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sábado, 11 de diciembre de 2010

Las hermanas Mirabal: heroicidad y martirio*





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Las hermanas Mirabal: heroicidad y martirio*
By mediaIslaPublished: November 27, 2010
Posted in: Voces
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ÁNGEL GARRIDO | Con el asesinato de aquellas tres valientes mujeres y de su aguerrido acompañante Rufino de la Cruz, la vejez tiránica no pudo impedir el amanecer de la libertad que con su noble gesta apuntalaron las hermanas Mirabal.

En el curso de mi vida he reflexionado en innúmeras ocasiones acerca del significado patrio —y humano en general— del ingente sacrificio puesto por obra en mi país por las hermanas Patria, Minerva y María Teresa Mirabal: “Mi madre no fue la guerrillera obstinada que aparece en la película. Mi madre diseñó y cultivó el jardín de nuestra casa. Mi madre confeccionaba ropita y zapatitos de niños para nosotros”, le he oído decir de Minerva Mirabal a su hija Minou Tavárez. Con las primeras luces del alba de aquel fatídico 25 de noviembre de 1960 las tres hermanas Mirabal se despedían de sus hijitos y demás familiares en el jardín diseñado por Minerva. Al volante del vehículo todoterreno que las llevaría hasta la cárcel de Puerto Plata iba un héroe y mártir dominicano llamado Rufino de la Cruz. Varias personas de la comunidad habían evadido el altísimo riesgo que en esa época comportaba conducir el vehículo en el cual se transportaran las hermanas Mirabal: “Las muchachas no encontraron quien las acompañara aquel día porque todo el mundo tenía temor por la tiranía”, había de rememorar muchos años después Miledys de la Cruz, hija de Rufino, “ellas lo buscaron, y mi papá no se negó en ningún momento”, le diría Miledys en 1998 a la cineasta chilena Cecilia Domeyko.

Mata la vergüenza, que no el miedo; y por vergüenza había consentido Rufino de la Cruz en acompañar a las hermanas Mirabal a la cárcel de Puerto Plata: “…ellas lo buscaron, y mi papá no se negó en ningún momento”. Los maridos de Minerva y María Teresa Mirabal, luchadores contra la tiranía de Rafael L. Trujillo, habían sido trasladados desde una cárcel próxima a la capital dominicana hasta la de Puerto Plata, en la costa norte del país. Es caprichoso el azar, si le asiste razón a Joan Manuel Serrat: Patria Mirabal había solicitado aquel día el asiento del Land Rover de cuatro pasajeros que en buena lid le habría correspondido a doña Fefita, la suegra de María Teresa Mirabal. La carta que a la familia Mirabal le había cambiado a última hora el azar apareció envuelta en un razonamiento exento de toda ponderación: Patria había esgrimido el argumento inapelable ante la muerte de que hacía mucho tiempo que no veía a sus cuñados encarcelados. Si de evocar a Descartes se tratara, tendríamos que admitir que el corazón de Patria Mirabal tenía razones que la razón no entendía: quería sin duda correr la misma suerte de sus hermanas, y si le hubieran fallado las razones del corazón, tal vez la tendríamos hoy sentada a nuestro lado mientras charlamos con ustedes acerca de la heroicidad y el martirio de sus hermanas.

José Ortega y Gasset ha postulado que en todo hecho humano, además de una razón física matemática, hay también lo que el filósofo español define como razón narrativa del hecho humano que nos ocupe. Para entender el hecho humano que comporta la heroicidad y el martirio de las hermanas Mirabal habría que narrarlo. Para intentar esa narración han organizado COPODO y la OPS la charla que intentamos materializar esta tarde de domingo. La vida de las tres heroínas y mártires se desarrolla dentro del marco que delimitan las fuerzas sociales y políticas que se mueven en el seno de la sociedad dominicana de mediados del siglo XX, pero el aporte de ellas tres a la lucha por la libertad de nuestros pueblos trasciende en sentido espiritual el sacrificio de las hermanas Mirabal de la misma manera que en sentido material la gran muralla china trasciende a Chin Sin Huang que la construyó.

