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domingo, 29 de agosto de 2010

Relato de un torturado impacta a sus hermanas



http://www.listin.com.do/la-republica/2010/8/29/156690/Relato-de-un-torturado-impacta-a-sus-hermanas

VÍCTIMA DE LA TIRANÍA
Relato de un torturado impacta a sus hermanas
TRES DAMAS REVELAN QUE SUPIERON LA MAGNITUD DE LA CRUELDAD CON LA QUE FUE TRATADO SU HERMANO CUANDO ÉSTE LES DIO A LEER HACE POCO SUS MEMORIAS


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Recuerdos. Esta es una de las últimas fotografías tomadas a Huáscar Castillo Arbona, quien falleció el pasado 15 de mayo en la ciudad de Ponce, Puerto Rico, tras padecer de un cáncer.
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Wendy Santana
wendy.santana@listindiario.com
Santo Domingo

Leyendo el testimonio del luchador antitrujillista Huáscar Castillo es que sus hermanas se enteran, 50 años después, de las atrocidades cometidas por el régimen dictatorial contra su hermano, pues él casi se llevaba a su tumba el dolor y la vergüenza que no pudo superar durante más de medio siglo.

Huáscar fue uno de los jóvenes que no soportaba ver cómo los dominicanos se humillaban ante Rafael Leónidas Trujillo y cómo sus esbirros acababan con el honor y la vida de los demás cuando intentaban expresarse o actuar libremente.

Las torturas más crueles tuvo que soportarlas porque los carceleros se ensañaron más con él por ser un muchacho acomodado de la época que vivía frente a la casa de gobierno, hijo del ejemplar coronel del Ejército Manuel Emilio Castillo y deportista con las mejores posibilidades de ser un orgullo del país.

Sin embargo, para él fue una vergüenza nacional el hecho de que durante los Juegos Olímpicos Panamericanos, celebrados en México en 1954, en el momento de saludar las banderas de los países participantes, un coronel del Ejército dominicano, de apellido Vicioso, en vez de mostrar la gloriosa Bandera, gritara: “Rompan fila y viva el jefe”.

Pero lo peor para Huáscar fue que unos deportistas, que realmente eran guardias calieses, respondieron “Viva el jefe” y el público reaccionara con abucheo generalizado, pues en ese tiempo en toda América reinaban las dictaduras y la población apolítica las repudiaba.

Otro hecho que indignó al joven e hizo que se integrara sin titubear al movimiento antitrujillista fue el observar que torturaran y mataran al padre de uno de sus mejores amigos, Noble Vasallo, un campeón de lucha libre que se asiló en Estados Unidos después de participar en una competencia en Chicago, en rechazo al gobierno de su país.

Huáscar revela, en el testimonio que ha dejado a sus parientes, que durante toda su adolescencia observaba que el comportamiento del gobernante y de toda su familia no contribuía en nada al desarrollo del país y a la formación de los jóvenes dominicanos, sino por el contrario, atrasaba su mentalidad y los condenaba a vivir todo el tiempo bajo una especie de esclavitud silente.

Pero lo que más conturba a sus hermanas Noris Raquel, Heddy e Ivette son los episodios en los que narra lo cruel que fueron los torturadores con él y cómo tuvo que armarse de valor para soportar lo que le estaban haciendo a sus compañeros de celdas.

“Mi hermano del alma”
A Noris Raquel se le estremece todo el cuerpo cuando cuenta a LISTÍN DIARIO que su hermano, después de liberado, no exteriorizaba lo que sentía ni lo que le estaba pasando, porque el sufrimiento y agonía que vivió en la cárcel de La 40 no lo quería compartir con nadie.

Dice que ese era su “secreto mejor guardado” y que vino muy esquivo de la cárcel, con terror de que lo apresaran de nuevo, de que fueran a tomar alguna represalia contra su padre, su madre o sus hermanos, lo que, en la percepción de su hermana Noris, le hizo mucho daño.

“Él estaba muy esquivo al salir de la cárcel. Tú sabes que en ese tiempo no se podía decir nada, no se podía hablar en voz alta. Yo salí a la calle El Conde y la gente íntima amiga mía me esquivaba, y con la mirada, desde la otra acera, me saludaba con temorÖ A nosotras nos pusieron un calié en la casa. Yo vivía en la calle Manuel Rodríguez Objío esquina Rosa Duarte y me mandaban de vez en cuando un cepillo de esos Volkswagen. No había tranquilidad”.

También narra con mucha tristeza que su temperamento era el de una persona que no quería que nadie sufriera por él y que por eso murió con el pulmón reventado del dolor por no decir a su mujer e hijos que se sentía muy mal, y cuando se vio precisado a ir al médico se desplomó rendido a la muerte que le provocó un cáncer linfático, el 15 de mayo pasado.

Igualmente, recuerda que cuando lo cogieron preso, el 21 de enero de 1960, nadie lo podía ver y “a mí no me decían nada para que no me impresionara porque yo estaba a punto de dar a luz a mi segundo hijo. Un día que fui donde la doctora Asela Morel, quien ya tenía a los guardias en su casa que la habían ido a buscar, y ella me dijo: Raquel no hables, lo que hay que hacer es buscar a otra persona para que te haga el parto”.

