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domingo, 9 de agosto de 2009

La Acción Clero Cultural, una organización de la resistencia antitrujillista

Cuaderno de apuntes

Dedicada a la cultura dominicana

Conversación en la capilla:

A raíz de llegar los héroes de Constanza, Maimón y Estero Hondo el 14 de junio de 1959, una parte de la juventud universitaria se llenó de entusiasmo, ante el ejemplo dado por esos dominicanos que habían ofrendado sus vidas por la patria. Acuciados por esta inquietud, y aprovechando las vacaciones de verano, Rafael Taveras (Fafa), Antonio Ezequiel González y Francisco Aníbal González (Pachico) se reunieron el domingo, 5 de julio del año 1959, en la casa de Antonio Ezequiel, en la comunidad de Conuco, en Salcedo.

Entrevista a Francisco Aníbal González, luchador antitrujillista

La Acción Clero Cultural, una organización de la resistencia antitrujillista

Por Pedro Camilo


I. Conversación en la capilla:

A raíz de llegar los héroes de Constanza, Maimón y Estero Hondo el 14 de junio de 1959, una parte de la juventud universitaria se llenó de entusiasmo, ante el ejemplo dado por esos dominicanos que habían ofrendado sus vidas por la patria. Acuciados por esta inquietud, y aprovechando las vacaciones de verano, Rafael Taveras (Fafa), Antonio Ezequiel González y Francisco Aníbal González (Pachico) se reunieron el domingo, 5 de julio del año 1959, en la casa de Antonio Ezequiel, en la comunidad de Conuco, en Salcedo.

Tres años antes, las palabras de una educadora habían encendido la chispa del patriotismo en Pachico González, quien entonces era un joven de 16 años, estudiante del segundo año del bachillerato. Recuerda que la profesora María Teresa Brito cultivaba una gran amistad con Minerva Mirabal. Y un domingo, estando la maestra de visita en la casa de Patria Mirabal, colindante con la de Pachico, éste se acercó y la señorita Brito les dijo a él y a Minerva: -Miren, jóvenes, en ustedes descansa el porvenir de la patria.

En aquel domingo de julio, ahora en el hogar de Antonio Ezequiel, la frase de la señorita Brito se había convertido en fuego sagrado. Así, durante varias horas los jóvenes discutieron sobre la forma de aportar algún esfuerzo a la lucha para liberar al pueblo de la dictadura trujillista.

Ya a las cinco de la tarde, arribaron a dos conclusiones: primero, que para integrarse a esa causa, debían acercarse a los seminaristas, con la intención de conocer la actitud que ellos tenían en ese sentido; y segundo, que para poder llevar a cabo el movimiento y que no fueran detectados en lo inmediato, tenían que realizar una manifestación política a favor de Trujillo.

Esta última decisión fue adversada por Pachico González; pero al final, Fafa Taveras lo convenció de que esa estrategia era correcta, porque si no, cualquier actividad causaría suspicacia en las autoridades y en los agentes del SIM. Animados por tal iniciativa, los jóvenes salieron de la casa de Antonio Ezequiel y se dirigieron a la capilla de San José de Conuco, ya que intuyeron que los seminaristas podrían encontrarse ahí.

En efecto, los religiosos acababan de llegar. Entre éstos, se hallaban Juan González, Tobías Cruz, Vinicio Disla y Ramón de Jesús Pons Bloise (Monchú). Cuando el grupo les habló acerca de sus intenciones, uno de los seminaristas dijo que ellos terminaban de bajar de las lomas de Constanza, y que venían aterrorizados porque aquello era tierra arrasada. Sin muchos rodeos, concluyeron que estaban dispuestos a unirse a los estudiantes universitarios. Enseguida, se decidió que al día siguiente se reunirían en la iglesia de Tenares, donde había un sacerdote que los seminaristas conocían como antitrujillista y que tenía un liderazgo dentro de la juventud deportista cristiana. Se trataba del padre Ercilio de Jesús Moya.

