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sábado, 13 de agosto de 2011

Vicisitudes estudiantiles en la “Era Gloriosa”


Vicisitudes estudiantiles en la “Era Gloriosa”
Por GIANNELLA PERDOMO PEREZ*
No olvidaríamos jamás el ruido desagradable que hacían los carros “cepillos” del SIM…


La Universidad APEC, desde hace aproximadamente un lustro, entre los días 20 al 25 de junio, anualmente celebra la Semana del Medio Ambiente.

En esta ocasión, invitada por la Profesora Rosa Sánchez, asistí a la interesante conferencia “Los Recursos Mineros de la República Dominicana”, dictada por el ambientalista Octavio López.Además de lo interesante del tópico, disfruté a carta cabal del ambiente universitario.

Con agrado contemplé el desparpajo estudiantil, la despreocupación que exhiben sus rostros; los grupos de chicas conversando de sus inquietudes; unos sentados por los suelos, laptops en mano o la consulta obligatoria a través del BB, herramienta indispensable en esos predios.

Mientras caminaba por el campus, observándoles y mirando el paisaje, recordé y comparé involuntariamente nuestros tiempos de estudiantes en la tan removida “Era de Trujillo”.

Cuanta realización sentí y agradecí al Señor, al percatarme de la libertad de desempeño que goza la juventud, ya que durante el régimen no fue así.

RECUERDOS

En aquellos días, movernos hasta altas horas de la noche -los guapos que incurrían en estas prácticas- podía resultarnos peligroso.

Imposible conversar en las esquinas, en grupos formados por 3 de nosotros, sin que de repente, como caídos desde el cielo, tal cual estrellas invisibles, surgían los célebres y temibles pequeños volkswagen -“cepillos”- utilizados por los agentes del Servicio de Inteligencia Militar (SIM), obligándonos, en la mayoría de los casos, a disolver lo que consideraban un “mitín conspirativo” contra el régimen.

No olvidaríamos jamás, el ruido desagradable que hacían los “cepillitos”, pasando frente a la casa de cualesquiera de nuestros amigos o amigas, donde nos citábamos a escuchar las canciones norteamericanas de Bill Halley y Elvis Presley, entre otros; aprender a bailar rock and roll, o cualquier baile del momento; refrescarnos tomando limonadas u otras bebidas caseras; hablar pavadas, leer poemas, comentar un libro o juegos de mesa para matar el tiempo.

La frecuencia con la que paseaban los “cepillos” acortaban el tiempo de nuestros encuentros; el nerviosismo de nuestras madres se tornaba latente, temían por nosotros.

Era imperioso terminar la “juntadera” y marcharnos, no sin antes pedir a Dios que llegáramos sanos y salvos a nuestros respectivos hogares.

Quienes como yo teníamos el fichaje del antitrujilismo, debíamos cuidar muy bien nuestros pasos, dónde íbamos, con cuáles amigos o compañeros de estudios compartíamos.

Ante las limitantes, sin los recursos tecnológicos de la actualidad, nos refugiábamos en la lectura, los juegos de mesa, además de disfrutar en familia los programas de televisión de la época.

La televisora oficial, “La Voz Dominicana”, propiedad de Petán Trujillo, hermano del “Padre de la Patria Nueva”, cubría el territorio nacional.

EN SANTIAGO

Recuerdo que para finales del tercer año del bachillerato, mi amiga Scarlett me pidió que estudiáramos juntas.
En horas de la tarde, libros en mano, me marché a su casa. Vivíamos en ¨Los Pepines¨, sector destacado por sus actividades “tendenciosas y subversivas” contra la dictadura.

Cómodamente sentadas, inclinadas nuestras sillas sobre la pared del callejón que conducía a la cocina, repetíamos la lección como gallaretas, ¡nos encantaba estudiar en voces altas! Inesperadamente, una nube militar nos interrumpió abriendo con violencia las puertas, salvajemente invadieron el área.

Apuntándonos con sus armar largas, la voz de mando nos ordenó: “quédense quietas, no se muevan”.

Cómo movernos, si temblábamos igual que cualquier hoja presta a caer en pleno verano.

La manada militar penetró a la casa, -continuábamos encañonadas- buscó y husmeó por todos lados. ¿Cuál era el motivo del allanamiento; quién podría adivinarlo? Luego de un rato, aún estupefactas, escuchamos: “Estamos buscando a Manolo Tavárez” - los uniformados le suponían escondido en la casa-, quien se encontraba en Santo Domingo. Burda excusa.

Los militares abandonaron la casa, dejándonos inquietas y llenas de interrogantes.