Aquel ominoso 25 de noviembre de 1960, en la curva de Marapicada junto al puente en que fueron detenidas y próximo al cañaveral en que serían a renglón seguido asesinadas, se jalonó un hito histórico que seis meses después había de dar al traste con la horrorosa tiranía que durante más de tres decenios había padecido el pueblo dominicano. Sobre el sicario Ciriaco de la Rosa había caído la bochornosa responsabilidad de asignarle un asesino a cada víctima, y el azar —de nuevo caprichoso tantas veces como ganas le dé— había convertido a Silvio Núñez en el único testigo involuntario del crimen más atroz y abominable de la tiranía trujillista. Silvio conducía un camión al servicio del Correo dominicano y presenció sin remedio el momento en que Rufino y las tres héroes restantes eran arrastrados hacia el cañaveral en el cual se ejecutaría el aberrante crimen. Como los cuatro mártires habían sido asesinados a garrotazos crueles, los esbirros del régimen intentaron sin éxito simular un inverosímil accidente automovilístico que llevaba en su seno la evidencia incontrastable de su propia imposibilidad: los cuatro mártires habían sido desnucados a garrotazos fieros y la casualidad no podía ser tan selectiva como para reservarles a todos el mismo golpe en la nuca de haber muerto los cuatro de resultas de un accidente
automovilístico. La burda pretensión de los esbirros había de ser desenmascarada en el acto por el fiscal Luciano Ambriorix que desde Santiago vino. La maquinaria apabullante del terror trujillista le impuso el silencio.

En medio de la lucha con los sicarios que les habían detenido, Patria Mirabal alcanzó a gritarle al camionero Silvio Núñez: “Dígale a la familia Mirabal en Salcedo que los calieses nos han detenido y que nos van a matar”. (Calié es un dominicanismo que significa agente secreto y cuyo origen se ha buscado en el término francés “cahier” que significa cuaderno o libreta de apuntes: el espía toma nota.) El hecho de que Silvio Núñez recibiera tamaña encomienda de labios de la propia Patria Mirabal ha llevado a su hijo Leonidas Núñez a sustentar que toda historia de las hermanas Mirabal estará siempre incompleta sin el testimonio de su padre. Leonidas tiene razón. Por desventura, y por previsible temor genético a la tiranía, no han entendido el compromiso patrio que tal testimonio echa sobre sus hombros, y no lo han ofrecido nunca. Cecilia Domeyko, productora de un encomiable documental sobre la espantosa tragedia dominicana, ha hecho todo lo posible por obtener el testimonio de Silvio Núñez. No lo ha logrado, y el país se corre el altísimo riesgo de que Silvio se lleve consigo su testimonio a la tumba.

Sin embargo, el testimonio que sí aparece con lujo de detalles documentado en la historia reciente del país dominicano es el papel jugado por Minerva Mirabal y sus hermanas en la formación del Movimiento Revolucionario 14 de Junio (1J4) que honró con su nombre la fecha del desembarco guerrillero del año 1959 contra la tiranía trujillista, y que estremeció con sus acciones los cimientos de la misma: “Sólo tengo dos enemigos importantes: la Iglesia (católica, apostólica y romana) y las hermanas Mirabal”, había dicho un año antes de morir el propio dictador. Se trataba de un tropo, de una metonimia: Trujillo había aludido al todo por una de sus partes. Se refería el tirano a la Iglesia y al 1J4, que ya lideraba Manuel Aurelio Manolo Tavárez Justo, esposo de Minerva Mirabal.

Era al movimiento revolucionario a quien temía en verdad el dictador, y desde luego no sería exagerado en modo alguno decir que Minerva Mirabal, junto a su esposo Manuel Aurelio, era sin duda el ser que le insuflaba aliento a dicho movimiento. Y el movimiento 1J4, ya lo hemos dicho, le rendía con su nombre tributo al importante aunque malogrado desembarco guerrillero del año 1959, tal y como lo testimonia el himno que popularizara dicha organización política:

Llegaron llenos de patriotismo | enamorados de un puro ideal | y con su sangre noble prendieron | la llama augusta de la libertad | Su sacrificio, que Dios bendijo | la patria entera glorificará | como homenaje a los valientes que allí cayeron por la libertad | Catorce de Junio, gloriosa gesta nacional | sus mártires están en el alma popular | Hermanas Mirabal, heroínas sin igual | un grito vibrante es el grito de la Raza Inmortal.

