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viernes, 1 de julio de 2011

¡Cuidado, comunistas, que con Trujillo no hay negocio bueno!


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EL LEGADO DE UN LÍDER
¡Cuidado, comunistas, que con Trujillo no hay negocio bueno!
JUAN BOSCH CITA PORQUÉ EL DICTADOR PERMITIÓ UN PARTIDO COMUNISTA EN EL PAÍS


Visionario. Juan Bosch advertíaque existía un peligro para los comunistas del país.

Fernando Quiroz
fernando.quiroz@listindiario.com
Santo Domingo

Conocer a sus enemigos en el país y poder aniquilarlos, enviar al mundo la señal de que República Dominicana era un país democrático y detener la denuncia internacional en contra de su régimen, fueron los tres propósitos principales que llevaron al dictador Rafael Leonidas Trujillo a permitir la creación de un partido comunista.

Así lo planteaba Juan Bosch en numerosos artículos publicados por la prensa cubana durante su exilio en los años cuarenta.

“¡Cuidado comunistas!”, “Así es Trujillo, comunistas”, “Trujillo en la picota americana”, son parte de los trabajos compilados por el historiador Luis Céspedes Espinosa, para la Fundación Global Democracia y Desarrollo (Funglode), que lidera el presidente Leonel Fernández.

Bosch respondía el contenido de un folleto de la tiranía que le atribuía a él y otros compañeros que habían estado en un congreso en México, ser “ácratas, comunistas y anarquistas”. También les llamó apátridas y traidores a la Patria.

Eran de esas publicaciones, decía Bosch, de las tantas utilizadas por la dictadura para desacreditar, mediante calumnias, a los que la combatían en el destierro.

Bosch, desde su exilio en Cuba, alertó a los comunistas de América a que se cuidaran del dictador dominicano porque con él no había negocio bueno.

Trujillo, decía, carece de esa elemental dignidad que hace que todo hombre se respete a sí mismo o respete, porque no tiene la inteligencia necesaria para hallar soluciones que no sean violentas.

Además, porque debido a su ignorancia y a la mala calidad de su naturaleza íntima no ha llegado a comprender que el crimen no puede ser norma de relación entre gobernantes y gobernados.

En los años cuarenta hablaban de la desaparición del trujillato y celebraban en La Habana opositores a Trujillo procedentes de Puerto Rico, Venezuela, México y los Estados Unidos.

Diálogo
Citó Bosch en su artículo, que el secretario de Interior y Policía, ñque lo era de lo Exterior, pero que pasó de afuera a adentro con esa taumatúrgica facilidad con que los dictadores lo resuelven todoñ llamó a un abogado y le espetó el siguiente discurso:

-El presidente Trujillo (el jefe, dicen allá) me ha ordenado hablar con usted. Él tiene interés en que usted le sirva en un asunto delicado.

-Usted dirá ñindicó cortésmente el abogado.

-Se trata de que el presidente desea que en el país haya un partido comunista, él mismo me ha dicho que usted es el hombre idóneo para encabezarlo.

-¿Yo, señor? ñpreguntó casi a punto de morir de asombro el abogado.

-Sí, usted. El ‘jefe’ quiere que usted aparezca como director. El partido constará de pocos miembros, amigos de confianza y sacará un periódico que el presidente pagará. Desde luego, nada de propaganda comunista ni de asuntos de huelga o salarios altosÖ ¡Ni de juego! Pero podrá decir lo que quieran de StalinÖ y del ‘jefe’, claro. Además, podrá elogiar al ejército rojo.

Bosch relata que el abogado se quedó sin resuello pues no entendía ni papa de comunismo, que lo sentía mucho, queÖ Total, no aceptó. Entonces fue hecho preso.

“No doblarse a una gestión de Trujillo equivale a rebelarse, y los rebeldes están mejor en prisión o en el cementerio”.

Aunque dijo que ni los comunistas ni los que no lo eran comprendían la nueva jugada de Trujillo, él observaba tres propósitos.

El primero era hacer creer al mundo que en Santo Domingo había un régimen tan democrático y liberal que incluso aceptaba y proclamaba la existencia de un partido comunista.

Consideró que Trujillo ignoraba que eso no era ya ningún título de democracia, pues hasta algunos gobiernos semidictatoriales habían dejado de perseguir a los comunistas desde que se convencieron que no eran los lanzabombas que se pensaba en un tiempo.

Situaba en el segundo fin, detener la propaganda que se le hacía en el exterior. “Ignorante, como es, Trujillo cree que cuantos le atacan son comunistas. ñAl tolerar aquí un partido rojo ñse ha dichoñ, los restos de América no me harán más acusaciones, e incluso, me defenderán de esos desgraciados desterrados que andan por ahí calumniándome miserablemente.