Pues el parto lo hizo el doctor Guarionex López Rodríguez, hermano del hoy Cardenal Nicolás López Rodríguez, quien atendió a todas las que dieron a luz el 11 de febrero. “Yo no conocía a ese doctor, pero se portó como un general. Cuando di a luz, él se quedó donde estaban los bebés, cuidándolos, y mi papá resguardándonos porque habíamos cuatro mujeres en el hospital San Rafael con familiares presos y se temía que mataran a sus criaturas”.

Se le adelantó el parto
Recuerda que una de ellas cuando vio que al marido, ya liberado, le habían dado tantos golpes, se le adelantó el parto y no podía dar el seno al bebé. “Yo tuve que ayudarla”, dice, como también cita que como no le dejaban ver a su hermano, ella y su madre, Matilde Arbona de Castillo, se estacionaban en su carro frente a la cárcel de La Victoria (ya lo habían trasladado a esta cárcel) y levantaban el niño para que lo viera y supiera que estaba vivo.

“La gente decía, ahí está una señora con un bebé, está vivo, el muchacho está vivo y así mi hermano supo que yo estaba bien, mi mamá y mi segundo hijo. Eso, tal vez, hizo que soportara los martirios a que lo tenían sometido en esas rejas trujillistas”, concluye Raquel.

Ivette Castillo Arbona, otra de las hermanas de Huáscar que nos recibió en su residencia, casa materna frente al Palacio Nacional, para ahondar sobre el testimonio que le dejó su hermano, relata que ella no pudo leer más de una cuartilla porque eran tan desgarradoras las escenas que ella no las podía soportar.

Dice que aunque han pasado casi 50 años, ella sentía que todo estaba ocurriendo de nuevo en ese momento y quería seguir leyendo para enterarse qué fue lo que realmente le pasó a su hermano, pero no podía seguir.

Heddy, la hermana menor de Huáscar Castillo, junto a Ivette y a Noris Raquel, también estaba muy compungida narrando al equipo de investigación de LISTÍN, encabezado por su director Miguel Franjul, de lo que ella se enteró a través de las memorias que escribió su hermano, ya convencido de que tenía la obligación de dejar constancia de lo que fue la Era de Trujillo.

DESCENDENCIA FAMILIAR DE HUÁSCAR CASTILLO
Huáscar Emilio Castillo Arbona nació el 17 de agosto de 1936 en la Capital. Sus padres fueron el coronel del Ejército Manuel Emilio Castillo (Ñiñí), y su madre Matilde Arbona de Castillo.
Son sus hermanos Noris Raquel, Heddy, Ivette, Emilio y Héctor Castillo.
Su padre formó parte de un grupo de oficiales del Ejército que se proponían evitar la toma del poder de Rafael Trujillo, pero fueron persuadidos por los norteamericanos a abandonar esas pretensiones y permanecer en las Fuerzas Armadas. Fue retirado del Ejército en 1953 y nombrado diputado hasta el apresamiento de Huáscar.

Su abuelo, el general Manuel de Jesús Castillo (Lico) fue simpatizante del presidente Horacio Vásquez antes del ascenso al poder de Trujillo y se había comprometido a participar en la trama que descabezó el régimen de fuerza que imperaba en el país desde el 23 de febrero de 1930, fecha en que se interrumpió la constitucionalidad con el derrocamiento de Horacio Vásquez y de José Dolores Alfonseca.

NORIS RAQUEL CASTILLO ARBONA
Cuando él dice en sus memorias que le dieron con las mangueras, eso era ¡carne con todo!; donde dice que él no dormía era porque todo ese cuero le quemaba, y los amigos en la celda lo recibían en sus piernas para que pudiera descansar porque hasta gusanos le salieron. Se ensañaron más con él porque fue fuerte, actuaba como un militar y defendía a sus amigos, le dolía mucho lo que les pasaba a ellos. Donde dice de las latas, una para orinar y otra para comer, eso se confundía y ya usted sabe…. ¡Eso fue terrible!

YVETTE CASTILLO ARBONA
A él le dieron más golpes porque no denunciaba nada. Mi papá, al enterarse de que habían venido a apresarlo le dijo: dilo todo porque cuando ya vienen a tu casa es porque lo saben todo, y Huáscar no quiso decir nada para no perjudicar a más nadie. En la tercera investigación sus compañeros le dijeron: Huáscar habla, porque si no es peor porque ellos lo saben. Papi había sido coronel, era diputado y conocía cómo era la cosa. Nosotras no sabíamos nada de eso, pero mi papá nos decía que no habláramos con nadie.

HEDDY CASTILLO ARBONA
“Meterse con ese hombre no era fácil… siendo hijo de un militar le dieron golpes en cantidad y lo acabaron. El que lo golpeó fue un señor llamado Desiderio Castro, que era el chofer del coronel Francisco Cruz (Finquito), vecino de nosotros. Él dice en sus memorias que cuando lo golpearon en esa ocasión cayó desmayado mientras sangraba por la espalda y tenía todo el torso inflamado por los golpes”.

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