Ahí, señoras y señores, donde mismo las dejó el himno del 1J4; es decir, prendidas en el alma popular, ahí están las hermanas Mirabal; y esa circunstancia explica que nosotros estemos reunidos hoy en este salón de actos de la OPS para conmemorar un nuevo aniversario de una fecha que ya fue declarada en una reunión de mujeres latinoamericanas celebrada en Colombia en 1981 como el “Día de la No-Violencia contra la Mujer”. Un día que ha de adquirir cada vez mayor importancia en el mundo. Desde luego que los que hemos nacido y nos hemos criado al calor de una lengua romance, acostumbrados como estamos a valernos de la antonimia como recurso expresivo, habríamos preferido un antónimo de violencia para calificar dicho día. Lo podemos hacer con holgura sin recurrir a la fórmula de negación no-violencia que nos acerca más a la lengua inglesa que a la nuestra. Bien podríamos decir: “El Día Internacional de la Concordia hacia la Mujer”, o “El Día Internacional de la Dulzura hacia la Mujer”, o “El Día Internacional de la Equidad, de la Ecuanimidad hacia la Mujer”. Comoquiera se vale, y a las Mirabal se lo debemos.

Ya ven ustedes cómo se proyecta en el ámbito internacional el significativo aporte que a la libertad de su pueblo hicieron estas heroínas de la provincia de Salcedo, en la región dominicana de El Cibao, quienes en la clandestinidad antitrujillista eran conocidas por el delicado nombre de Mariposas. Cuesta creerle al cantautor Silvio Rodríguez que él no interpreta la indescriptible nostalgia de Manuel Aurelio Tavárez Justo cuando en sus versos musicalizados y vocalizados con impar maestría consigna:

Hoy viene a ser como la cuarta vez que espero | desde que sé que no vendrás nunca más | He vuelto a ser aquel cantar del aguacero | que hizo casi legal su abrazo en tu cintura | y tú apareces en mi ventana, suave y pequeña, con alas blancas | yo ni respire, para que duermas y no te vayas | ¡Qué maneras más hermosas de recordar tiene uno! | ¡Qué maneras más curiosas! | Hoy recuerdo mariposas que ayer sólo fueron humo | ¡Mariposas, mariposas! | que emergieron de lo oscuro | bailarinas, silenciosas.

El pueblo árabe vincula al Paraíso el origen del olor de los niños, y la mitología occidental asocia al Paraíso con un jardín. Minerva Mirabal había diseñado un jardín en un paraje de la provincia de Salcedo con nombre paradisíaco: Ojo de Agua. Allí besaron ella y sus hermanas por última vez a sus niños. Allí ha erigido el pueblo dominicano un santuario al amor a la patria, a la familia, a la humanidad. Hacia ese mítico lugar han vuelto sus ojos las mujeres del continente reunidas en Colombia en 1981 y han proclamado el 25 de noviembre, fecha en la que nuestro pueblo conmemora cada aniversario de su muerte, como lo que bien pensado debería ser el Día Internacional de la Equidad entre la Mujer y el Hombre.

Las hermanas Mirabal no cejaron en su lucha a pesar del espantoso antecedente de que a lo largo de 31 años todo el que había tratado en la República Dominicana de derrocar el régimen de Trujillo había fracasado. Rafael L. Trujillo había echado en torno suyo las bases del capitalismo moderno en nuestro país. Trujillo encarnaba en sí mismo la figura del dictador y la del primer burgués moderno que en el sentido sociológico de la palabra tuviera el país dominicano. Esa dualidad explica el control absoluto que sobre hombres, mujeres y haciendas llegara a ejercer el tirano. Controlaba en persona, o a través de familiares y amigos íntimos, el poder político y militar, así como la industria, el comercio y la banca.

Carecemos por desventura de los recursos descriptivos indispensables para poder transmitirles a ustedes esta tarde de domingo una idea siquiera aproximada de lo que era la República Dominicana de mediados del pasado siglo XX. Dígase a guisa de ejemplo que Trujillo ha sido desde siempre y hasta hoy el único ser de la vida de Dios que se ha atrevido a secuestrar dentro del territorio nacional
estadounidense a un refugiado político para transportarlo vivo hasta otro país, torturarlo y asesinarlo luego. Eso hizo con el exiliado vasco Jesús de Galíndez. Y añádase además el hecho de que ese mismo secuestro le costó también la vida al piloto estadounidense que hasta Santo Domingo lo transportara. Dígase asimismo que ha sido el único miembro de la variopinta fauna dictatorial de América Latina que se ha atrevido a cambiarle por el suyo el nombre a la capital del país. Fue así como la histórica Santo Domingo pasó a llamarse Ciudad Trujillo.