Encerrados en un aposento de la casa curial, los estudiantes y los seminaristas sostuvieron un encuentro no sólo con De Jesús Moya, sino también con el padre Daniel Cruz, quien se encontraba de visita en la parroquia con el propósito de impartir un retiro. Luego de discutir algunos aspectos, el padre Cruz les dijo que él contaba con varias personas de Moca y de Santiago, las cuales podría ponerlas en contacto con el grupo. Asimismo, los estudiantes les comunicaron la decisión de efectuar una manifestación de apoyo a Trujillo, propuesta que fue acogida por los sacerdotes.

Al día siguiente, el grupo visitó al señor Basilio Camilo, quien era el gobernador de la provincia de Salcedo. De entrada, los jóvenes le dijeron que ellos estaban interesados en cultivarse durante las vacaciones, intercambiando ideas y dando conferencias, preferiblemente en la escuela pública Dr. Rafael Trujillo Molina. También, le expresaron que para desarrollar tales propósitos, aunarían sus esfuerzos con los seminaristas. Al final, le indicaron que otro de sus objetivos era realizar una manifestación política a favor del Generalísimo Rafael Leonidas Trujillo Molina, Benefactor y Padre de la Patria Nueva.

Por supuesto, el gobernador aceptó. De una vez, llamó al presidente del Partido Dominicano, para que avalara el proyecto de los universitarios. Ese mismo día, las autoridades se comprometieron a darles fondos para los gastos de publicidad en los periódicos. Sin tardanza, formaron el comité que habría de presidir a la Acción Clero Cultural. Estuvo integrado por Vicente González Garrido, como presidente, porque, según acota Pachico González, era el más intelectual de los universitarios salcedenses; asimismo, por Sofía Rojas, como vicepresidenta; y completaron la directiva, Fafa Taveras, Antonio Ezequiel González y Francisco Aníbal González.

II. El fin corona la obra:

La primera reunión se llevó a cabo en la escuela. A ese encuentro asistieron algunos jóvenes conocidos como anticlericales, entre ellos, Jorge Tejada, de San Francisco de Macorís, pero que entonces estudiaba el bachillerato en Salcedo. Era hermano de Dulce, otra de las militantes del movimiento.

De inmediato, a los gestores les llegó el rumor de que las autoridades habían mostrado cierta suspicacia ante la presencia de anticlericales en una charla dictada por un seminarista. Al respecto, Pachico González recuerda que aprovechando una actividad en la que se hallaba el gobernador, Vinicio Disla y él le preguntaron si podían continuar con las reuniones culturales, a pesar de los comentarios suscitados, y el señor Camilo les dijo que no había ningún inconveniente. Sin embargo, el grupo decidió suspender esas conferencias.
Más tarde, en cambio, efectuaron la manifestación política en el local del Partido Dominicano. En esa oportunidad, hablaron Sofía Rojas y Vicente González, entre otros, mientras que Fafa Taveras fue el maestro de ceremonia. Esta acción les facilitó a sus organizadores una coraza, pues adquirieron cierta fama de trujillistas, según confiesa Pachico González, lo que les permitiría una mayor libertad para llevar a cabo sus planes conspirativos.

III. El desarrollo de la organización:

Pasado el tiempo, el padre Daniel Cruz les envió al grupo, como contactos, primero, a un señor llamado Hipólito Medina, y después a Marién García, un joven mocano que era un líder deportista. Luego se realizó una reunión en Tenares, donde participó Luís Peña González (Papilín), un seminarista que a la sazón residía en La Romana.