Bajo tanta presión nos resultó imposible terminar con los repasos, perdimos la concentración y gracias a Dios, aprobamos la asignatura.

A partir de ese evento, decidí estudiar a solas, en mi casa, no quería volver a vivir esta ilógica y desagradable experiencia.

Los caminos del tiempo me ayudaron a comprender que las acciones represivas del SIM iban encaminadas a suprimir los encuentros juveniles.

¡Ya habían exterminado a “Los Panfleteros”, grupo de cuya existencia y acciones me enteré muchos años mas tarde.

Comprendí la intención del régimen para evitar la organización subversiva en la Ciudad Corazón. Tal actitud de intolerancia y franca violación a los derechos, no cercenó la voluntad de quienes no temían a las acciones restrictivas de los miembros del temido SIM.

LUCHA

Cursando el cuarto año del Bachillerato en el Liceo Secundario “Ulises Francisco Espaillat”, mis compañeros de clases, Danilo Franco, Juani Bisonó y Francisco –Milo- Schiffino, entre otros, formaban parte de grupos que accionaban contra el régimen trujillista.

Hoy, valiéndome de las mismas herramientas de comunicación de esos jóvenes que vi en APEC, he podido restablecer el vínculo con Milo, compañero valiente e inseparable así como bastón humano en mis momentos de gran dificultad emocional, quien desde Bélgica me escribe parte de sus vivencias.

“Nos armábamos de tubos y cadenas cuando salíamos a manifestar o hacer una marcha por las calles de Santiago, como parte de las luchas contra los personeros remanentes del régimen, las que siempre terminábamos en el parque Duarte.

Estas actividades las hacíamos con un grupo formado por estudiantes de término del bachillerato, destacándose entre ellos Danilo Franco, Juani Bisonó, Robinson y Fausto, cuyos apellidos no recuerdo; también he olvidado algunos nombres de otros compañeros integrados.

La aparición de efectivos policiales nos obligaba a terminar de forma violenta las manifestaciones o protestas callejeras; era insoportable respirar los gases lacrimógenos.

A fin de evitar los golpes con macanas y posibles apresamientos, corríamos como gacelas, dispersos por las calles aledañas y en algunos casos, al advertir la presencia militar, tirábamos piedras a las vitrinas de comercios cercanos, como señal de advertencia para la dispersión de la manifestación.

El sonido resquebradizo y desagradable que producían los cristales al caer era la señal para volar a protegernos y burlar la presencia policial.

En esas huidas se nos escapaba la vida pero nos quedaba la satisfacción de haber protestado como única arma de mostrar nuestro disgusto e inconformidad contra los residuos del régimen!En ciertas ocasiones era preciso y obligatorio ir armados para defendernos de la policía y a veces de militares que nos agredían con sus macanas y culatas de sus fusiles; también porque íbamos a una reunión secreta y no sabíamos si nos toparíamos con una patrulla o en una posible redada.

No hablábamos con nadie de todo esto para no involucrar la gente inocente, sobretodo las personas fichadas como tu familia. En fin, fueron momentos de vivencia intensa”.

Alguna vez, en el aula o los pasillos del Liceo, escuché a Danilo y Milo susurrear sobre sus planes; actué como "Claudio", me fingí idiota y por las noches, pedí al Señor por sus cuidados.

Milo finaliza su relato y comenta: “Sobre Robinson te diré que no tuve nunca más noticias de él; Juani Bisonó murió en la Revolución de Abril del 1965, combatiendo en la Zona Constitucionalista.

A Fausto Jiménez lo mataron a tiros, montado en una camioneta, mientras regresaba de un mitin (creo recordar que en Moca); yo asistí a su sepelio. Del grupo solo nos queda Danilo”.

Ante la inmanejable situación y la crudeza de los hechos, la persecución desatada contra los jóvenes de Santiago y sus desapariciones, los padres de Milo, de origen italiano, descubrieron las actividades políticas en las que estaba involucrado.

Sin alternativas para salvarle la vida, rápidamente le sacaron del país, enviándole a Bélgica, donde realizó sus estudios universitarios y fijó allí su residencia.

Alumno ejemplar, de excelentes calificaciones, inquieto, apasionado lector, ¡no pudo estar presente en nuestra investidura! Su partida significó gran tristeza para los compañeros del aula, sobre todo para mí y Patria Ela, quienes formábamos un trío inseparable, dentro y fuera del recinto escolar. Familiarmente “deportaron” a nuestro entrañable amigo.

Gracias al internet hoy nos mantenemos en contacto. Con estas estampas podemos ilustrar cómo vivimos nuestros irrecuperables años de juventud y comprender los motivos de mi disfrute en los predios universitarios.

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