Pero no sólo la capital del país tomó por disposición de un senado gomígrafo el nombre del dictador. También las calles, las avenidas, los puentes, las provincias, las escuelas públicas se llamaban como él o como sus familiares más cercanos. La capital dominicana es atravesada de norte a sur por el río Ozama, en cuya margen occidental se preserva encascado en hormigón el árbol de ceiba en el que la tradición asigna proís a la carabela en que navegaba Colón. En la margen oriental del mismo río existe una urbanización que lleva su nombre: Ensanche Ozama. El río es atravesado desde 1955 por un puente que hoy se llama Duarte en honor al fundador de la República, pero que en tiempos de Trujillo llevaba el nombre de su hijo mayor. La calle que da a la cabecera occidental del puente era perpendicular a otra que llevaba el nombre del padre del tirano, la cual a su vez pasaba frente al parque que hoy se llama Enriquillo en honor al primer indio que en América se rebelara contra el dominio europeo. La avenida que empalma con la margen oriental del puente llevaba el nombre de su hijo menor. Y esa avenida era a su vez perpendicular a otra del Ensanche Ozama que llevaba el nombre de la mujer de Trujillo. El ingenio popular dominicano le atribuye al chusco la siguiente respuesta a un peatón que le pidió las coordenadas para llegar hasta una ferretería que quedaba enfrente al parque que llevaba el nombre de la madre del dictador:

—Mira —le recomendó—: caminas recto por la avenida de la mujer; giras a la derecha en la avenida del hijo menor; atraviesas el puente del hijo mayor; giras de nuevo a la izquierda cuando llegues a la avenida del papá, y cuando hayas llegado al parque de la mamá, verás del lado derecho la ferretería que buscas.

Pero no asuman por favor que por haberle visto la frente al tirano, ya le vieron la parte posterior de la cabeza. Les queda mucho por ver y por saber.

En el terreno sociológico, lo mejor sería que le cediéramos la palabra a Juan Bosch, intérprete por excelencia de lo que fuimos y lo que somos, y profeta en igual medida de lo que deberíamos ser: “…en septiembre de 1940 liquidó (Trujillo) la deuda externa dominicana y su gobierno tomó posesión de las aduanas, que habían estado bajo control norteamericano desde principios de siglo.

A partir de ese momento Trujillo no tendría ataduras de ninguna especie para manejar la política económica del Estado y la República entraría a marchas forzadas por las sendas de un país burgués, si bien con las limitaciones propias de una sociedad que todavía no estaba regida por una burguesía nacional, sino por una burguesía familiar, casi unipersonal. En octubre de 1941 quedaba fundado el Banco de Reservas, que consistía en el traspaso al Estado con un nombre nuevo de las sucursales de The National City Bank of New York. El hecho
de que el primer banco nacional tuviera que ser creado por el Estado da una idea bastante aproximada de lo que sucedía en el orden de la composición social; menos de tres años después iba a celebrarse el primer centenario de la República y el país no tenía un banco comercial y de crédito dominicano, y cuando lo tuvo fue establecido por el Estado porque ningún comerciante o empresario dominicano tenía idea de lo que significaba un banco dominicano. En el siglo XIII, antes aún de que tomara el poder político, la burguesía de Florencia manejaba bancos que operaban en toda Europa; casi siete siglos después, lo que algunos llaman la burguesía dominicana no sabía para qué servía un banco”. Véase al respecto Composición Social Dominicana, decimosexta edición de Alfa y Omega fechada en Santo Domingo en julio de 1988, páginas 403 y 404.