Posteriormente, la Acción Clero Cultural hizo contactos con los hermanos Bueno Bisonó, de Navarrete. En La Lomota, concretamente en la finca del padre de los Bueno Bisonó, probaron el efecto que podía causar una bomba de estruendo. Dicho artefacto estaba formado por un reloj, una pila y un niple que se llenaba de pólvora. Relata Pachico González que con el dinero que sobró de la manifestación política, el grupo compró los primeros cohetes chinos para extraerles la pólvora. Por las noches, con la finalidad de realizar este trabajo, se reunían en la casa del matrimonio González Mirabal, en Conuco, Nelson, Patria, Pedrito, Renato, María Teresa, Pachico y su hermano Pedro Ramón González.
Asimismo, efectuaron contactos en San Francisco de Macorís con Dulce Tejada, Niño Álvarez Pereyra y Miguelito Tejada Yangüela; y en La Vega, en la comunidad de Barranca, con el entonces seminarista Nicolás de Jesús López Rodríguez, actual Cardenal.

Nazarena Ruiz, esposa de Pachico González y autora de una tesis de grado sobre la Acción Clero Cultural , resalta la efervescencia antitrujillista que existía en el seminario Santo Tomás de Aquino. El padre Fabré de la Guardia, jesuita cubano, fue el primero que orientó sobre la forma de construir las bombas de niple. Ciertamente, en el cerrado recinto del seminario, al padre Fabré le resultaba fácil crearles una conciencia antitrujillista a los seminaristas. Lo que venía a ser una tarea de gran relevancia, puesto que el régimen tenía el control absoluto de los medios de comunicación, un monopolio mediático que cotidianamente exaltaba la figura de Trujillo, dificultando de este modo la toma de conciencia del pueblo.

IV. La fusión de la Acción Clero Cultural con el Movimiento Clandestino 14 de Junio:

Los gestores de la Acción Clero Cultural conocían las actividades que estaban desarrollando Minerva Mirabal y Manolo Tavárez, en el sentido de la estructuración de un movimiento que más tarde adoptaría el nombre de “14 de Junio”, en homenaje a los héroes de Constanza, Maimón y Estero Hondo. Sin embargo, los activistas de la ACC prefirieron seguir haciendo contactos a nivel universitario.

Tiempo después, en la ciudad de Santiago, Cayeyo Crisanty y el doctor José Tallaj establecieron contactos con Minerva y Manolo y les expresaron que en Salcedo existía una agrupación de campesinos, seminaristas y estudiantes universitarios que se había integrado a la lucha antitrujillista. A partir de entonces, se produce la fusión, y Minerva Mirabal empieza a confiarles tareas a los miembros del grupo.

Luego de este acercamiento, los jóvenes siguieron trabajando en diversas labores. Narra Pachico González que a la sazón, hicieron contactos con algunas personas de Villa Trina, en Moca, y entre ellas, se hallaba el empresario Rafael Tejada (Pucho). El contacto entre éste y el grupo de Salcedo, era Bienvenido, un estudiante de medicina hermano de Tejada.

Con la finalidad de recibir diez relojes de los que se usaban para fabricar las bombas, Pachico tuvo que viajar, en el carro de su tío Pedro González, desde Conuco a Jima, en La Vega, cruzando por San Francisco de Macorís. En esa ocasión se reunió con un enviado en el balneario de Rincón, para recoger los relojes que había remitido Pucho Tejada. No hace falta decir, que este esfuerzo de desplazarse a lugares relativamente distantes, se ponía en práctica para tratar de despistar a los agentes del SIM.

Otra estrategia para comunicarse, principalmente con el exterior, la implementó Dulce Tejada, en San Francisco de Macorís. Ella preparaba una carta de este modo: tomaba dos hojas de papel y las perforaba en diferentes puntos; el receptor tenía otra hoja calada; y entonces se escribía el mensaje, por ejemplo: “Estamos esperando las armas”. Cuando la carta llegaba, se le ponía encima el papel agujereado y se leía el mensaje en cuestión. Como estas correspondencias no se podían mandar por el correo ordinario, se remitían con un aviador que pertenecía al movimiento.

