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sábado, 6 de diciembre de 2014
El sentir y el sentido de la acción anticorrupción
PANCARTA
El sentir y el sentido de la acción anticorrupción
Raúl Pérez Peña (Bacho)
lasmanaclas@gmail.com
Faltan precisiones, pero la corrupción administrativa aturde al más tranquilo cuando se citan cifras inverosímiles al intentar la aproximación al monto del escarnio con los recursos públicos.
Todavía la corrupción estaba en pañales el día que Leonel Fernández la cuantificó en 30 mil millones anualmente. Imagínese, si la mente le alcanza, la multiplicación en estos tiempos en que sigue el control gubernamental en las mismas manos.
Alguien dijo que ese monto presente alcanzaba para hacer otro país.
Aunque nadie ha refutado ese estimado, lo cierto es que la corrupción es escandalosa y que se siente, se siente...
En varios artículos he dicho que RD anda peor que en 1961 y años siguientes, luego de que a Trujillo de dieron su merecido.
La corrupción entronizada tras el golpe de Estado que derrocó a Juan Bosch en 1963 era muy inferior a la presente en cuanto al descaro de sus protagonistas. Sin embargo, aquella se tornó irresistible y explosiva ya en 1964, con el desenlace que registró la historia abrileña.
Tras cinco décadas se dirá que el país se mueve todavía. Pero es temerario prevenir el futuro, pese a la creciente fábrica de millonarios, faltando 30 años para el vaticinado 2044, cifrado “culminante” del régimen morado.
No obstante, en esta cotidianidad dramática la corrupción se siente, se siente. Por las distintas latitudes sienten fuertes vientos de corrupción.
Por esos vientos de corrupción, el real futuro del país es de “pronóstico reservado”. Esto explica el sentido, la indignación y la pertinencia de la acción anticorrupción.
Más allá de tal o cual corrupto “de marca”. Más allá de las millonadas no explicadas por la OTAN morada, con su impunidad avasallante, algo huele mal y no precisamente en Dinamarca, ni en Duquesa. Basta con evocar a Pedro Mir para recrear este país “oriundo de la noche”.
Este país “No alcanza para quedar dormido. Es un país pequeño y agredido. Sencillamente triste, triste y torvo, triste y acre. Ya lo dije:
sencillamente triste y oprimido”.
Las fortunas mal habidas, sus plataformas y la ostentación a pleno sol del día constituyen una violencia sistematizada por un poder impune, aunque se sucedan sus titulares.
Entonces, la acción anticorrupción radica en un pueblo que “no alcanza para quedar dormido”.
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