Ese, amigas y amigos, era el país en el cual luchaban las hermanas Mirabal. El 10 de enero de 1960, en una finca de la ciudad dominicana de Mao, se reunió un grupo de jóvenes luchadores para dejar fundado el movimiento revolucionario 14 de Junio. Minerva Mirabal había de jugar aquel día un papel determinante. Fue propuesta para presidir el movimiento, pero ella le cedió la vez a su esposo, Manuel Aurelio Tavárez Justo: la lealtad del corazón valió por todos los salmos. Pero de resultas de los deleznables servicios de un traidor la tiranía había de desvelar días después los planes del movimiento. Tavárez Justo sería el primer prisionero, y la saña de los sectores más retardatarios del país contra él no cesaría jamás hasta verlo muerto. Había de caer asesinado tres años y meses más tarde, luego de haberse hecho al monte en defensa del primer gobierno democrático que tuvo el país en varios decenios. Encabezado por Juan Bosch, ese gobierno había sido elegido con casi un 60% de los votos emitidos el 20 de diciembre de 1962, y había sido juramentado el 27 de febrero de 1963. A los siete meses de inaugurado el nuevo gobierno, una conjura infame desató sobre el país los demonios de la guerra civil y un nuevo y dilatado período de cárceles, exilios y asesinatos que bien habríamos podido evitar de haberse preservado la Constitución democrática en cuya defensa ofrendó su vida Manuel Aurelio Tavárez Justo y el grupo de aguerridos compañeros que hasta nuestras montañas le acompañó.

Ofrendaron en defensa de la Constitución la propia vida, es cierto. Pero también la ganaron para las generaciones y presentes y futuras. Todas las virtudes tienen en el honor su raíz. Y tanto respetó la Raza Inmortal el código del honor que por ósmosis dialéctica permearon al propio adversario. Don Emilio de lo Santos, un jurista de renombre que había presidido el año anterior la Junta Central Electoral que validó con apego a la ley el triunfo de Juan Bosch en las elecciones del 20 de diciembre de 1962, y que había sido sonsacado por los golpistas para que presidiera el gobierno de facto que asumió el Poder tras el golpe de Estado, se había atrevido a garantizar la vida de Manuel Aurelio Tavárez Justo y sus seguidores armados. Cuando supo que los militares les habían asesinado sin ningún apego a las leyes del honor, abdicó en el acto a la presidencia de la República y en un gesto sin precedentes en la historia universal caminó cabizbajo desde sus oficinas en el Palacio Nacional hasta su hogar sito en el casco antiguo de la capital dominicana. A pie llegó a su casa don Emilio de los Santos, pero libró con el gesto a su descendencia del estigma del deshonor patrio.

Por la vía que señalan la Constitución y las leyes adjetivas del país dominicano, otro caballero de honor ejerce hoy la primera magistratura del Estado: “Siento la presencia de Juan Bosch cada mañana al entrar en mi despacho”, ha declarado en público en fecha reciente el presidente dominicano Leonel Fernández.

Reivindicamos hoy el ingente sacrificio de las hermanas Mirabal, como una manera modesta de resarcir a su familia y a la humanidad toda. Reivindicamos a la vez el sacrificio de todas las madres dominicanas: la mano que mece la cuna, bien debería regir el mundo. La misma mano que trazó un jardín en Ojo de Agua jalonó con su insobornable conducta otro hito en el largo y escarpado camino del pueblo latinoamericano hacia su libertad y dominio de sus riquezas naturales y de sus envidiables recursos humanos. Ningún lugar más apropiado para hablarles esta tarde acerca de la heroicidad y el martirio las hermanas Mirabal que esta organización encargada de velar por la salud de todo un continente, y a cuyo servicio ha laborado el doctor Jaime David Fernández Mirabal, hijo de doña Dedé Mirabal, única hermana Mirabal sobreviviente a la implacable saña de la dictadura y el oprobio.

El camino hacia el futuro lo trazaron aquellos jóvenes que lideraban Minerva Mirabal y sus compañeros: “La vejez”, ha consignado el riquísimo refranero del pueblo ruso, “es más sabia que la juventud, pero la mañana sabe más que la tarde”. Con el asesinato de aquellas tres valientes mujeres y de su aguerrido acompañante Rufino de la Cruz, la vejez tiránica no pudo impedir el amanecer de la libertad que con su noble gesta apuntalaron las hermanas Mirabal. ¡Gloria eterna a su memoria!

Buenas tardes, y a la orden. (*) Conferencia dictada por Ángel Garrido en la sede de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) en Washington, DC, y auspiciada por COPODO en conmemoración del cuadragésimo cuarto aniversario del asesinato de las hermanas Patria, Minerva y María Teresa Mirabal. Publicada originalmente en Resumen 83 de mediaIsla el 24 de noviembre 2004. | Ángel Garrido, autor de Génesis, si acaso. Premio Nacional de Novela, República Dominicana 2004.


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