V. El descubrimiento del complot:

Ya el movimiento había crecido. A fin de que ocurriera un acercamiento entre sus miembros, el sábado, 9 de enero del año 1960, se llevó a cabo una reunión en la casa del matrimonio González Mirabal, en Conuco, Salcedo. Al día siguiente volvieron a reunirse, pero ahora en la finca de Charlie Bogaert, en Mao. En esa asamblea nacional surgió el nombre de “Movimiento Revolucionario 14 de Junio”. También, se designó el Comité Ejecutivo Central, resultando electo como presidente Manuel Aurelio Tavárez Justo (Manolo). De igual manera, fueron escogidos Rafael Faxas Canto (Pipe), como secretario general; Leandro Guzmán, tesorero; y como vocales, Luís Gómez Pérez, Luís Antonio Álvarez Pereyra; Abel Fernández Simó, Julio Escoto Santana, Rodrigote, Mesón y Cayeyo Crisanty .

Por intentar efectuar un reclutamiento, la agrupación fue descubierta. Así, tres días después de la reunión de Mao, Manolo Tavárez y Leandro Guzmán cayeron en prisión. Según confiesa Pachico, esa información llegó hasta él inmediatamente. En medio del desconcierto, Fafa Taveras, Antonio Ezequiel y Pachico González se reunieron el 19 de enero, en la universidad, y de primera intención, decidieron que si uno de ellos era apresado, los otros dos debían pedir asilo en la Nunciatura, donde ya les habían ofrecido esa posibilidad.

Sin embargo, cambiaron ese propósito, ya que consideraron dos aspectos del problema: primero, la experiencia que había con los asilados, que era muy traumática, ya que pasaban hasta dos años metidos en la embajada, como el caso de los Moreno, de San Francisco de Macorís; y segundo, se preguntaron quiénes recibirían las armas que estaban pendientes de enviar, las que podrían ser usadas para rescatar a los hombres que ya se encontraban presos. Entonces, decidieron quedarse afuera.

Otra idea romántica que les surgió, fue la de que ellos debían proteger las lámparas que se emplearían para señalar las coordenadas donde se tirarían las armas, por medio del vuelo rasante de un avión, durante la noche. Estas coordenadas habían sido enviadas al exterior, mediante el sistema de mensajes que utilizaba Dulce Tejada.

Ahora bien, el destino de estos estudiantes sería otro.

A las seis de la mañana del 20 de enero, Pachico González, a quien Leandro Guzmán le había encomendado las tres lámparas, estaba levantándose en el colegio Calazán, para asistir a una misa. De pronto, escuchó un carro del SIM que se acercaba, mientras alguien decía: “Estamos llegando al colegio Calazán, para buscar a Pachico González”. Enseguida, tomó las lámparas y fue y tocó la puerta de la habitación de Nelson González Mirabal. Pero éste no respondió. En consecuencia, regresó y guardó las lámparas, y cuando intentó dirigirse a la capilla, un hombre, que después resultaría ser el agente del SIM, César Villeta, lo interceptó y tras identificarlo, lo metió en el Volkswagen.

En el trayecto, Francisco Aníbal fue sometido al terror psicológico. Además, los agentes lo conminaron para que les diera las direcciones de Fafa Taveras y Antonio Ezequiel González, reclamo este al que Pachico no accedió. En la cercanía de La 40, uno de los calieses dijo que ya estaban llegando al Templo de la Verdad, y que ahí el detenido hablaría.

VI. El infierno no tiene límites:

Al llegar a La 40, Anibita Trujillo le preguntó a Pachico por las direcciones de los dos activistas, y de nuevo el joven respondió que no sabía nada. Por orden de Anibita, lo llevaron a El Coliseo, que era la base octagonal de la torre de radio del Servicio de Inteligencia Militar. En ese espacio de torturas, le estaban dando una golpiza a un señor alto, desnudo, que luego Pachico supo que era Rafael Santini. Luego de una instantánea reflexión, les dijo a los calieses que tal vez él podría recordar la dirección. Al momento, lo montaron de nuevo en el WolKswagen y se dirigieron a la calle Caracas, donde residía Antonio Ezequiel, tras mudarse del colegio Calazán. Gracias a la habilidad de Pachico, la búsqueda resultó infructuosa.

