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viernes, 16 de julio de 2010

El Legado Político de un Héroe de Junio


http://www.hoy.com.do/areito/2010/7/10/333369/LIBROSEl-Legado-Politico-de-un-Heroe-de-Junio

Portada del libro sobre la Fundación Mejìa Ricart-Guzmán Boom.
10 Julio 2010, 8:10 PM
LIBROS
El Legado Político de un Héroe de Junio
Escrito por: TIRSO MEJÍA-RICART

La segunda edición del libro "Pro-Patria", presentada el pasado 14 de junio, contiene textos, que completan la recopilación de los escritos políticos de mi hermano Octavio, dejando para una próxima oportunidad los demás.

Octavio Mejía-Ricart Guzmán nació en la ciudad de Santo Domingo, el 27 de septiembre del 1931, hijo mayor del segundo matrimonio de Gustavo Mejía-Ricart, abogado, literato e historiador, con Ernestina Guzmán Boom, doctora en Derecho y licenciado en Filosofía y Letras; feminista y filántropa.

Tuvo siete hermanos: Gustavo Adolfo, Judith y Penélope, nacidos en Cuba, durante el exilio de mi padre con motivo de la Intervención Militar Norteamericana del 1916-1924, el primero de ellos vivió en Santo Domingo por varios años, regresó a Cuba para estudiar en la Universidad de La Habana, donde se hizo líder pacifista en un periodo caracterizado por el pandillerismo estudiantil, donde ocupaba la presidencia de la Asociación de Estudiantes de Ciencias Sociales. Fungió allí como reclutador de voluntarios y agente de inteligencia para la frustrada expedición antitrujillista de Cayo Confites de 1947. En 1949 hizo expulsar un grupo de pandilleros que utilizaba para fines delictivos la cafetería del Balneario universitario en Marianao, Cuba, y estos lo asesinaron en pleno balneario, el que todavía tiene su nombre, así como su busto y una tarja conmemorativa. Sus otros hermanos fueron Marcio, Magda, Abigail y el que esto escribe, de conocida participación en la vida pública dominicana.

Octavio se destacó desde pequeño por su vivaz inteligencia, como lector incansable, de espíritu rebelde y curiosidad intelectual polifacética, con verdadera pasión por la verdad y la justicia, que pronto lo llevó a reñir con otros estudiantes, discutir con maestros y desafiar la represión de las autoridades trujillistas.

Estudió y terminó paralelamente las carreras de Medicina y de Filosofia y Letras. Trabajó también como practicante de medicina en el Hospital Padre Hillini, como Monitor de Disección Anatómica en la Universidad de Santo Domingo; y aun sacaba tiempo para practicar el baloncesto y el tenis, además de estudiar piano.

Terminó sus estudios en 1954, pero contrariamente a lo que se hacía entonces como ahora, tomó muy en serio la elaboración de su tesis de grado en Medicina e hizo su tesis: "Teoría Metabó1ica del Sexo", a partir de la investigación que hizo de numerosos casos de pseudo hermafroditismo en la comunidad de "Las Salinas", Barahona, y de estudios estadísticos de la población masculina y femenina en relación con sus regímenes alimenticios, en los que salió a relucir una relación de la falta de proteínas con el predominio de varones en las mismas, por la mayor capacidad de los espermatozoides con cromosomas "Y" de subsistir más en condiciones carenciales, que definen el sexo masculino, de subsistir más que los de cromosomas "X", que definen el sexo femenino, lo cual explica el mayor porcentaje de vivos varones en zonas con escasa alimentación.

Esas investigaciones fueron continuadas por otros científicos dominicanos como Teófilo Gautier y Aquiles Guerrero, que condujeron posteriormente a identificar sustancias capaces de reducir la hiperplasia prostática.

Los trabajos de esa tesis fueron publicados en el Anuario de la Universidad de Santo Domingo y en una edición especial, los que merecieron elogios del mundo científico, entre los que se contó los del ilustre sabio español Gregorio Marafión.

