaron de diferentes maneras el hecho de haber quedado con vida pues la maquinaria de represión era implacable.

domingo, 7 de marzo de 2010

Panfletero publicará sus memorias, Escrito por: ÁNGELA PEÑA

http://www.hoy.com.do/areito/2010/3/5/316477/ReportajePanfletero-publicara-sus-memorias





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Homero Herrera Velásquez fue panfletero.
Hoy/Rafael Segura
Foto 1 de 2

5 Marzo 2010, 7:28 PM
Reportaje
Panfletero publicará sus memorias
Escrito por: ÁNGELA PEÑA
“Muchos años después oí hablar de los panfleteros y yo mismo no sabía quiénes eran, habiendo sido uno de ellos. El nombre se lo puso despectivamente Johnny Abbes, en La 40”.
Homero Herrera Velásquez hace el comentario luego de contar la historia de su participación en la confección de los volantes contra Trujillo que circularon en el Cibao el 16 de diciembre de 1960, fecha en que cayeron algunos de los distribuidores. A Wenceslao Guillén, Wen, líder de este aguerrido grupo de adolescentes de Santiago, a Enrique Perelló y a Manuel Bueno los apresaron el 21 de enero. Jamás se supo de Wen.
Homero es un discreto, sencillo, silencioso sobreviviente, el amigo entrañable de infancia, adolescencia y vecindario de Guillén que estuvo junto a él hasta la misma noche de su detención. Posee un espíritu revolucionario que se manifestó también cuando escondió armas para la guerrilla de Manolo Tavárez, luchó en la guerra de abril y fue la persona de confianza de Virgilio Perdomo, de Los Palmeros.
A ruegos, porque odia el protagonismo, habla de “Los Panfleteros” con la autoridad que le confieren sus reuniones con el rebelde jefe de aquellos intrépidos que se congregaban secretamente en la casa 38 de la calle “General Valverde”, domicilio de Wen, quien habilitó un sótano bajo la terraza, sacó dos bancos en tierra, en medio colocó una mesita para el trabajo secreto y excavó un hoyo para esconder.
Además formaban el inseparable cuarteto Manuel Bueno y Rafael Fermín (Fello). Sólo entre ellos estaban enterados de la trama. “El único que conocía a todo el mundo era Wen, conocíamos como conspirador a Enrique Perelló pues un día le llevamos hasta pólvora”, relata.
El ex servidor público que trabajó 31 años para el Estado y aún espera una pensión, se mantuvo encerrado, vigilado, durante meses. Interrumpió sus estudios secundarios y aunque se alimentaba bien, rebajó 17 libras porque sentía “una tensión terrible”. Cuando volvió al liceo Ulises Francisco Espaillat dejaba a su madre la llave de su armario y al regresar la encontraba en la galería de su casa de la Máximo Gómez 45, “esperándome con el temor de que no regresara”.
De sus compañeros siempre tuvo la esperanza de que estuvieran vivos. Pero sufría viendo “a Paula Tineo, a doña Carmela y a otras madres y familiares dando viajes por las cárceles. A Manuel lo soltaron y un tío lo dejó en “Ciudad Trujillo” unos meses. Cuando retornó a Santiago, comenzamos a ir juntos al Liceo”, refiere.
Probablemente Homero es el único que conserva uno de los volantes que con tal esmero ayudó a imprimir. Domingo Cepeda lo escondió durante 50 años y se lo obsequió antes de morir.
Las osadas experiencias de Homero, que quizá deba su vida a la influencia de un tío trujillista, piensa, están contenidas en el libro “Vivencias de un panfletero de Santiago” listo para la imprenta. Relata cómo surgieron y se formaron, redacción del peligroso documento, el error por el que los descubrieron, cómo se salvaron algunos de la muerte, la distribución y otros detalles de los que ofreció avances.
Nació el 7 de abril de 1942 en Santiago, hijo de Horacio Herrera Bornia y Dilia Velásquez. Está casado con Milagros Chez, madre de sus hijos Homero Eliseo, Virginia Adela y Daiva Dilia.
El “Panfleto”. “Nos reuníamos en el parque Duarte y Wenceslao nos decía a Manuel Bueno y a mí cosas que oía de fuera, de los exiliados. Yo tenía 16 años, ya Wen estaba en la secundaria y Manuel y yo en la Intermedia México. Al año siguiente los tres estábamos en La Normal”, manifiesta.
Era 1958, Wen les fue “abriendo la mente”. Aunque desde pequeños jugaban pelota, Guillén llevaba tres años a Homero y cinco a Manuel.
“Decía ¡Abajo Trujillo!, por las noches y algunos se iban. Ya desde el extranjero pedían que escribieran “CT” (Contra Trujillo) en las paredes y donde pudieran. Wen llenó el liceo y los sanitarios de eso, y Manuel el laboratorio de Biología”. A partir de entonces sólo les permitían hacer sus necesidades fisiológicas vigilados por “los profesores Román y el teacher Tolentino”.
Pasada la expedición de 1959 “el pueblo comenzó a despertar” y Wen les anunció que harían los volantes. Dirían: “¡Viva la Revolución. Abajo el tirano. Libertad o muerte!”. Y al dorso: “Con perdón de la expresión: Trujillo es un mierda”.
Firmaba UGRI (Unión de Grupos Revolucionarios Independientes). Los chicos sugirieron a Wen eliminar la literatura de la parte de atrás porque se interpretaría como “cosa de muchachos, y porque si nos descubrían nadie quedaría vivo”. –Eso es lo que yo quiero, para que les pique- replicó el arriesgado estudiante que mandó a conseguir un clavo grande para machacarle la punta, linóleo, carbón, aceite, unas tablitas y moldes. Tomaron la tinta y la almohadilla de un tío de Homero, que había sido juez civil, Wen redactó el texto principal, Manuel perfeccionó las letras y escribió el otro. “Fello llevó hojas de maquinilla, que se partieron por la mitad”.
Homero pormenoriza preparación, hora, distribución y una advertencia de Wen: “Ni tú ni Fello van a tirar volantes”. Cincuenta años después, comenta: “Ahora comprendo por qué: nosotros éramos los que sabíamos todo”.
Wen ordenó que no tiraran panfletos en la casa de un identificado antitrujillista, pero le desobedecieron “y el hombre se mandó para la policía creyendo que era un gancho”. A Homero se lo confirmó años después la persona que recibió el suelto. Fue el primer fallo, atribuido al grupo de Nibaje, primeros en caer presos.
Otros panfleteros sobrevivientes que Homero conoció después son Pedro Sánchez Bourdierd, Regino Pepín, Rafael Colón y Rafael Benedicto.
Estas revelaciones son pocas comparadas con lo escrito en el libro. Otras son incógnitas despejadas, nombres de más actores de ese hecho que llevó dolor a Santiago. Las fotos que lo ilustran son inéditas, como el panfleto que ruega no reproducir. “No puedo adelantarlo todo”, reitera.