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sábado, 16 de abril de 2011

Mensaje de Giannella Perdomo

Mensaje reenviado
De: Giannella Perdomo
Para: Raul Pérez Peña

Enviado: jue, abril 14, 2011 12:59:46 AM
Asunto: Eugenio Perdomo Ramírez




Hola hermano! Bacho, he visto algunos datos sobre mi papá que nada tienen que ver con la realidad de los acontecimientos. A partir de estos hechos empieza nuestra historia. El periódico ¨HOY¨publicó el artículo ¨Entre noviembre y enero¨, el miércoles 24 de enero de 1996, en su sección ¨Opinión¨. Puedes publicarlo en la página de la Fundación? Además, conforme al libro de Rafael Valera Benítez, ¨Complot Develado, y testimonio de otros compañeros, él no perteneció a ¨Los Panfleteros¨ de Santiago, dato también incorrecto. Abrazos,


Gian
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Entre noviembre y enero
Giannella Perdomo Pérez


La noticia me ha dejado estupefacta.
Siento una mano invisible que me aprisiona el pecho, la espalda, los pulmones. La garganta se me torna seca, una sensación asfixiante se desliza por todo mi interior. Al bajar a las ingles la presión aumenta y envuelve mis caderas. En fin, la noticia es cierta: ¡Han matado a mi padre!

Es 25 de enero de 1960. El ¨cepillito¨del SIM se aproxima a mi casa. Los calieses de turno irrumpen y se llevan a mi padre.

Tan sigilosamente como llegaron, desaparecieron. Transcurren varios meses sin que hayamos podido lograr alguna información sobre su destino. Mi madre Quisqueya visitaba la horripilante ¨40¨cada viernes, alguna vez acompañadade María Teresa, vecina nuestra por poco tiempo. La evoco dejándose peinar por Leandro su larga cabellera y a ella transformándola después, paciente y amorosamente, en hermosa trenza. Recuerdo como mi hermano Virgilio y yo nos subíamos a acecharla desde el techo, el día que María Teresa se lavaba el pelo, para no perder un solo detalle de tan entrañable escena.


Meses y más meses transcurridos en interminables viajes de búsqueda y esperanza. Mi padre nunca estaba disponible para los días de visita. Con tesón y verdadero estoicismo mi madre continuaba su incansable ir y venir a ¨La Victoria¨, en pos del encuentro con el esposo amado.


La noticia nos llega y me hiela la sangre. Un halo de dolor y desconcierto sobrecoge mi hogar.
¡Han matado las hermanas Mirabal! Y ahora, ¿qué pasará con nosotros? Mami regresa de su viaje semanal y con voz muy queda le comunico la tragedia.
¨Que han matado las muchachas, ¡Dios mío!. Mis hijos, apaguen las luces, vámonos a la cama, todos quietos sin hacer mucho ruido¨.


Mientras Eugenio Perdomo se esparcía en las sombras, continuábamos sin conocer su paradero. Hasta que un día Leandro y Manolo nos descubren el velo del misterio: Eugenio está muerto, con un torniquete en la garganta, muerto para sus testigos, muerto para una incineradora como paquete de basura humana, o talvez para un tiburón de ¨La Caleta¨. Para nosotros simplemente se marchó de viaje, sin retorno, sin tumbas, sin el ritual griego de nuestros ancestros. Sencillamente se fue de nuestro lado.


Mi inquietud me mueve a resurgirle. Busco entre amigos la anécdota que me lleve a descifrar el enigma de su viaje. Leo, Andrés, José Israel, Adolfo y Frank se convierten en mis aliados.


Testimonian sus últimos momentos. Se hacen precisas las Audiencias, las Salas Capitulares, la revisión de Gacetas Oficiales y la mano paciente de Kalim que escudriña entre legajos de papeles. La Ley que determina un Acta de Defunción declarando, a partir del día 8 de marzo de 1995, que Eugenio Perdomo Ramírez falleció por muerte compulsiva, en la cárcel ¨La 40¨, el día 29 de enero de 1960.


Eugenio Perdomo, ¨en un medio donde los hombres no valen un medio, lo mejor es estar fuera del medio¨, como diría nuestro inolvidable don Moisés Franco. Pero por este mismo medio, por tu coraje y estatura de gigante, yo quiero declararte muerto.


Me ampara un documento legal emanado de las cortes. Pero por sobre todo, yo quiero declararte muerto como mueren los hombres, con el ceremonial que pueda envolver tu féretro, con flores, cintas, cirios y canciones. Porque después de tres décadas no puedo declararte muerto entre lágrimas y lutos. Te quiero vivo aún declarándote muerto. Así como quisiera vivos, y a mi lado, a Virgilio y a Quisqueya.

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