| |
Cadetes AMD: 1959
Sólo uno de los cadetes de la Aviación del tirano Trujillo confesó que a él, junto a otros muchos de sus compañeros de la base aérea de San Isidro, los llevaron a torturar y asesinar a expedicionarios del 14 de Junio de 1959.
Eugenio María Guerrero Pou publicó su confesión en “Yo maté a su hijo. Testimonio de un cadete de la Era de Trujillo”, y lo hizo en 1996, treinta y cinco años después del ajusticiamiento.
Uno que otro, como el cadete Guerrero Pou, participaron a disgusto en esa orgía de sangre pero la mayoría lo hizo como quien cumplía un deber y, además, ganaba gracias de Rafael Leonidas (“Ramfis”) Trujllo Martínez para seguir la carrera con esos méritos adicionales.
Los cadetes continuaon la carrera militar y alcanzaron rangos superiores pero a partir del 30 de Mayo de 1961 guardan un silencio que los hace cómplices concientes de la barbarie del tirano, de “Ramfis” su hijo y el grupo de amigos, altos oficiales de la AMD, que lo acompañaron en esa y otras aberraciones: el general Fernando A. (“Tunti”) Sánchez hijo, y los coroneles Luis José (“Pechito”) León Estévez, quien se suicidó no hace poco; Gilberto (“Pirulo”) Sánchez Rubirosa, Octavio (“Tavito”) Balcácer, César Báez y tres o cuatro criminales más.
Después de que “Ramfis”, sus tíos José Arismendi (“Petán”), Héctor Bienvenido (“Negro”) y los demás familiares del tirano Trujillo dejaron el país en noviembre de 1961, si a esos cadetes les ofendió que se les utilizara como asesinos de los expedicionarios capturados y amarrados, lo habrían confesado.
Es posible que la gente de conciencia en el país aceptara esas confesiones como un acto de conciencia y le fuera indiferente que los cadetes continuaran en ascenso su carrera militar.
Pero no lo hicieron y fue como volver a cometer los asesinatos a los que los llevaron Trujillo, “Ramfis”, “Tunti”, “Pechito”, “Pirulo”, César Báez.
Trujillo había sido ajusticiado meses antes y el otro grupo no estaba ya al mando de la Aviación ni de las Fuerzas Armadas pero esos cadetes callaron y con ello reafirmaron su responsabilidad y su culpa en los asesinatos.
Hasta hoy, con la excepción del cadete Guerrero Pou quien, dicho sea no de pasada, dado el malestar de conciencia que le provocó su participación en el asesinato masivo de los expedicionarios del 14 de Junio perdió el equilibrio emocional y tuvo que abandonar el arma.
Los cadetes que callan desde 1961 han hecho imperdonable la deuda de sangre por un asesinato masivo que les ordenaron pero que al parecer cometieron sin escrúpulo de conciencia alguno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.