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domingo, 22 de agosto de 2010

Un soplo de piedad en la tortura

http://www.listindiario.com.do/la-republica/2010/8/21/155695/Un-soplo-de-piedad-en-la-tortura

EN LAS CÁRCELES
Un soplo de piedad en la tortura
EX GUERRILLERO DESCRIBE ALGUNOS EJEMPLOS DE INDULGENCIA DE LOS CARCELEROS


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Dual. En el 1J4 habían dos tendencias: los que creían en el cambio pacífico y los que decían que debía ser violento. Yo era un rebelde.
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Muchos torturadores se sintieron también torturados a la hora de hacer su trabajo; cabos, tenientes, capitanes y coroneles mostraron alguna cuota de piedad cuando su deber era ensañarse con todo el que estuviera en contra del régimen trujillista.

En medio de su desgracia durante sus encarcelamientos, maltratos físicos y morales, Luis Germán Arias Núñez (Chanchano) pudo observar que algunas veces la mano del torturador temblaba, como si no quisiera herir demasiado al que estaba siendo humillado.

También pudo percibir que muchos se la jugaron dando de comer, aunque sea migajas, a quienes estaban hambrientos; facilitándoles agua a quienes morían de sed, quitándole las esposas a quienes estaban postrados y compartiendo un poco del aire fresco que Dios les dejaba disfrutar al que tenía el poder en sus manos.

“En toda manzana podrida siempre hay algo que sirve y yo pude ver eso: cómo algunos siervos de Trujillo golpeaban con menos dureza cuando estaban solos con el prisionero, pero cuando estaban siendo vigilados eran más crueles y despiadados”.

“¡Aquello daba pena! Ver cómo a algunos oficiales los ponían a maltratar a sus propios familiares y eran mucho más terribles con ellos que con los de su sangre.

Querían demostrarle a Rafael Trujillo que estaban con él, para poder salvar sus vidas y sus puestos de trabajo, a costa del sufrimiento que sentían por verse obligados a actuar así”.

Germán Arias fue un luchador antitrujillista preso en las cárceles de La 40, La Victoria y en la dotación militar de la Marina de Guerra en la Isla Beata; catorcista, compañero del líder revolucionario del Movimiento 14 de Junio, Manolo Tavárez; constitucionalista y actual dirigente de la Fundación Testimonio, que mantiene viva la memoria de los que forjaban una patria digna.

Busca a un capitán para darle las gracias
“¡Cómo quisiera encontrar a ese alferez, capitán que comandaba el barco en el que nos trasladaban hacia la isla Beata! Nosotros habíamos pasado la noche entera navegando y algunos habían vomitado y defecado y estábamos como muertos.

Pidió las llaves de las esposas para soltarnos y no aparecieron.

Tomó una segueta y serruchó una por una; éramos 33 hombres. Él se las jugó y nos decía: respiren, respiren, y también decía pongan las manos como si estuvieran esposados porque nos pueden vigilar”.

Germán Arias también recuerda que cuando estaba en la celda de La Beata, muerto de frío y de hambre, un marino o varios, porque nunca los vio, les lanzaban trozos de pescado y plátanos de los que habían dejado en los platos los militares de guardia en el sitio. Eso era para Chanchano y sus compañeros de prisión un aliciente porque llevaban varios días comiendo verdolaga del patio, una gramita verde que se usa en ensaladas porque es vinagrosa.

Según cuenta, primero les daban harina cruda para que la cocinaran con agua salada de un arroyito, y luego comenzaron a suministrarle un plátano por día a cada uno para que lo salcocharan, pero para que le durara ese tan preciado alimento, a las 10:00 de la mañana se comían la cáscara y en la tarde devoraban la masa. Cuando se acabaron los plátanos.

“Yo soñaba por las noches que mi novia me llevaba harina dulce bien sabrosa… qué días tan grises. Y los mosquitos jejenes, nos comían la piel. ¡Cuánta desesperanza teníamos en ese momento!”.

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LA EXPERIENCIA DE ESTAR TRAS LAS REJAS
Chanchano dice que su prisión en la isla Beata fue la más calamitosa porque era un sitio de tortura psicológica.

De cuando estuvo en cárcel de La 40 recuerda que llegó el 21 de enero, Día de la Virgen de la Altagracia, y que mientras los militares de Trujillo que venían del acto religioso, lucían sus trajes impecables, él y unos 200 hombres estaban completamente desnudos en el patio, golpeados y torturados.

También relata que ponían a 18 hombres en una celda de dos metros por tres y que sólo en cuclillas cabían todos. Para descansar se turnaban y para respirar bien se prestaban el pequeño orificio que quedaba por debajo de la puerta o diminuta rejilla de la ventanita.

Este guerrillero, cuyos años pesan en su memoria combatiente, cuenta a LISTÍN DIARIO que en el grupo que estuvo en Las Manaclas había un capitán llamado Calderón, que era dirigente del 1J4, y había un oficial de apellido García Duval que estaba con la causa justa. Cita, además, que algunos custodias de los prisioneros les daban hojitas de naranja para que se higienizaran la boca.

Chanchano rememora que estuvo “agarrado de Dios” en todo momento, ya que era muy católico y fue monaguillo con la orden de sacerdotes canadienses.

Él piensa que rezar el rosario en sus momentos más difíciles, y leer el salmo 23 le ayudó a sobrevivir. Recuerda sus oraciones cuando lo llevaban hacia La Beata, porque pensaba que lo iban a lanzar al mar; también cuando el custodia de la celda Beata obligaba a los prisioneros a hacer el “Santo Rosario”. “Con voz de borracho nos ordenaba que rezáramos. Y era apuntándonos con una ametralladora”.

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