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26 Agosto 2010, 11:33 AM
Islario
El ejemplo de Pou Saleta
Escrito por: ADRIAN JAVIER (lapalabra.encinta@gmail.com)
Poncio Pou Saleta siempre estuvo dispuesto a servir su testimonio de vida y ejercicio honorable, a las nuevas generaciones. Había cuestionado en más de una entrevista lo que entendía deformaciones graves del actual sistema democrático dominicano. Mas, nunca se arrepintió de los muchos sacrificios dispuestos por él y sus compañeros en aras de la extirpación de la tiranía de Rafael Leónidas Trujillo (1930-1961).
Siempre con ánimo crítico frente a la intentona foránea de conducir antojadisamente los destinos nacionales, Pou Saleta argüía la palabra contestataria con la misma altivez con la que el 14 de junio de 1959, empuñó su fusil contra el sátrapa.
Hablaba sin miedo a las consecuencias, de las necesarias transformaciones que requiere hoy la República. Subrayaba la urgencia de una impostergable “reconversión social”, e insistía en la toma de conciencia para que los dominicanos, por fin, se reencontraran con el ideal patriótico de Los Trinitarios.
Era un hombre sin poses ni altisonancias, de ideas firmes, de regio carácter e insobornable y admirable idealismo.
La expedición del 14 de junio de 1959, llegó al país de manera sorpresiva, aterrizando en Constanza.
Había salido de Cuba, donde exiliados tomaban entrenamiento bajo la mirada cómplice de revolucionarios cubanos.
Inmediato a su arribo, enfrentaron las huestes militares que custodiaban el aeropuerto.
Ése y otros “problemas de abordo”, fueron superados con valor e hidalguía por los 96 que conformaban la peligrosa y poética aventura.
La guerrilla duró 20 días, enfrentada con coraje a las tropas regulares del régimen, hasta que casi todos fueron aniquilados por un ejército que los superaba en número, argucia militar y armamentos, quedando “mal presos” los únicos seis sobrevivientes, dentro de los cuales se destacaba don Poncio, conjuntamente con Francisco Medardo Germán, Delio Gómez Ochoa, Pablo Mirabal (Pablito), y Mayobanex Vargas.
Al final de sus días tenía una mirada serena y una memoria envidiable. Irradiaba paz de espíritu, y se reconocia un sobreviviente moral ante la inquina, los sectarismos, los abusos injustificables, la delaciones bochornosas y el estupor.
Sobre este mar maleado por los despropósitos, debemos sentirnos orgullosos de su legado ético. El valor de su integridad debe tornarse paradigma. ¡Su dignidad siempre estuvo a prueba de truhanes!
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