En febrero del 1955, Octavio partió a Colonia y Düsseldorf en Alemania, y más tarde estuvo sucesivamente en Estocolmo, Suecia y en Londres Inglaterra, completando sus estudios clínicos y de cirugía toráxica, hasta principios del 1959, cuando comenzó a trabajar en el Hospital New Rochelle, del estado de Nueva York, pero desde allí reclutó algunos compañeros y lo abandonó todo para venir a combatir con las armas en la mano a la tiranía trujillista.

A pesar de mis esfuerzos no ha aparecido el diario de compaña de Octavio, que cayó en poder del Ejército Regular tras su captura. Fue entregado temporalmente a la Fiscalía del Distrito Nacional mientras duró la mascarada de juicio que se siguió a los sobrevivientes de la expedición, en cuya ocasión su padre Gustavo Adolfo tuvo la oportunidad de verlo brevemente en manos del Fiscal de entonces, el licenciado Víctor Garrido hijo, porque éste hubiera podido completar la narración de su vía Crucis.

En cuanto a la muerte de Octavio, solo se conocen los relatos aparecidos en la prensa y de algunos protagonistas después de caído el régimen de Trujillo, según los cuales éste participó en un encuentro el día 20 con los efectivos militares regulares no lejos del sitio del desembarco de la expedición en Estero Hondo, en el cual el Mayor Anselmo Pilarte resultó herido, quien quedó momentáneamente abandonado, lo que permitió a Octavio curarlo como médico y dejarlo en condiciones de recibir mayores atenciones. El 22 en la noche penetró en una casa campesina, donde le dieron de comer, pero fue denunciado, apresado por una patrulla militar y herido en el hombro por un lugareño con un machete, en presencia militar, allí fue trasladado a la fortaleza de Mao, donde fue curado por instrucciones de su comandante de entonces, mayor Bompensiere; y desde allí luego a Santiago, desde donde fue despachado en el baúl de un automóvil a la Base Aérea de San Isidro, según informa el autor Juan Delancer en su obra sobre el tema (1997).

En San Isidro, Octavio fue conducido con los demás prisioneros a la prisión.

Allí Ramfis Trujillo se le acercó y pretendió desconsiderarlo en ese estado, y Octavio le escupió en la cara. Entonces, según refiere el ex -cadete Eugenio Guerrero Pou, en su testimonio (1996), Ramfis ordenó que lo introdujeran en su vehículo, donde fueron a parar los que nunca más aparecieron, probablemente lanzados al mar, como sucedió con al héroe y mártir Capitán Juan de Dios Ventura Simó y otros.

Al momento de escribir los documentos políticos que dejó Octavio antes de partir a encontrarse con la gloria, tenía apenas 27 años, habiendo permanecido para entonces más de cuatro años fuera del país, mayormente en Europa, contando con escasos textos y documentos disponibles. Si se tiene en cuenta que su actividad principal para entonces era un intenso entrenamiento en cirugía toráxica, en diferentes idiomas extranjeros: alemán, inglés y francés; asombra la agudeza de las observaciones sobre la realidad dominicana y de la tiranía que nos oprimía entonces, así como sus propuestas para la organización de la sociedad postrujillista.

Lo que más llama la atención de la lectura de estos y otros documentos, de Octavio, es su profundo amor a la tierra que lo vio nacer, clara comprensión de la realidad dominicana de entonces y la disposición de sacrificio que asume con su próxima participación en el proyecto de liberación que abrazaría hasta sus últimas consecuencias. Al asignar a la educación y a las élites cultas un papel fundamental en la transformación democrática y moral de ésta, al margen de los intereses y los vicios ancestrales de la oligarquía dominicana, traduce sin embargo cierto ingenuo idealismo, que ignora el profundo egoísmo con que la mayoría de ese sector ha participado tradicionalmente en la política nacional.

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