Después de regresar, Francisco Aníbal fue desnudado y metido en una celda. Sin embargo, al rato lo sacaron y tuvo la oportunidad de juntarse con Leandro Guzmán y con Marién García, quienes le confiaron cuáles de los conspiradores habían sido mencionados. Por esta razón, en el interrogatorio de la noche, Pachico sólo repitió los nombres de los que ya estaban presos.

Esa misma noche, el joven recibió una paliza en El Coliseo. Antes, había estado esperando su turno, desde las cinco de la tarde, compartiendo las mismas esposas con Tilito Portorreal, de Salcedo. Se mantuvo ahí, al lado de Manolo Tavárez, mientras le abanicaba la espalda con la mano, para espantarle las moscas que sobrevolaban atraídas por la fetidez de las heridas infectadas.

Al tercer día, a las cuatro de la madrugada, lo sacaron de la celda y lo montaron en una perrera para llevarlo a la cárcel de La Victoria.

En aquel momento, y relacionadas con el destino de los prisioneros, la dictadura barajaba dos estrategias, representadas, una, por Johnny Abbes García, Jefe del Servicio de Inteligencia Militar; y la otra, por Manuel de Moya Alonso, diplomático al servicio de Trujillo. Abbes García defendía la eliminación de todos los detenidos; en cambio, Moya Alonso propugnaba por la liberación de los presos más jóvenes y provenientes de familias conocidas.

A la par, algunos conspiradores encarcelados sopesaban otra estrategia. Sus mayores defensores eran Pipe Faxas y Leandro Guzmán. Ellos entendían que una forma de salir vivos, era llevar a las cárceles a jóvenes antitrujillistas pertenecientes a familias vinculadas al gobierno; y por eso, mencionaron, entre otros, a Wenceslao Vega, emparentado con la familia de Peña Batlle; a José Israel Cuello, hijo de Antonio Cuello, amigo de Trujillo; y a Rafael Francisco Bonnelly, hijo de Rafael Bonnelly, un viejo colaborador de Trujillo.

Después comenzó a generarse un movimiento que evidenciaba un despertar de la sociedad. Como actitud relevante, se recuerda que los estudiantes distribuyeron panfletos en la universidad; esto provocó una reacción del gobierno que favoreció a muchos de los presos políticos. Asimismo, la pastoral de la Iglesia Católica tuvo mucha importancia, porque le dio un bofetón a Trujillo, quien jamás pensó que ésta adoptaría una posición en contra de su régimen. Estas acciones tuvieron una repercusión internacional, y hasta los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, llegó un listado con los nombres de los presos políticos, entre los que se encontraba el de Francisco Aníbal González.

Debido a la gran presión de la comunidad internacional, llevaron a los presos al tribunal para juzgarlos, montando de esta manera un sainete a fin de tratar de justificar las cosas. El primer grupo estuvo conformado por unos 40 presidiarios, entre los cuales figuraban Leandro Guzmán, Moncho Imbert Rainieri, Tomasina Cabral (Sina), Francisco Aníbal González y el doctor Fernández Caminero. El fiscal actuante fue el doctor Víctor Garrido Puello, quien pidió una condena de 30 años de trabajo público; el juez le concedió la pena solicitada.

VII. De La Victoria al Palacio Nacional:

Ya Francisco Aníbal González tenía cuatro meses en la cárcel de La Victoria, cuando, el 16 de mayo de 1960, en Santiago, Trujillo le manifestó a la prensa que existían algunas familias que habían pretendido perturbar la paz de la nación. Entre esas familias, se hallaban los González y los Mirabal, de Salcedo, quienes eran comunistas y testigos de Jehová, según la referida declaración. Más tarde, sin embargo, la familia González recibió un telegrama de Manuel de Moya Alonso, que decía que lo esperaran en una casa para que le brindaran un sancocho. La reunión se produjo en la residencia de Esperanza Saba, en Conuco.