El tercer objetivo era conocer a sus enemigos. Sospechaba el tirano, que si se dejaba funcionar a un partido comunista en el país, todos sus enemigos se agruparían alrededor de esa organización.

“Para él, los que no son trujillistas son agentes de Stalin y fervorosos de Lenin. Así, agrupándolos puede descabezarlos juntos con un solo golpe”.

Entonces, Bosch advertía que existía un peligro. Podía ocurrir, que por no conocer los métodos de Trujillo, algunos comunistas de América calcularan que en esa disposición el tirano, aunque sea interesada, había una oportunidad aprovechable.

“¡Cuidado, comunistas, que con Trujillo no hay negocio bueno!”, gritó.

Espionaje en el extranjero
Se quejaba Bosch en octubre de 1946, que el servicio de espionaje y propaganda que Trujillo sostenía en el extranjero había hecho circular por correo aéreo por islas del Caribe, desde Puerto Rico hasta Cuba, documentos apócrifos para dar la impresión de que la oposición a su régimen estaba carcomida por la discordia y que los líderes estaban movidos exclusivamente por el ideal burocrático. “El Comité Pro Liberación Dominicana tiene pruebas escritas de que los exiliados Juan Bosch, Juan Isidro Jimenes Grullón, Manuel Alexis Liz, Mauricio Báez, Carlos Daniel, Ángel Miolán, Julio César Martínez, Chito Henríquez, Enriquillo Henríquez, Enrique Cutubanamá Henríquez y Pipí Hernández, han entrado en vergonzoso trato con el tirano de la República Dominicana”, indicaba uno de los documentos que Bosch dijo fue redactado burdamente por la tiranía de Trujillo.

Al grupo, que fue llamado traidor, se le atribuía haberle puesto en manos una considerable suma de dinero por el espía trujillista número 7 que había llegado a La Habana. “En las postrimerías de Elie Lescot en Haití, Juan Bosch personalmente recibió de aquel tirano inmundo la suma de $25,000.00 en billetes de banco norteamericano, dinero ese que Bosch dilapidó en viajes inútiles e inversiones de negocios particulares en su propio beneficio”, decía el documento, del que Bosch respondió que el régimen trujillista manejaba espurias armas de descrédito y confusión.

Asesino
Decía que Trujillo era el único dictador latinoamericano que no tenía respeto por sus promesas.

“Norma suya es amnistiar a los presos políticos o invitar a los desterrados para que retornen al país con garantías de toda clase; y también lo es asesinar fríamente a unos y a otros tan pronto los tiene a su alcance”, agregó.

A su juicio, el tirano entendía que quitando del medio a quien él consideraba le mortificaba resolvía el problema.

Que en su ignorancia no se daba cuenta, añadió, de que los regímenes de sangre no pueden perdurar como normas de relación social, porque las sociedades hacen lo que les enseñan y aquellas que ven el crimen establecido como ley, acaban cometiéndolo.

Trujillo en la picota americana
Otra de las reseñas de Bosch se refería a que el Congreso Federal de Venezuela había puesto a Trujillo en la picota de América, denunciando la naturaleza nazifascista de su régimen.

Se comentaba que el país donde más se odiaba a Trujillo, desde luego, era República Dominicana, pero que donde más se le atacaba era Venezuela.

“No hay día de Dios en que la prensa caraqueña no fustigue al dictador de Santo Domingo”, comentó.

MALTRATO A ESPAÑOLES
Juan Bosch registró entre sus escritos que en un congreso nacional de la Casa de la Cultura celebrado en agosto de 1944, se tomaron acuerdos de gran importancia en relación a la persecución y maltrato que el trujillismo estaba dando a la emigración española en República Dominicana. Al encuentro en La Habana asistió el propio Bosch, en su condición de secretario general de la Unión Democrática Antinazista Dominicana, y Ángel Miolán, secretario de prensa y propaganda. Se solidarizaron, porque dominicanos luchaban contra la dictadura de Trujillo, y españoles combatían a Francisco Franco. Coordinaron campañas de publicidad para denunciar los atropellos de Trujillo en la región.

En la última semana de octubre de 1944 celebraron el Congreso de Unidad Democrática Antitrujillista en el que tenían como agenda el derrocamiento de la dictadura de Trujillo por considerar que oprimía al pueblo dominicano, además, el establecimiento de un gobierno democrático provisional. La convocatoria la firmaban Romano Pérez Cabral, presidente de la Unión Democrática Antinazista Dominicana, y Bosch, secretario general.

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