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miércoles, 30 de junio de 2010

La devaluación de mi voto

La devaluación de mi voto


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felipe@lora.org




Me acuerdo de aquella época cuando el voto valía algo.
Votaba para que se acabaran los crímenes y los asesinatos.

Votaba para que terminara la dictadura, la represión, las redadas policiales y las bandas par-militares.

Mi voto valía. Tenia el peso de una población que quería justicia para los corruptos y los traficantes de influencias. Votaba para terminar el desempleo y el destierro, forzado por la pobreza, de mis hermanos.

Votaba porque en aquella época el voto tenía el valor de la esperanza. Esperanza que energizaba la población en contra de los que, en cada elección tenía que agigantar el fraude para mantenerse en el poder.

Votaba para acabar con los barrios marginados, con el analfabetismo y con el subempleo.

Quería que terminara el endeudamiento externo, la producción en masa de bonos y la devaluación de nuestra moneda. Sí, por eso votaba.

Votaba para que se acabaran los apagones, las carreteras y calles deterioradas, el racismo y la marginación de la mujer en puestos gubernamentales.

Votaba porque mi voto valía. Mi voto exigía salud, educación, empleos, seguridad social y económica para toda la población.

Pero principalmente votaba para que se terminara la venta del país al mejor postor, para que terminara la venta de la nación para cubrir los gastos de ineptos políticos.

Pero ahora, ¿Por qué votar? ¿Por cual partido?

El país ya se dio el lujo de experimentar, llevando al poder las “principales” corrientes partidistas que existen en nuestra nación, y hoy, ni siquiera los que gozaron o gozan del poder se atreven a decir que: ¡Por fin se acabaron!

No más Bonos Soberanos, no más abultamiento de la nómina del estado, no más incremento en la deuda externa o la deuda interna.

¿Quien puede decir que ya nadie se larga del país, que se eliminaron los apagones, al alza de los precios de primera necesidad y analfabetismo?

¿Quienes dicen que se acabaron los crímenes, los defalco de los dineros de estado, las calles destartaladas y los policías atracadores?

Nadie puede decir que se erradicó el lavado de dinero, el desempleo, la incertidumbre, la delincuencia juvenil y la violencia doméstica.

¿Quien se atreve a decir que ya no existen empleados ineptos en el gobierno, ni jueces que vendan sentencias, que ya no existe el tráfico de influencia?

Y sobre todo, ¿quien puede asegurar que ya “la guardia” lee como se debe, pues la educación ha sido la prioridad de esos gobiernos?

Hoy, al igual que mi otrora valioso peso, mi voto no me vale nada.

Sin embargo, a los que se encargaron de devaluarlo, le puede ayudar a “legalizar” su forma de usar el poder. Es por eso que hay quienes se dedican a obligarme a votar.

Felipe Lora

29 de Junio del 2010.

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