Wendy Santana
Santo Domingo
Una información manipulada y una falsa garantía de su vida y la de sus
compañeros en las montañas, si se entregaban, derrumbaron los años de lucha
democrática de un líder cuyos ideales procuraban la justicia social.
Sólo los campesinos que fueron obligados a presenciar la masacre de
guerrilleros ocurrida en Las Manaclas, el 21 de diciembre de 1963, conocen el
pesar de Manolo Aurelio Tavárez Justo cuando intentaba convencer a los militares
de que solo él era responsable de su insurrección en la montaña.
Los 16 hombres que lo acompañaban en ese momento cayeron baleados a sus pies,
uno por uno, y ya no le quedaba voz ni fuerzas para morir de una forma digna
frente a aquella escena desgarradora, cuando sólo quedaba él.
Convencido de que le habían mentido también cayó abatido junto a la gente que
creyó en sus ideales revolucionarios, pretendiendo restablecer la Constitución
del 63 que había sido anulada por el golpe de Estado contra el presidente Juan
Bosch, dos meses antes.
Su instinto de combatiente lo hacía resistirse a la entrega solicitada por
las autoridades, pero esos 16 hombres le pedían que se rindiera para poder
salvar sus vidas.
Ese fue el momento decisivo.
Manolo se debatió entre el deber de un guerrillero de mantenerse firme y el
dolor humano, y cedió.
A quienes prefirieron mantenerse en las montañas antes que rendirse al
enemigo les permitió irse, y apoyó a los cuatro que, dispuestos a morir primero,
decidieron presentarse ante militares armados para informar que el grupo había
optado por capitularse.
José Daniel Ariza, Luis Peláez, José Crespo, Napoleón Méndez (Polón), y
Rafael Reyes (Pitifia) desistieron de la entrega inmediata porque percibían que
las intenciones de los militares golpistas eran contrarias a las expresadas a
través de la radio por Manuel Tavárez Espaillat, del Triunvirato en el poder,
prometiendo que se le respetaría la vida.
Leonte Antonio Schott Michel, Alfredo Peralta Michel, y Juan Ramón Martínez
(Monchi), que optaron por ir en busca de la paz, murieron ondeando la banderita
blanca; viendo por última vez su ropa manchada con la sangre del patriota
caído.
Emilio Cordero Michel, que también sostenía la banderita blanca comandando el
grupo de los cuatro que tenían la difícil misión, resultó ileso de las primeras
ráfagas de dos militares armados de ametralladoras con los que se encontraron a
las cinco horas de camino, lo que le permitió informar el propósito del
encuentro.
Pero poco duró la ilusión de conseguir la paz que buscaban los compañeros de
alzada, porque los fusiles no vacilaron en apuntar hacia los guerrilleros cuando
se entregaron, y no valieron los esfuerzos de Manolo para que solo se ensañaran
con él. Los mataron a todos.
Momento de conmoción
Juan Germán Arias Núñez (Chanchano), quien
cuenta esta historia al equipo de investigación de LISTÍN DIARIO, encabezado por
su director Miguel Franjul, no puede mantener la mirada firme cuando narra ese
capítulo de su vida de guerrillero.
Rememorar el sacrificio de su comandante lo destruye.
Él formaba parte del frente que integraba Manolo Tavárez Justo, compuesto por
26 personas, y de los tres que se salvaron de morir junto a su líder porque
habían salido rumbo al pueblo el 28 de noviembre del ‘63 en busca de comida,
medicinas y frazadas, ya que las municiones se les había terminado.
Salvar su vida en ese momento resultó tan crucial como haber podido morir
junto a Manolo, pues al ser vistos caminando circuló la falsa noticia de que los
que salieron a buscar comida habían muerto y que el Ejército Nacional tenían al
resto de los guerrilleros vigilados y a punto de ser capturados.
Esa noticia era un señuelo para que los que quedaban en las montañas
entregaran sus armas y poder eliminarlos sin resistencia, humillándolos y
desmeritándo los frente a los únicos que podían salvarles la vida: los
campesinos.