En el encuentro, De Moya Alonso expresó que él había ido a realizar una investigación, porque al Palacio Nacional había llegado la información de que los que estaban conspirando contra Trujillo eran los viejos que se encontraban ahí, pues los jóvenes ya estaban presos. Afortunadamente, uno de los presentes se levantó y dijo que eso era una equivocación, porque la familia González se hallaba integrada por hombres amigos del Jefe y cultivadores de la tierra. Entonces, aprovecharon la ocasión para solicitarle que libertaran a sus parientes; además, le prometieron que ellos se harían responsables de los hechos que en lo adelante cometieran los muchachos.

De inmediato, De Moya Alonso les solicitó que repitieran lo expresado para realizar una grabación. Enseguida tomó la palabra Hernani González, abogado, quien pronunció un excelente discurso. Según cree Pachico González, De Moya Alonso le pasó por radio la grabación a Trujillo. Al día siguiente, la familia recibió un telegrama donde se comunicaba que fueran hasta dieciocho personas al Palacio Nacional, para entregarles a los jóvenes.

El domingo, 21 de mayo, buscaron en la cárcel a Renato, a Pedro Ramón, a Antonio Ezequiel, a Francisco Aníbal, y a Nelson González, quien logró salir porque no le pusieron el apellido Mirabal. También, incluyeron a Enriquillo Rivas, que era sobrino de Mario Fernández Mena, y que había sido el canal que usaron para enviar el telegrama.

En el Palacio Nacional, los jóvenes fueron sentados en el antedespacho de Trujillo, donde se reunieron con sus familiares. Al momento, salió Trujillo y expresó, con su voz atiplada y altisonante: -Ahí tienen a sus héroes; abrácenlos y bésenlos-. (En realidad, la prensa citaría a Trujillo de esta manera: “Ahí tienen a sus muchachos”.) Después de los abrazos, el dictador dijo: -Usted –dirigiéndose a Renato González-, ¿por qué estaba preso?-. Y Renato respondió: -Ah, porque yo asistí a una reunión donde estaba el padre Daniel Cruz.

De pronto, Trujillo se puso rojo, y se dirigió a la prensa, elevando la voz: -¡Tomen nota de eso!-. Luego, siguió preguntándoles a los jóvenes: -¿Y usted? ¿Y usted?-, y cada uno respondía: -¡Por lo mismo!

Acto seguido, haciendo galas de sus dotes histriónicas, Trujillo pronunció un discurso:
-¿Ustedes pensaban coger el monte? Sepan ustedes que nuestro país está mejor preparado que cualquier otro en el continente, excepto los americanos. Peleamos contra Cuba, Venezuela, o cualquier otro que nos quiera invadir. Tenemos mejores armas y mejores hombres, hombres muy bien preparados…

Tan pronto como terminó, Trujillo dijo:
-Vengan las madres para tomarles una fotografía.

Toda la prensa del 22 de mayo estuvo dedicada a reseñar esa noticia. “Trujillo entrega jóvenes con motivo del Día de las Madres”; “Jóvenes declaran sacerdote los involucra en movimiento conspirativo”; y “Jóvenes expresan palabras de agradecimiento al Jefe”, fueron algunos de los titulares que mostraron los diarios de entonces. Tres cuartos de la primera plana y un cuarto de la segunda sección de todos los periódicos, contenían fotos y textos relacionados con esta información.

¿Por qué liberta Trujillo a los jóvenes González? De acuerdo con Francisco Aníbal, quien recibió esta revelación de parte del entonces Subsecretario de Agricultura, Silvestre Alba de Moya, Trujillo sopesó las propuestas de Johnny Abbes García y de Manuel de Moya Alonso, y al final se inclinó por la de éste: liberar a los presos más jóvenes y provenientes de familias conocidas. En consecuencia, y siguiendo sus habituales sainetes, Trujillo fue a Santiago y produjo la ya mencionada declaración, y luego envió a Moya Alonso a Conuco para que la familia González le solicitara la libertad de sus parientes.

Santo Domingo, República Dominicana
Lunes, 18 de junio de 2007

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