Esto es lo que nubla el espíritu de Juan Germán Arias, quien a sus 67 años
todavía sufre la pérdida del guerrillero que pretendía cambiar el mundo
represivo que vivían los dominicanos tras el golpe de Estado del profesor Juan
Bosch y devolverle al país la Constitución de las libertades públicas.
Han pasado 46 años de aquel día gris en que los campesinos de Las Manaclas,
en San José de las Matas, presenciaron cómo mueren los héroes en el campo de
batalla, y todavía Chanchano se siente conmocionado.
Pacto entre guerrilleros
La forma en que cayó su amigo Manolo
Tavárez ha perdurado en su recuerdo de “torturas”, mucho más que cuando su piel
temblaba al comprobar la dureza del látigo y todo su cuerpo se estremecía con la
picana eléctrica que le aplicaron en enero de 1960 en la cárcel de La 40, por
ser antitrujillista.
La misma sensación de impotencia sintieron los compañeros de Chanchano en la
misión de buscar provisiones para continuar en las montañas, cuando vieron sus
sueños perdidos con la caída de Manolo.
Fidelio Despradel, Marcelo Bermúdez, Juan Germán Arias y Domingo Sánchez
Bisonó (El Guajiro) fueron los que salieron a cumplir esa tarea, producto de un
acuerdo al que arribaron en una reunión que sostuvieron un día antes.
Chanchano señala que la imprudencia del Guajiro al querer ir a una pulpería,
lo condujo a su muerte y a que los planes se quebraran.
“Él conocía todos esos campos, era nuestro guía porque conocía la ruta.
Pero de buenas a primeras dice que quiere entrar a una pulpería a orientarse
porque se sentía perdido; lo identificaron como guerrillero ¡y ahí lo atraparon!
El alcalde le dio una estocada y lo tiraron moribundo.
Antes de morir nos dijo: “...mátenlos a todos”.
“Fidelio, Marcelo y yo nos salvamos porque estuvimos en un ‘realismo
fantástico’, como dice Gabriel García Márquez, donde la realidad es más
fantástica que la misma fantasía. Todavía recuerdo cuando me pusieron la pistola
aquí, en la frente, al capturarnos buscando provisiones. Ya habían matado a
Manolo y a los otros; nos iban a matar a todos, pero nos llevaron presos”.
(+)
EL SACRIFICIO POR LA CONSTITUCIÓN DEL 63
GUERRILLA Lo que
hicieron Manolo Tavárez Justo y los demás hombres al irse a las montañas armados
fue conformar una guerrilla para distraer a los militares mientras otros grupos
preparaban en la capital las estrategias para restablecer el gobierno de Juan
Bosch, tras el golpe de Estado del 25 de septiembre de 1963. Una guerrilla es un
frente armado, compuesto por miembros civiles que asumen un papel militar para
sabotear.
GUERRILLEROS Fueron seis los frentes de oposición que se conformaron
contra el Triunvirato (órgano político que condujo el destino de la nación tras
el derrocamiento del presidente Juan Bosch), los cuales operaban en El Seibo,
San Francisco de Macorís, Altamira, Bonao- San José de Ocoa, Sierra de Bahoruco
y San José de las Matas, pretendiendo restaurar la Constitución que había hecho
Bosch y en la que predominaba el respeto a la vida.
COMANDANCIAS Manolo Tavárez Justo y sus compañeros, todos miembros del
Movimiento Revolucionario 14 de Junio (1J4) que combatía el régimen trujillista,
iniciaron la alzada guerrillera el 26 de noviembre de 1963.
La habían anunciado en una Proclama al Pueblo días antes en la que todo el
país se enteró de que había un combate constitucional y antigolpista, como
resistencia por la revolución reinvidicadora de la libertad.
LOS CAÍDOS Manolo Tavárez Justo, Jaime Socias, José Cabrera, Juan
Martínez, Jesús Barreiro, José Daniel Fernández, Rubén Díaz, Domingo Sánchez,
Manuel de Js. Founder, Leonte Schott, Fernando Martínez, Antonio Filión, Canoabo
Abel, Manuel de los Santos, Alfredo Peralta, Francisco Bueno, y Rubén Alfonso
Marte Guazo.
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